por Dokushô Villalba
Nuestro ser, el ser de cada uno de nosotros, es “un ser en el tiempo”, según Heidegger. Para el maestro zen Dogen Zenji (1200-1254) “el ser es tiempo”. Para mí ambas afirmaciones son ciertas. Cada una de ellas enfoca un aspecto diferente del ser en su relación con el tiempo.
Nuestro ser, el ser de cada uno de nosotros, es “un ser en el tiempo”, según Heidegger. Para el maestro zen Dogen Zenji (1200-1254) “el ser es tiempo”. Para mí ambas afirmaciones son ciertas. Cada una de ellas enfoca un aspecto diferente del ser en su relación con el tiempo.
“Ser en el tiempo” quiere
decir que no podemos concebir nuestra existencia -tal y como sentimos que
nuestra existencia es ahora- “fuera” o “diferenciada” del tiempo. No obstante,
aunque esto sea así, nuestra subjetividad ha llegado a imaginar, contra toda
evidencia, un ser independiente del tiempo. Creemos que el tiempo es algo que
le “ocurre” a nuestro ser, algo que le es “externo”, algo que incluso nuestro
ser puede poseer o no poseer (¡Tengo tiempo! o ¡No tengo tiempo!). Heidegger
trató de despertarnos de esta falsa percepción subjetiva afirmando que ser es
“ser en el tiempo”. Dogen Zenji, siete siglos antes, fue más allá al afirmar,
no que “el ser es en el tiempo”
sino que el “ser es el tiempo”. De esta manera, la visión de Dogen Zenji superó
la dualidad ser/tiempo. Ser es tiempo y tiempo es ser. Ser y tiempo son
indisociables, las dos caras de una misma moneda. Dogen Zenji acuñó incluso un
nuevo término en japonés para designar esa percepción revolucionaria: uji,
ser-tiempo.
Clarificar la naturaleza y
la experiencia subjetiva del tiempo es clarificar la naturaleza y la
experiencia de nuestro ser. A la inversa, cuando clarificamos la naturaleza y
la experiencia de nuestro ser clarificamos al mismo tiempo la naturaleza y la experiencia
subjetiva del tiempo que somos y en el que somos.
Todo esto para decir que la
manera en la que nos percibimos a nosotros mismos está íntimamente ligada
a la manera de percibir el tiempo.
¿Cómo percibe el ser humano
post-moderno la experiencia del tiempo, de su tiempo? ¿De qué manera esta
percepción particular del tiempo le está condicionando la percepción de su
propio ser? ¿Podemos transformar nuestra percepción del tiempo? ¿Podemos
transformar la percepción que tenemos de nosotros mismos?
El tiempo y los tiempos.
Hablamos del tiempo, así,
en singular, como si hubiera un solo tiempo idéntico para todos los seres. En
realidad, hay tantos tiempos como seres. Cada ser tiene su propia percepción
del tiempo, o mejor dicho, sus propias percepciones, ya que un mismo ser tiene
muchas y variadas percepciones del tiempo a lo largo de su existencia. No
tenemos la misma percepción del tiempo cuando estamos dormidos que cuando
estamos despiertos. Si estamos esperando una llamada telefónica importante,
nuestra percepción del paso del tiempo es diferente a la que tenemos cuando
estamos relajadamente tumbados durante una siesta de verano. Dicho con
precisión, cada instante, instante tras instante, percibimos el tiempo de
distinta manera: a veces rápido, a veces lento, a veces eterno, a veces fugaz.
Estas distintas maneras de
percibir el tiempo no son más que distintas maneras de percibirnos a nosotros
mismos. Las distintas maneras de percibir el tiempo son distintas maneras de
ser. Esto quiere decir que no somos «un ser» monolítico y siempre idéntico a sí mismo, instante
tras instante. Somos un ser que es «siendo». Somos un «siendo». Ahora yo no soy
un ser, soy un siendo. Esto es, soy un proceso, es decir, una concatenación de
estados o diferentes maneras de sentirme a mí mismo. Soy un siendo que puede
llegar a tener conciencia de lo que está siendo a través de las percepciones
mediante las cuales trato de autoconocerme.
Tiempo cíclico y tiempo lineal.
Las distintas culturas del
planeta conciben el tiempo de dos formas básicas: cíclica y lineal.
Por lo general, las
culturas antiguas, de las que somos herederos, y las cultural llamadas
primitivas tienen una concepción cíclica del tiempo. Esto les vino dado
seguramente por la observación del mundo natural. En efecto, en el mundo
natural observable todos los acontecimientos tienen lugar dentro de un ciclo.
Por ejemplo, la Tierra tarda un año en dar la vuelta al Sol y un día en girar
sobre sí misma. Esta es la causa de la existencia del ciclo de las estaciones y
del ciclo del día y la noche. El Sol «sale» cada día y con él la vida cotidiana
comienza de nuevo. Tras el invierno llega la primavera y con ella un nuevo
ciclo anual, esencialmente idéntico al anterior. Hablamos también del ciclo del
agua. Las nieves de las altas montañas se licúan en primavera formando
torrentes y arroyos. Estos convergen en río de mayor caudal. Estos desembocan
en el mar o en el océano. A su vez, por efecto del calor, el agua de los
océanos se evapora convirtiéndose en nubes, las cuales, impulsadas por el
viento y detenidas por las altas montañas, se transforman en lluvia o en nieve.
Y el ciclo vuelve a comenzar.
Las migraciones de ciertas
especies animales obedecen también a un ritmo cíclico, así como la floración,
maduración, cosecha y deterioro de muchas especies vegetales. La vida del
agricultor, del cazador, del recolector sigue un movimiento cíclico. De aquí la
expresión: «No hay nada nuevo bajo el Sol». Esta percepción del tiempo está muy
arraigada en las culturas agrícolas, cazadoras y recolectoras. De alguna
manera, su supervivencia depende de la sincronización de la actividad humana
con los ciclos de la Naturaleza.
Podríamos decir que esta
percepción del tiempo imprime un carácter «conservador» a la cultura, a los
individuos y al sistema social en los que impera. La función de cada nueva
generación humana no es, desde este punto de vista, otra que la de repetir las
pautas de comportamiento, los hábitos y los valores de la generación anterior.
Las culturas que se viven dentro de un tiempo cíclico son conservadoras y
tradicionalistas. Una vez que
encuentran un buen encaje entre la actividad humana y los ciclos de la
Naturaleza, las nuevas generaciones no tienen más que seguir la tradición de sus
antecesores. La misma supervivencia del sistema social depende de que se siga o
no la tradición.
Esta percepción del tiempo
aporta seguridad psicológica y emocional a los individuos. Los comportamientos
están muy definidos. No tienes que hacer más que lo que han hecho tus
antepasados. La transmisión de las pautas, hábitos y valores de una generación
a otra queda así muy asegurada. En este tipo de culturas no suelen darse
problemas intergeneracionales. Los valores de los hijos suelen ser los mismos
que los de los padres. Los hijos viven en el mismo mundo que los padres por lo
cual se da una comunicación fluida entre unos y otros. El sentido de la vida,
en esta percepción, no es otro que el de hacer lo que tus padres (y los padres
de tus padres) han hecho.
Estas culturas perciben el
paso del tiempo con una gran lentitud. De hecho, se podría decir que el tiempo
casi no pasa, ya que cada fase del ciclo actual es una repetición de la misma
fase del ciclo anterior, esencialmente idéntico.
Cualquiera que haya salido
de los límites culturales de los países llamados desarrollados o en vía de
desarrollo ha podido percibir la lentitud con la que el tiempo pasa en las
culturas ajenas a la zona de influencia americano-europea.
Esta forma de percibir el
tiempo y de percibirse en el tiempo da generalmente lugar a una actitud
fatalista ante la vida. Esta actitud es la que expresa el dicho: «Todo está
escrito». Es decir, el guión de los acontecimientos está determinantemente
marcado por las características del tiempo cíclico. Ante esta mecánica
implacable, el ser humano no tiene más que obedecer, adaptarse y cumplir la
función marcada objetivamente por el ciclo.
Esta percepción del tiempo
como un círculo que continuamente se cierra sobre sí mismo sigue imperando en
muchas culturas planetarias. En Europa dominó durante muchos siglos. Hasta que
sobrevino el Racionalismo, la Revolución Industrial y sobre todo Darwin.
La teoría de la evolución
de Darwin supuso una profunda transformación en la percepción del tiempo de los
europeos. Frente al tiempo circular que se cierra continuamente sobre mismo,
surgió la percepción del tiempo lineal, es decir, el tiempo como una flecha:
con un origen y con una dirección.
Esta última percepción del tiempo es heredera directa de la teoría de la
evolución de Darwin. En efecto, lo que en esencial vino a decirnos la teoría de
la evolución es que las especies
vegetales y animales, las
formas vivientes, no han sido siempre como son ahora. No fueron creadas tal y
como nosotros las vemos ahora. Sino que son (somos) el fruto de un largo
proceso de evolución, es decir, de transformación. Desde este punto de vista,
la vida no es una mera repetición cíclica de formas y fases anteriores sino una
continua transformación, una evolución. De pronto, el tiempo se liberó del
círculo y se convirtió en una flecha, generando un abismo entre el antes y el
después.
Esta percepción del tiempo es la que mayormente sigue
imperando en las modernas sociedades tecnológicas post-modernas.
En la antigüedad, el tiempo
cíclico era considerado sagrado. Su medición e interpretación correspondía a
los sacerdotes, chamanes, astrólogos. Ellos eran los encargados de marcar el
comienzo y el final de las distintas fases cíclicas.
Actualmente, con el
advenimiento del tiempo lineal, el tiempo ha perdido su carácter sagrado. La
percepción del tiempo se ha secularizado, aunque sólo aparentemente. El tiempo
secular también ha erigido su tótem. Se le llama Progreso. Y sus sacerdotes son
los políticos, tecnócratas, científicos y diseñadores sociales que teóricamente
están conduciendo a la Humanidad hacia el sacrosanto Progreso.
A decir verdad, la
percepción lineal del tiempo no ha sustituido completamente la percepción
cíclica en las mentes de los individuos de las sociedades post-modernas. Ambas
percepciones subsisten aún hoy día, generando una intensa contradicción en el
alma de los individuos. Superficialmente es cierto que domina la percepción del
tiempo lineal. La prueba es que la mayoría de las sociedades modernas se hayan
embarcadas en una carrera veloz hacia el Progreso. Pero, en el interior de
estas mismas sociedades e individuos, subsiste aún con fuerza la percepción del
tiempo circular y, de hecho, podemos observar una fuerte resistencia tanto en
las sociedades como en los individuos a abandonar completamente la percepción
cíclica del tiempo.
La percepción del tiempo
como una línea direccional presenta grandes ventajas con respecto a la
percepción del tiempo como un círculo, pero también encierra grandes
inconvenientes.
Entre las ventajas
podríamos señalar el énfasis en la libertad, responsabilidad, originalidad y
creatividad del individuo. En efecto, si la función del individuo deja de ser
la de mero repetidor de las costumbres y hábitos heredados, se hace evidente
que su libertad de acción se expande y, con ella, su responsabilidad
individual. Si el individuo ya no tiene porqué repetir el camino tradicional,
se ve confrontado a crear su propia vida a partir de su originalidad
individual. No es de extrañar pues que el advenimiento de la percepción lineal
del tiempo estimulara la aparición del individualismo moderno.
Otra ventaja, asociada con
la anterior, es la liberación del pasado que supone la percepción lineal del
tiempo. Desde este punto de vista, no es imprescindible repetir el pasado. Por
lo cual el individuo libera su potencial creativo y lo proyecta hacia el
futuro. Esto ha hecho que nuestras sociedades modernas se hayan vuelto
enormemente dinámicas, como manifestación del dinamismo generado en las mentes
individuales por esta liberación del determinismo asociado a la percepción
circular del tiempo. Dicho en otras palabras, el futuro ya no tiene porqué ser
idéntico al pasado. Por lo tanto, podemos crearlo.
Pero simultáneamente a
estas ventajas, la percepción lineal del tiempo también está provocando grandes
desequilibrios en las sociedades e individuos en los que impera.
Quizás el más importante de
ellos sea la excesiva proyección en el futuro. Si las sociedades en las que
impera la percepción cíclica del tiempo tienden a permanecer ancladas en un
pasado idealizado, las sociedades en las que impera la percepción lineal del
tiempo tienden a proyectarse hacia un futuro de promisión. Es el mito del
Progreso. El Progreso secular que los líderes políticos, económicos y sociales
actuales prometen a nuestras sociedades modernas no es más que una
actualización del mito de la Tierra Prometida que Moisés profetizó al pueblo de
Israel. ¿Cuándo llegaremos a esa Tierra Prometida? Si tardamos demasiado en
llegar a ella, o si no llegamos nunca, el pueblo puede desesperarse y puede
dedicarse a adorar becerros de oro. Esto es exactamente lo que nos está
sucediendo en los tiempos presentes.
Otro vacío importante
creado por una percepción lineal del tiempo concierne al «sentido» de la
flecha. Es decir, al sentido, a la dirección de la vida. En las culturas
determinadas por la percepción cíclica del tiempo, la reflexión sobre el
sentido de la vida ni siquiera tiene lugar. Desde este punto de vista, el
tiempo no tiene ninguna dirección. Simplemente es una repetición circular. La
función de las nuevas generaciones se reduce a repetir ritualmente los
comportamientos y valores establecidos por los antepasados en el pasado
glorioso. No hay ningún más allá del círculo. El destino del ser humano es
nacer, crecer, reproducirse, transmitir la tradición a sus sucesores y morir.
Como las plantas o los animales.
Por el contrario, en la
percepción lineal del tiempo el sentido de la flecha del tiempo surge con una
intensidad dramática. El ser humano se ve confrontado con la responsabilidad de
sus actos ya que sus actos presentes están creando un futuro nuevo. ¿Cuál y
cómo debe ser ese futuro? He aquí al ser humano sólo ante su propia
creatividad. ¿Qué sentido, adjudicarle al acto creador? ¿Qué dirección seguir?
Si el tiempo es una línea ¿hacia dónde se dirige?
Otro efecto secundario de
la percepción lineal del tiempo concierne a la aceleración progresiva de los
ritmos vitales. Esta aceleración viene dada, por una parte, por el dinamismo
que genera la liberación del pasado y, por otra, por la creciente ansiedad de
alcanzar el futuro de promisión (la completa y absoluta realización del
Progreso). Si en la percepción circular del tiempo, la meta de los individuos
es la de ser idénticos a los felices ancestros del pasado, en la percepción
lineal del tiempo la meta de los individuos es la de alcanzar lo antes posible
el Futuro Feliz. Por ello, en los tiempos modernos, son muchos los que se dan
mucha prisa por llegar lo antes posible al Progreso Futuro.
Se podría decir pues que si
uno de los principales efectos secundarios de la percepción circular del tiempo
es el excesivo apego al pasado, en la percepción lineal del tiempo es la
ansiedad por el futuro. La ansiedad, cuya base es un deseo insatisfecho,
acelera los ritmos y los tiempos.
Y otro de los principales
desequilibrios generados por la percepción lineal del tiempo, quizá uno de los
más cruciales desde mi punto de vista, y su correspondientes aceleración lo
constituye el profundo abismo que crea entre el pasado y el futuro. En efecto,
liberados del pasado lo único que les corresponde hacer a los individuos y
sociedades es lanzarse de bruces hacia el futuro, olvidando la famosa frase que
dice: «Quien no conozca el pasado está condenado a repetirlo». Este hecho lo
observamos, por ejemplo, en el profundo abismo generacional de nuestro tiempo.
Desde este punto de vista el tiempo avanza hacia el futuro tan rápidamente que
las nuevas generaciones creen no tener nada que aprender de las anteriores. El
pasado no importa. Sólo importa el futuro. Por otra parte, debido a la aceleración
real de los procesos, es cierto que en muchas ocasiones los padres son
incapaces de orientar convenientemente a sus hijos ya que desconocen
completamente el mundo y los valores en los que se mueven sus cachorros. Cada
generación es un mundo nuevo. Los conocimientos, la tecnología, los hábitos
sociales, las modas, los valores y pautas de comportamiento están
transformándose a una velocidad tal que dos generaciones actuales que comparten
el mismo tiempo de vida se hayan más distanciadas entre sí que la generación
del Pitecántropos Erectus de la Homo Sapiens.
Si las culturas
tradicionales ponen el énfasis en sus ancianos, porque representan todo su
pasado, la culturas post-modernas ponen el énfasis en sus niños y adolescentes,
porque ellos son su futuro.
El problema estriba en que
en estos tiempos presentes la comunicación entre los ancianos y los
adolescentes se reduce cada vez más drásticamente y la transmisión natural de
una generación a otra, de persona a persona, de ser a ser, se empobrece en la
misma medida.
¿Podemos experimentar el
tiempo de alguna otra manera?
Fluyendo en el
presente eterno.
Podemos. Pero tenemos que
estar dispuestos a transformar nuestra percepción del tiempo y de nosotros
mismos y dispuestos a aceptar las repercusiones sociales, culturales, políticas
y económicas a las que dará lugar dicha transformación.
La transformación de la
percepción que tenemos de nosotros mismos y del tiempo no puede suceder
meramente a nivel intelectual o ideológico, sino que supone una profunda
transformación de nuestro ser. Esto es, se trata de una transformación
espiritual en el núcleo de nuestro ser.
Esta transformación supone
una experiencia cognitiva y espiritual, una especie de iluminación o despertar.
Desde hace mucho tiempo, muchos seres humanos han experimentado la verdadera
naturaleza del tiempo. Se les llama sabios u seres de conocimiento. Ellos nos
han legado un conocimientos específicos y métodos concretos para penetrar en la
naturaleza del tiempo. Existen muchas tradiciones de sabiduría. Personalmente,
la que mejor conozco es la tradición budista zen.
La meditación zen es un
método excelente para fundir el pasado y el futuro en el instante presente. El
Zen enseña la práctica y la filosofía del instante presente. Nuestra existencia
es ahora. Vivimos ahora y aquí. La vivencia plena del presente nos libera de la
carga pesada del pasado permitiéndonos una gran libertad de crear nuestra vida
instante tras instante. Al mismo tiempo nos hace ver la futilidad de nuestras
proyecciones sobre el futuro.
No obstante, la experiencia
del aquí y ahora de la que nos hablan los maestros zen no puede ser concebida
totalmente desligada del pasado ni del futuro. Ello sería un acto de
irresponsabilidad extrema. Lo que el Zen viene a decirnos es que el momento
presente, aunque no sea exactamente el pasado, es la cristalización actual de
todos los acontecimientos pasados y, al mismo tiempo, constituye la semilla del
futuro. El momento presente del Zen no es una estación intermedia en la línea
ferroviaria que viene del pasado y que se dirige hacia el futuro. No es un
instante de paso entre el pasado y el futuro. El momento presente es
sencillamente el único que existe, el único que es real. Su realidad incluye,
no excluye, todos los instantes pasados y todos los instantes futuros.
Usted, lector o lectora de
este libro, comenzó su lectura en el instante presente, no en el pasado (nadie
puede comenzar la lectura de un libro en el pasado). En este preciso momento
usted sigue encontrándose en el instante presente y al concluir la lectura
seguirá estando en el instante presente (nadie puede acabar la lectura de un
libro en el futuro). Lo único que existe, instante tras instante, es el momento
presente. Por lo cual, podemos decir que la vida fluye incesantemente de un
instante a otro sin abandonar nunca el presente. Al experimentar de esta forma
el tiempo evitamos las percepciones extremas del tiempo percibido como un
círculo cerrado sobre sí mismo o percibido como una línea continuamente
proyectada hacia el futuro.
El tiempo fluye y al mismo
tiempo es siempre presente. Un presente eterno. Por ello, la mejor manera de
experimentar el tiempo es fluyendo en el presente eterno.
_______________
_______________
Epílogo de la obra "Fluyendo en el presente eterno" de Dokushô Villalba.
Colección De corazón a corazón.
Ediciones Miraguano
...traigo
ResponderEliminarsangre
de
la
tarde
herida
en
la
mano
y
una
vela
de
mi
corazón
para
invitarte
y
darte
este
alma
que
viene
para
compartir
contigo
tu
bello
blog
con
un
ramillete
de
oro
y
claveles
dentro...
desde mis
HORAS ROTAS
Y AULA DE PAZ
COMPARTIENDO ILUSION
DOKUSHO VILLALBA
CON saludos de la luna al
reflejarse en el mar de la
poesía...
ESPERO SEAN DE VUESTRO AGRADO EL POST POETIZADO DE CHAPLIN MONOCULO NOMBRE DE LA ROSA, ALBATROS GLADIATOR, ACEBO CUMBRES BORRASCOSAS, ENEMIGO A LAS PUERTAS, CACHORRO, FANTASMA DE LA OPERA, BLADE RUUNER ,CHOCOLATE Y CREPUSCULO 1 Y2.
José
Ramón...
muchas gracias, ahora comprendo un poco más esto del tiempo
ResponderEliminarMe pregunto si será posible definir la iluminación. El estado de ánimo que esto genera, un tiempo que fluye o que no fluye, o que es completamente lineal, incluso llegaría a decir que absoluto, unos estados de ánimos que no comienzan o decaen... En fin, muy agradecido por su blog, maestro Dokushô.
ResponderEliminarPor último me gustaría pedirle un favor. Si usted le echara un vistazo a mi blog, me sentiría muy honrado.Tengo historias propias y muy cortas.
http://mondosdelmundo.blogspot.com
Vistas las ventajas e inconvenientes del tiempo ciclico y del tiempo lineal y continuando con las figuras geometricas, me surge, como posible integración de estas dos formas de percepción del tiempo, la figura en espiral. Esta "espiral del tiempo" nos permite evolucionar en nuestro proceso vital, sin abandonar el movimiento ciclico. Con esta percepción, la velocidad con que nos alejamos de nuestro pasado, la velocidad de acercamiento al futuro y la velocidad de nuestro momento presente se ralentizan equilibrandose.
ResponderEliminarGracias Dokusho por compartir.
José Luis Sánchez.
:-)))
ResponderEliminarme lo llevo!
el reloj
ResponderEliminarde cuerda es circular
el digital es lineal
a las doce la campana
rompe el tiempo,
mi reloj de arena
a
tas
cado
mi reloj solar
nu--bla--do
vivo en un ritmo
de 3 por 4
¡Que lío, vaya día que llevo hoy!
ResponderEliminarMe he tirado un montón de tiempo preguntando la hora y cada vez me decían algo diferente. Al final creo que tendré que buscar un reloj que marque bien la ahora.
Ahorando
ResponderEliminar