miércoles, 15 de octubre de 2008

En armonía con la naturaleza


Probablemente Francisco Dokusho Villalba nunca habría imaginado en sus años mozos que acabaría siendo el primer maestro budista zen español de la Historia. Sin embargo, puede ser una de las personas que más en paz esté consigo mismo y con la naturaleza, temática sobre la que versan muchas de las conferencias que imparte a lo largo de toda la geografía española. No es para menos, pues considera que el ser humano "ha olvidado que somos parte del mundo, y que nadie puede vivir sin respirar, sin comer o sin beber". Una filosofía que, de ser seguida, dejaría al planeta Tierra en unas condiciones infinitamente mejores que en las que se encuentra actualmente.

Francisco se inició en la doctrina del budismo zen en Sevilla, tierra de donde es natural, allá por el año 1977. Por aquellos años, en plena Transición hacia la democracia en España, Francisco, que estudiaba Magisterio, sufrió una crisis existencial. Casualidades del destino. Encontró un monje zen junto al que empezó a practicar la meditación. Descubrió que le gustaba, así que "siguiendo el camino he llegado hasta aquí". Ahora es el primer maestro budista zen español de toda la Historia.

Este monje encontró su vocación de este modo, porque quiso. Para adoctrinarse, viajó primero a Francia, luego a Italia, de allí a Alemania -tres países con una cultura budista más arraigada que en España-, para acabar en Japón, una de las cunas de esta doctrina. Según afirma, el budismo zen es para él "un estudio universal que acaba siendo una profesión. Es estimulante, porque empiezas un camino y una tradición con más de 2.500 años de antigüedad". El hecho de ser el primer español en lograr ser maestro zen le enorgullece. "Es histórico", afirma.

Francisco Dokusho Villalba reconoce que en la sociedad de consumo actual, la doctrina budista zen está algo fuera de lugar si se coloca en un contexto global. Sin embargo, no es así a título personal. Se trata de "autoconocimiento, tomar conciencia de tí mismo, de lo que percibes a través de los sentidos. No se trata de pensar sobre ello, sino más bien es una práctica de observación de la realidad", afirma Dokusho.

Uno de los ejes de esta doctrina es la toma de conciencia sobre los asuntos relacionados con la naturaleza, algo con lo que quienes siguen esta doctrina andan muy familiarizados. De ahí que el maestro zen español considere que hay que mimarla, ya que, "si nos damos cuenta, veremos que lo que le hacemos a la naturaleza, nos lo estamos haciendo a nosotros mismos". Estas y muchas otras enseñanzas imparte el maestro en su centro de Valencia.

Reportaje de Nando Rico, publicado en Las Provincias, Alicante, el 15 de octubre del 2008.
Fuente: http://www.lasprovincias.es/valencia/20081015/alicante/armonia-naturaleza-20081015.html


viernes, 3 de octubre de 2008

El maestro zen Dokushô Villalba, en el ciclo 'Natural es Ciencia'

El primer maestro Soto Zen español de la historia, Dokushô Villalba, expondrá el modelo de realidad propuesto por el budismo y su relación con la ciencia moderna en una nueva conferencia del ciclo Natural es Ciencia que organiza el área de Medio Ambiente de la Diputación de Alicante.

El Marq acogerá hoy viernes, a partir de las 19.30 horas, esta ponencia, en la cual se abordará el sustrato sociocultural del que ha surgido la dramática crisis ecológica actual. El presidente-fundador de la comunidad budista Soto Zen español, Dokushô Villalba, explicará también el nuevo modelo ético imprescindible para solucionar la crisis actual.
Dokushô Villalba nació en Utrera, en 1956. Fue discípulo de Taisen Deshimaru Roshi, de quien recibió la ordenación de monje soto zen en 1978 en París. A partir de 1984 continuó estudiando con el maestro Shuyu Narita Roshi, abad del Templo Todenji, en la provincia japonesa de Akita. En 1987 recibió del maestro Narita la Transmisión del Dharma, convirtiéndose así en el primer maestro Soto Zen español de la historia.
Es Abad-Fundador del Templo Zen Luz Serena (Valencia), presidente fundador de la Asociación Española
de Tanatología, miembro del Consejo de Sabios de la Organización de Tradiciones Unidas y del Consejo Nacional del Parlamento Mundial de las Religiones.
Regularmente viaja dando conferencia e impartiendo seminarios de estudios o retiros de meditación zen. Actualmente reside en el templo Luz Serena con una comunidad de residentes siguiendo un modelo de vida basado en el espíritu del zen.

jueves, 17 de julio de 2008

UVITEL entrevista a Dokushô Villalba

Entrevista al maestro Dokushô Villalba
Con motivo de la presentación de su último libro Zen en la Plaza del Mercado
Utrera, 7 de marzo del 2008
Duración: 00:32:24



www.uvitel.tv (sección: entrevistas)

lunes, 21 de abril de 2008

Dokushô Villalba en El Tintero

“Siéntate y siéntete”, este es el mensaje que quiere transmitir Dokushô Villalba con su libro Zen en la plaza del mercado (Aguilar). Ahora que está tan de moda el Zen, este maestro de Dharma y fundador de la Comunidad Budista Soto Zen Española habla desde dentro. Al margen de la superficialidad, Dokushô explica en este libro como se puede alcanzar una vida más serena, más verdadera, más feliz; y cómo podemos buscar el equilibrio con el planeta que habitamos. Comercio justo, consumo justo, producción justa. Todas estas ideas están plasmadas en su libro que puede ser el inicio del camino que conduce a una vida Zen y en esta entrevista que ahora comienza con sus palabras.

Como apunte, la paz también se puede encontrar en las bellísimas fotografías de las que también es autor Dokushô Villalba (www.dokusho.eu).

¿Con que objetivo escribiste Zen en la plaza del mercado?

Con el objetivo de dar a conocer la tradición Zen y la proyección que esta práctica milenaria puede tener a la hora de arrojar luz sobre las causas de la crisis del mundo moderno y sobre las posibles salidas

¿Cómo se lleva la práctica el Zen o la vida Zen con otras teorías de la psicología actual como la gestión de las emociones o el autocontrol?

Se llevan bien. De hecho uno de los seminarios que imparto se llama Psicoterapia y espiritualidad. Hay publicado un DVD que recoge este seminario, donde expongo y estudio las relaciones entre la salud emocional y la salud espiritual. Por ejemplo, en el psicoanálisis tradicional, Freud consideraba que el espíritu religioso o el instinto religioso era una patología debida a un problema de carácter. Por eso la religión fue anatemizada en el psicoanálisis. Por otra parte, en las tradiciones espirituales se ha negado el trabajo de la psicología porque parece que irrumpía en el alma, que era coto privado de las religiones. Estos dos puntos de vista están muy superados actualmente y se ve que hay vasos comunicantes entre la salud emocional y la salud espiritual. No se puede tener una salud espiritual si no se tiene un cierto equilibrio emocional, por lo cual hay que trabajar a los dos niveles: a nivel de la estructura de carácter, de personalidad, de las emociones y a nivel espiritual. Hay que trabajar el ego, en el lenguaje psicoanalítico, y hay que trabajar más allá del ego, en el lenguaje Zen.

En el libro explicas como se puede meditar, las posturas, la respiración, la concentración en los sentidos, luego en las emociones… pero cuando paso de las emociones me pierdo, ¿cómo se hace después para conseguirlo?

La práctica de la meditación Zen es un entrenamiento que debe ser supervisado por una persona conocedora. No he escrito este libro para que la gente pueda meditar sólo con su lectura. Además de la lectura, se necesita instrucciones precisas para conseguirlo y supervisión continua. La práctica con el maestro para ir perfeccionándose es imprescindible. Es como si cojo un manual de F1 y pienso que, con su sola lectura, puedo conducir ya un coche de esas características.

Pero en este caso, como el instrumento es tu propio cuerpo, se piensa que es más fácil..

No hay nada más desconocido para nosotros mismos que nuestro propio cuerpo y nuestra mente, a pesar de tenerlos tan cerca.

Según planteas en tu libro es muy importante conocer la realidad para situarnos dentro de ella, pero es muy difícil conocerla porque está llena de subjetividades, ¿cómo lo hacemos?

Si cuando bajas una escalera no calculas bien la distancia de los peldaños, te caes. Eso quiere decir que esa percepción que tenías de la realidad no era adecuada. Igual sucede con todo. Vivimos a veces imbuidos en nuestra ignorancia y somos como elefantes en una cacharrería. Vamos dando golpes, haciendo daño sin querer. A veces creamos situaciones de confusión, de molestia, de aflicción y el resultado es que nosotros mismos estamos en un estado de aflicción, de falta de sentido, de frustración. Esta es la señal de que no nos estamos dando cuenta de qué va esto. Es la señal de nuestra torpeza. El mandato fundamental que lleva nuestro ADN no es sólo vivir, no es sólo instinto de vida. Su mensaje es vive y sé feliz. No sabemos cual es la meta última de la vida, pero podemos decir que todos estamos de acuerdo en que, en definitiva, queremos ser felices, sea como sea que cada uno defina esa felicidad. Si no lo conseguimos es que algo no está funcionando en nosotros.

¿Eso significa que la felicidad está en nosotros, no en el exterior?

Efectivamente.

Según este libro, nuestra vida debe estar en armonía con las tendencias de nuestro ser natural. ¿Cómo podemos hacer para saber cuáles son nuestras tendencias naturales?

No crear más confusión de la que hay. Por eso en la práctica zen es tan importante sentarse, sentirse y no hacer nada. Es difícil. El agua, cuando está agitada, se vuelve turbia pero cuando está quieta es transparente. Lo mismo sucede con nosotros. Estamos tan inquietos, tan angustiados, corriendo de un lado al otro, que este estado genera más agitación interior, emocional y mental, que no vemos. Así es como alimentamos la confusión. Sin embargo, cuando nos sentamos y nos tranquilizamos, sentimos nuestro propio corazón, nuestro ritmo respiratorio, la circulación de la sangre en el cuerpo. Cuando nos hacemos íntimos con nosotros, naturalmente sentimos lo que tenemos que hacer porque tenemos ese instinto animal que muchas veces está reprimido u oculto en medio de la confusión.

En el mundo en el que nos encontramos, el de la religión del mercado, ¿cómo podemos poner cada uno un granito de arena para salir de esta situación?

La responsabilidad individual es fundamental y, básicamente, la acción consiste en practicar un consumo responsable, es decir, no consumir innecesariamente. En las revoluciones del siglo XIX el poder estaba en el proletariado. Los proletarios eran los agentes para provocar el cambio de la historia. En el siglo XXI el poder de transformación se encuentra en el consumidor. El consumo responsable y el comercio justo son las claves. Esto significa no consumir más energía de la necesaria; no basar la felicidad en la adquisición de objetos materiales sino en el cultivo de un estado interior adecuado, en el trabajo con las propias emociones, con los propios deseos. Necesitamos una nueva cultura del deseo. Necesitamos aprender a desear, esto es, aprender a tener deseos que sean realmente sanos, que sean fuente de felicidad y de gozo, y no de destrucción y aflicción.

La sociedad de consumo actual excita el deseo hasta el paroxismo. El deseo es un fuego que está incendiando el planeta entero. El consumo está basado en desear más, siempre más. Esta huída hacia delante no tiene salida. Nos conducirá hacia el colapso porque no podemos desear ilimitadamente en un planeta cuyos recursos son limitados. En este planeta muy pronto seremos 9.000 millones de personas. Si 9.000 millones de personas, o 6.500 que somos actualmente, deseáramos y consumiéramos al ritmo que lo hacemos aquí, en España, no habría planeta suficiente para todos. Esta forma de entender la vida no tiene salida. La única solución es el decrecimiento económico, enfriar la economía, y aprender a vivir en una mayor sobriedad y en una mayor solidaridad.

Lo que nosotros consumimos de más es lo que otros consumen de menos. El equilibrio y la justicia son necesarios. No debemos olvidar que nuestro nivel de bienestar y de consumo tiene como resultado la miseria y la hambruna en otras partes del planeta, porque nuestra riqueza está basada en la depredación y en la injusticia. La riqueza de los países desarrollados y la pobreza de los países del tercer mundo están relacionadas.

La religión del mercado nos hace correr detrás de una zanahoria ilusoria, pero la verdadera paz y la verdadera felicidad no tienen nada que ver con el coche que usamos, ni con la cantidad de bienes que tenemos: comida, ropa, zapatos… no tiene que ver con eso. Tenemos que despertarnos del sueño de la quimera del oro y actuar en consecuencia. Esta será la auténtica revolución porque el consumo consciente hará que este el engranaje infernal se pare.
Si no nos paramos nosotros por las buenas, la naturaleza nos va a parar por la fuerza

¿También hablas de dejar de producir?

Debemos dejar de producir lo que no sea realmente necesario. Necesitamos una producción sensata y justa. Cuando entras en cualquier hogar occidental encuentras una gran cantidad de objetos inútiles. Vas a cualquier centro comercial y los objetos inútiles se cuentan por miles. La mayor parte de estos objetos sólo proporcionar un placer momentáneo cuando los compras. Después se convierten en un estorbo y pasan a formar parte de las toneladas de basura que producimos. Manipulamos una cantidad ingente de recursos naturales sólo para obtener instantes fugaces de falsa felicidad. A esto me refiero cuando hablo de la producción injusta e innecesaria. Para qué sirve tanta producción si ni siquiera somos capaces de aliviar el hambre en el mundo. Nuestra famosa productividad es estúpida. No tiene una utilidad real salvo el enriquecimiento material de unos pocos.

Mensaje último que quieres transmitir

Siéntate y siéntete. Es suficiente.

Entrevista de Yolanda Barambio para El Tintero
Fuente: http://lacomunidad.elpais.com/barambioes

sábado, 19 de abril de 2008

El zen, una búsqueda de felicidad interior

El maestro Dokushô Villalba recoge en ´En la plaza del mercado´ técnicas de meditación.

"Lo esencial para vivir en un estado de felicidad es la calidad del ser, no la del tener". Esta es una de las máximas que el monje soto zen y maestro Dharma Dokushô Villalba predica en su libro ´En la plaza del mercado´, una publicación editada por Aguilar y que expone las claves para comprender y sanar el malestar existencial en la era de la globalización a través de la meditación.

En una entrevista con este periódico, el maestro señaló que "el dinero se ha convertido en el nuevo Dios a adorar y la producción y consumo en el nuevo rito de expiación".

"Los efectos colaterales de este economicismo rampante son la injusticia social, los males ecológicos, la dominación neocolonial y confundir el precio con el valor de las cosas", añadió Villalba, fundador de la Comunidad Budista Soto Zen española y del Templo Zen Luz Serena.

Es por ello que Villalba quiere "aportar la visión del zen a esta situación" mediante su libro. "La búsqueda de la felicidad a través de la adquisición de bienes materiales nos hipoteca a depender de algo externo. La meditación zen ayuda a entrar en contacto con nuestra intimidad más profunda, con nuestros sentimientos y sensaciones, con la felicidad. Nos da un poso de satisfacción que nos hace depender cada vez menos de lo que poseemos y consumimos", añadió.

´En la plaza del mercado´ habla del zen desde sus inicios en India en el siglo V antes de Cristo, y trata la historia de esta cultura de una forma más actualizada: los principios filosóficos y la cosmovisión propia del zen entran en contacto con la fisiología, la neurología, la física cuántica y la psicología, matiza el maestro.

"Explico la técnica de meditación zen, fundamento de la tradición", añade Villalba, que se alegra de que la comunidad zen en España está en continuo crecimiento. Aunque advierte a los que se quieran adentrar en esta cultura: "el zen no es una ideología, ni una filosofía como tal, ni una religión. Es una práctica de meditación que conduce a una experiencia espiritual, a un estado de conciencia hasta llegar a un estado que se llama despertar", concluye.

Texto: N. Cacho
Foto: Gregorio Torres
Publicado en La Opinión, de Málaga, el 18 de Abril de 2008-04-19
Fuente: http://www.laopiniondemalaga.es/secciones/noticia.jsp?pRef=2008041800_11_173843__LucesdeMalaga-busqueda-felicidad-interior

viernes, 18 de abril de 2008

Como pollos en una granja



















Entrevista a Dokushô Villalba de Javier Estrada para la revista Plácet.

Maestro budista zen y español, de Utrera, Dokushô Villalba habla tranquilo y seguro, viste hábito de monje en plena Gran Vía y tiene una mirada serena y amable conversación cuando nos habla del libro que ha escrito. En su discurso tiene claro que la forma de vida creada por Occidente no se puede universalizar y que el consumo es una alucinación que no nos hará felices. Dice también que su experiencia zen es el camino.

¿Quién es usted?

Nací en Utrera (Sevilla), soy hijo de jornaleros andaluces, estudiante de Magisterio y con muchos años de trabajo en la lucha social y política en los barrios más marginados a mis espaldas.

¿Cómo llegó hasta el zen?

Fue tras un momento de crisis existencial en el que me di cuenta de que los valores de la lucha política no tenían la profundidad que yo requería. En esa época el mundo se dividía entre ricos y pobres, entre malos y buenos. Pero me di cuenta que unos y otros sufrían y que los seres humanos somos muy infelices. Yo tenía poco más de veinte años y cayó en mis manos un libro sobre budismo y ahí encuentro muchas respuestas y comencé a meditar y a experimentar.

Y ¿qué es el zen?

El zen no es una filosofía, no es fruto de la elucubración, no es una ideología ni un sistema dogmático de creencias. Es una experiencia vital y existencial que tiene como base la práctica de la meditación.

¿Qué le parecen los valores de las sociedades occidentales como la nuestra?

El dinero es hoy el dios al que todo el mundo adora y el mercado es la religión universal. Las religiones han pasado ser algo así como folclórico y residual en cuanto a su influencia. Y el rito de expiación actual es la producción y el consumo, y la creencia universal es en el progreso entendido como crecimiento ilimitado en el que todas las necesidades materiales puedan ser satisfechas. Hoy no hay más horizonte que el “produce y consume”.

¿Y cómo tenemos o cuidamos el espíritu y la felicidad?

La religión del mercado se basa en un error cognitivo, en una ilusión mental que es pensar y creer que el anhelo de felicidad puede ser satisfecho consumiendo bienes materiales o acumulando riqueza. Y eso es un error de bulto, una alucinación que sujeta un sistema en el que la sociedad es considerada como una granja de pollos donde a través de la estimulación del deseo, la gente entra en el engranaje del consumo para rendir plusvalía y beneficios materiales a una serie de clases privilegiadas.

¿Qué es la felicidad y cómo propone alcanzarla?

La felicidad no es un estado estático. Es un equilibrio dinámico. El estado de felicidad es un estado de autorregulación interior, además de armonía y sincronización con el medio ambiente. Desde este punto de vista tenemos que saber cuáles son nuestras necesidades reales y no seguir las necesidades creadas, que lo único que hacen es enajenarnos.

¿Qué propone el zen para ayudarnos a ser más felices?

El zen propone: “siéntate y siéntete”. No se trata de creer en nada, sino de sentirse a uno mismo. Toma contacto profundo contigo mismo. Hoy sacrificamos la felicidad emocional por tener acceso a bienes de consumo y así es cuando somos desgraciados.

¿A quien recomienda este libro?

A personas de entre 30 y 50 años. Aunque la meditación zen no es intelectual, es una pura toma de contacto contigo mismo. Es un libro para personas que han vivido, que han conseguido más o menos lo que querían pero que se siguen sintiendo vacíos; ¿por qué?, ¿qué ha fallado? Aquí están las respuestas.

¿Quién ganará Oriente u Occidente, zen o mercado?

La cultura occidental se ha basado en la observación del mundo externo y la cultura oriental se ha concentrado en el cultivo interior. La colonización fue un enorme trauma para Oriente y la reacción de defensa fue acercarse a Occidente para conocer y hacerse más fuerte que el enemigo. La globalización es inevitable y positiva pero sólo hay libertad para los capitales y la información y no está al servicio de la humanidad. Quien reparta equitativamente la riqueza y logre un crecimiento justo ganará.

Existe un uso abusivo y depravado del término zen.

Autor del libro “Zen en la plaza del mercado”, Aguilar, 2008)

publicada por Natalio Blanco, en Cambio 16, el 14 de abril de 2008.

Monje budista zen. Introdujo en España las enseñanzas de la escuela soto zen japonesa. Sus estudios sobre meditación zen son un referente en la difusión de esta práctica. Nació en Utrera (Sevilla) en el seno de una familia jornalera y en París estudió junto al maestro Taisen Deshimaru.

La corriente zen llegó a Occidente en la segunda mitad del siglo XX y desde entonces no ha parado de crecer y sumar adeptos. Pasó de ser conocida sólo por intelectuales y artistas a ser disfrutada por una cada vez más numerosa comunidad de seguidores. En Zen en la plaza del mercado (Aguilar) este reputado monje budista aporta muchas de las claves históricas y prácticas de esta corriente espiritual para que la meditación zen no tenga secretos para nadie y pase a ser una poderosa herramienta que nos ayude a comprender mejor el conflictivo y contradictorio mundo que nos ha tocado vivir, marcado por una potente y nueva religión: el dios Mercado y la diosa Globalización.

¿Por qué un título tan peculiar como Zen en la plaza del mercado?

Existe un texto clásico en la tradición zen que se llama “La doma del buey o las diez etapas del despertar”. La novena etapa es la experiencia cumbre del despertar espiritual, pero ahí no acaba todo. La décima etapa se conoce como “el retorno a la plaza del mercado”, es decir, el retorno a la vida cotidiana con las personas comunes. Esto quiere decir que, para el Zen, la más alta espiritualidad no es la que vive en la cima de la montaña o en la soledad del retiro, sino en medio del bullicio y de las actividades de la vida cotidiana. En este libro, después de exponer la historia, el fondo y la forma de la práctica de la meditación zen, después de conducir al lector o a la lectora por un viaje virtual hasta la experiencia del Despertar, retorno a las circunstancias cotidianas de cualquier ciudadano del siglo XXI, a la plaza del mercado. Y ahí describo el fenómeno cultural, social, político y económico que mayor influencia está teniendo en los tiempos modernos: la religión del mercado, un nuevo sistema de creencias en la que el Dinero es el nuevo Dios y la producción y el consumo exacerbados el nuevo rito religioso. En este libro, como Jonás, me adentro en las entrañas de la ballena.

Hoy día, todo lo que suene a zen tiene ganado el “cielo” del éxito editorial, aunque ¿no cree que hay demasiado aprovechado que vende “humo”?

La palabra zen ha sido puesta de moda. En una de mis conferencias una persona me preguntó si podría describirle en qué consiste el “orgasmo zen” del que había leído algo en una de esas revistas de usar y tirar. Se está produciendo un uso abusivo y depravado del término zen. Algunos expertos en publicidad y en marketing no dudan en utilizar el mismo útero de la madre que los parió si con ello consiguen enganchar a los consumidores. Por eso encontramos ipod zen, champú zen, gimnasios zen, cubertería zen… Lo mismo sucede en el mundo editorial. Todo el mundo quiere subirse al carro del vencedor y si la palabra zen está de moda, todos la usan para aumentar sus beneficios. Llevo veinticinco años publicando libros sobre el zen, pero si le preguntas a un transeúnte qué es el zen te dirá que uno de los últimos modelos de ipod. Este es un signo más de la cultura de la banalización que sufrimos. Por ello me alegro mucho de que una gran editorial como Aguilar haya roto una lanza al publicar una obra como la mía, que presenta fielmente la esencia de la tradición zen y las profundas repercusiones sociales, culturales y religiosas que el zen está tendiendo y tendrá cada vez más en occidente.

¿Es la respiración el tesoro más preciado para la meditación?

La respiración es el tesoro más preciado para la vida. Puedes vivir varias semanas sin comer y varios días sin beber, pero no más de unos pocos segundos sin respirar. Por ello, nuestra mayor riqueza personal es la respiración. Paradójicamente contaminamos el aire que respiramos en la búsqueda alocada de una riqueza abstracta que, finalmente, no nos hace más felices sino más ansiosos. La meditación zen consiste en sentarse y sentirse, tomar conciencia de la propia respiración, que es como decir tomar conciencia del maravilloso milagro de estar vivo. La concentración sobre la respiración ha sido desde la antigüedad, y en todas las tradiciones espirituales, la puerta principal para acceder a estados de conciencias expandidos, caracterizados por una calma profunda y por una visión amplia de la realidad que somos y en la que somos. Por el contrario, el sistema de vida que nos impone la religión del mercado nos aleja de lo esencial haciéndonos correr detrás de cosas superfluas.

En esta obra realiza una encendida crítica a la sociedad actual por su culto al dinero como fin en sí mismo. ¿Es inevitable esta tendencia en el mundo que nos ha tocado vivir?

No, no es inevitable sino algo perfectamente evitable. Esta tendencia obedece a intereses creados. Quien controla el flujo y el valor del dinero controla la población y tiene el poder de marcar las tendencias sociales. Pocos son los que saben que la Reserva Federal Norteamericana y muchos bancos centrales son entidades privadas, no sujetas al control democrático sino, más bien al contrario, las que imponen las líneas de actuación a los gobiernos elegidos democráticamente. Los dirigentes y defensores de la religión del mercado quieren hacernos creer que el actual sistema económico neoliberal es el orden natural del mundo, cuando en realidad es una ideología y un sistema perfectamente planificado por un grupo de poder muy reducido. Como dijo Nicholas Murray Butler, presidente de la Pilgrim Socity y miembro del Council on Foreing Relations : "El mundo se divide en tres categorías de gente: un grupo muy pequeño decide los acontecimientos que deben producirse; un grupo más extenso se encarga de que dichos acontecimientos se produzcan y, por último, una vasta mayoría que nunca sabe lo que realmente está sucediendo”.

Así que quieren hacernos creer que este es el único mundo posible, pero afortunadamente somos cada vez más los que creemos y sabemos que otro mundo es posible. El dinero es sólo un medio de transacción comercial, no un fin en sí mismo ya que el dinero en sí mismo no se puede comer, ni da calor ni protege del frío.

En la sociedad de la opulencia la insatisfacción personal va ‘in crescendo’. ¿Puede la meditación zen por sí misma invertir esta realidad?

La meditación zen no es una varita mágica que pueda solucionar instantáneamente los males del siglo. La crisis actual es tan compleja e implica tantas interrelaciones que sólo puede ser abordada desde una perspectiva multidisciplinar. La práctica de la meditación zen ayuda a tomar conciencia de que la felicidad global, tanto individual como colectiva, no puede ser alcanzada sólo a través de parámetros economicistas o materialistas. De lo que se trata sobre todo es de una crisis espiritual y existencial cuya solución pasa por reconsiderar la naturaleza de la existencia humana y su función en el concierto universal. Necesitamos una nueva revolución copernicana en la que el ser humano se sitúe en la posición que le corresponde en relación a los demás seres vivos, esto es, necesitamos pasar de una visión egocéntrica o etnocéntrica a una visión mundicéntrica. En esto, la meditación zen puede jugar una función importante porque ayuda a los individuos a desidentificarse de las auto-imágenes adquiridas por el condicionamiento social y cultural y les permite abrirse a una visión más amplia y abarcadora.

Cómo encontrar el punto zen

El primer maestro español explica en un libro qué puede aportar esta visión de la vida al mundo occidental

Texto: Regina Sotorrío
Foto: Francis Silva
Publicado por el diario SUR de Málaga, el 18 Abril 2008.
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SUENA el despertador. Son las siete de la mañana. Un desayuno rápido, y a la calle. A paso ligero y, con suerte, se consigue llegar con sólo cinco minutos de retraso a la oficina. Comienzan las reuniones, presentaciones, comidas... y un sinfín de compromisos y actividades que mantendrán la mente ocupada hasta bien avanzada la tarde. «Necesitamos muchísimo una práctica que nos ayude a pararnos del trajín incesante en el que andamos metidos y sentirnos», explica Dokushô Villalba con una sorprendente parsimonia que transmite a quien le escucha. Él ha encontrado la calma en medio de tanta vorágine.

Hace 30 años que en la vida de este sevillano se cruzó el zen, «una visión de la vida, de la realidad, de uno mismo que surge como fruto de la práctica de la meditación». Diez años después, tras una profunda e intensa preparación, fue nombrado maestro zen, el primer español en ostentar ese título. Desde entonces dedica sus días a fundar templos zen, transmitir su sabiduría y, por supuesto, a meditar al menos dos horas diarias. Ayer presentó en Málaga su última publicación, 'Zen en la plaza del mercado', en el que expone qué puede aportar esta rama budista a una sociedad «dominada por la ideología mercantilista, en el que los criterios mercantilistas son dogmas religiosos».

El zen «tiene un espacio en Occidente». No es una filosofía, una ideología, ni una religión. Por eso, defiende Dokushô, puede llegar a todas las clases sociales, a todas las profesiones, sin ser incompatible con la práctica de otra religión. Todo consiste en encontrar un hueco para «el silencio y la quietud».

La meditación es la base. En la postura de loto -en la que aparece Buda en todas sus esculturas- y controlando la respiración. El objetivo «es no tener objetivo», ni siquiera el de dejar de pensar. «Aporta una profunda relajación, no sólo corporal sino emocional y mental, pero también un estado de vigilia y de despertar, con lo cual los sentidos están muchos más agudizados y la conciencia de sí mismo y la realidad se vuelve mucho más clara y aguda», explica. De esta forma, «el fin último que anhelamos todos», la paz interior y una profunda satisfacción, se acercan.

El zen «no es un recetario, ni una técnica de bienestar al uso», pero plantea al individuo preguntas útiles para orientar su vida: cuáles son las verdaderas necesidades y aspiraciones, cuál es lo verdaderamente importante y por qué merece la pena dedicar la vida y el tiempo a algo. «Un dicho zen afirma que nada que no sea capaz de superar la muerte es realmente importante», apunta Dokushô. A partir de esa idea, el zen estimula la conciencia del hombre sobre la muerte y enseña que el tiempo de vida es corto y limitado, por lo que «cada uno de nuestros instantes es precioso, único», afirma.

Paz y felicidad

Y hay más. Según Dokushô, la meditación zen ayuda a comprender que «la paz y la felicidad dependen sobre todo del estado interior». De nada sirve, por tanto, «perseguir metas externas, correr detrás de objetos creyendo que la posesión de los bienes materiales es lo que nos va a dar paz».

Poco o nada tiene que ver esta visión de la vida con los populares jardines zen que se venden en centros comerciales. «Occidente trata de comercializarlo todo y miniaturiza los jardines zen y los convierte en objeto de consumo», señala. Para el maestro son, simplemente, «una pieza de decoración, una especie de 'pret a porter', un elemento de la cultura snob». En su opinión, la ignorancia y el afán mercantilista de occidente han «desnaturalizado» la palabra zen, aplicándola desde a un videojuego, a un iPod, o un gimnasio. «Sirve igual para un roto o un descosido», lamenta.

Fuente: http://www.diariosur.es/20080418/sociedad/como-encontrar-punto-20080418.html

martes, 8 de abril de 2008

Dokushô Villalba en "Ratones Coloraos"

El pasado martes 1 de abril se grabó la entrevista de Jesús Quintero a Dokushô Villalba para el programa "Ratones Coloraos", de Canal Sur Andalucía. En principio esta entrevista iba a ser emitida el martes 8 de abril, pero por cuestiones de programación su emisión no tiene aún fecha fijada. La productora El Silencio nos informará la misma mañana en la que vaya a ser emitida, en todo caso un martes a las 22.30. Por favor, consulta la programación de Canal Sur o este blogs.

Entrevista a Dokushô Villalba, maestro soto zen.

La angustia por el dolor y el sufrimiento de los demás le llevaron a las comunidades cristianas de base. Después, le tentaron el marxismo y el comunismo libertario, pero acabó por ver la luz en el budismo. Francisco Dokushô Villalba, utrerano que ahora dirige en Valencia el Templo Zen Luz Serena (www.dokusho.eu), ha publicado recientemente «Zen en la plaza del mercado» (Ed.Aguilar), libro con el que este miembro del Consejo de Sabios de la Organización de Tradiciones Unidas quiere acercarnos a este sistema de creencias y conocimiento milenarios. Leamos (y vivamos, sobre todo vivamos) en paz

Entrevista de MANUEL DE LA FUENTE para ABC Domingos, publicada el 6 de marzo del 2008.

-¿Qué alforjas se necesitan para viajar al planeta zen?

-Este viaje puede hacerlo cualquiera que tenga una salud normal, física y emocionalmente.

-¿Qué lleva a la gente a acercarse al universo zen?

-Suele ser gente madura que se ha realizado profesional y humanamente y que, llegada a la estabilidad, se pregunta: ¿Hay algo mas? Esa inquietud existencial es lo que atrae a la mayoría a practicar la meditación zen.

-Pero usted fue ordenado con veintidós años.

-Siempre tuve mucha sensibilidad al sufrimiento. Fui educado en una escuela salesiana y luego empecé a trabajar en Acción Católica, de donde pasé a las HOAC (Hermandades Obreras de Acción Católica, germen de Comisiones Obreras), de ahí al PCE y acabé terminando en el grupo Liberación en torno a la editorial ZYX, que en los albores de la Transición publicaba a pensadores de izquierda no estalinistas, como Bakunin y Proudhom.

-De las barricadas al zen. No sé si religiosa, pero es toda una experiencia.

-A los veinte años tuve una gran crisis ideológica. Me di cuenta de una cosa muy tonta y muy sencilla, pero muy real: los ricos también lloran y sufren. Algo muy importante, porque para mí en esa época el mundo se dividía entre ricos y pobres. Los pobres eran los buenos y las víctimas, y los ricos eran los malos y los verdugos. Tenía amigos burgueses y veía su dolor. Y me dije, la clave no está solo en el poder adquisitivo o la riqueza, hay causas más profundas del sufrimiento.

-Cayó del caballo y se dio de bruces con Buda.

-Más o menos. Empecé a leer libros de budismo y, sobre todo, asistí a la conferencia de un monje zen español formado en Francia, al que ayudé a abrir un centro de meditación. Al año tuve una especie de revelación, una apertura como lo llamamos nosotros. Vi claro que mi vocación era el zen, fui ordenado, y al zen he dedicado mi vida.

-¿Qué puntos de unión hay entre el zen y otras religiones?

-La experiencia religiosa es una, es la misma en esencia para todos; después viene cómo cada tradición explique esa experiencia que, por naturaleza, es inefable, está más allá de las palabras y de los credos. La experiencia religiosa pura es un estado de unidad con la totalidad, la completa inserción del ser humano en el orden cósmico, llámesele Dios, Buda... es la comunión de los santos.

-Los místicos cristianos tampoco andarán lejos.

-A partir de mi experiencia en el zen descubrí la profundidad mística de Santa Teresa, San Juan de la Cruz, el maestro Eckhart... El zen me dio las claves para comprender la «Subida al monte Carmelo», de San Juan.

-¿Dónde arranca la práctica humana de la religión?

-Todas las prácticas religiosas tienen su origen en el chamanismo, que según Mircea Eliade es un conjunto de técnicas arcaicas para alcanzar el éxtasis místico entendido como un estado ampliado de conciencia expandido, en el que se percibe la realidad de una forma completamente distinta al estado ordinario.

-¿Cuál es el medio zen para llegar a la meditación? Los giróvagos bailan y bailan, otras religiones cantan, otros pasan las cuentas del rosario.

-Las técnicas chamánicas están basadas en enfocar la atención en el ritmo y en el sonido, por eso los instrumentos básicos son el tambor (pum, pum, pum) y el canto del chamán. Se trata de generar un ritmo respiratorio que induce el trance. Nosotros nos sentamos en meditación, y acompasamos el ritmo respiratorio y el cardiaco, en un proceso en el que el corazón es el tambor que lleva el ritmo básico de la vida.

-Tenemos en la retina a los monjes budistas en las revueltas de Birmania y Tíbet...

-En Oriente las órdenes budistas permanecen en el ámbito monástico, salvo en situaciones extremas, como en Vietnam con los monjes que se quemaban a lo bonzo. En Birmania y Tíbet han vuelto a darse esas situaciones extremas y los monjes se han solidarizado con el pueblo. Si no hubieran estado presentes, la matanza habría sido mayor.

Fuente: http://www.abc.es/20080406/domingos-domingos/maestro-dokusho-maestro-soto_200804060311.html
mdelafuente@abc.es

viernes, 28 de marzo de 2008

Entrevista PSICOLOGIA PRACTICA

por Ana García-Piñán
para PSICOLOGÍA PRÁCTICA
Fotos de Eloy Lozano

P. En Occidente “estar Zen” es algo así como estar en paz con uno mismo, pero al leer tu libro me he dado cuenta de que utilizamos la palabra con bastante frivolidad y que su significado es infinitamente más rico: ¿qué significa Zen?

R. Como bien dices, el término zen se ha puesto de moda y encontramos todo tipo de objetos de consumo llamados zen: perfume zen, ipod zen, gimnasios zen, restaurantes zen, decoración zen… Se trata de un uso abusivo e irrespetuoso del término. Zen es el nombre de una tradición budista que tiene mas de dos mil quinientos años de antigüedad, una escuela budista que tiene su origen en India pero que se conformó como tal escuela en China entre los siglos VI y VIII. Después fue transmitida a Vietnam, Corea y Japón. Literalmente, la palabra japonesa “zen” significa “recogimiento”, “interiorización” y hace referencia al estado de conciencia que se genera con la práctica de la meditación zen, llamada zazen.

P. En tu libro hablas de budismo Zen, no sé si porque hay varios tipos de budismo o porque lo diferencias del budismo como religión: ¿el budismo Zen es más un camino de crecimiento interior que una religión en el sentido de creencia en una vida después de la muerte, verdad?

R. Todas las formas de budismo tienen su origen en el fundador histórico, el Buda Sakiamuni, que vivió en el norte de India en el siglo V a.C. Con el tiempo, a medida que el budismo se iba extendiendo por distintas regiones y nuevos países fueron apareciendo nuevas interpretaciones de la enseñanza original y aparecieron distintas escuelas budistas. El budismo zen es una de estas escuelas que ha llegado a Europa procedente de Japón. ¿Es el budismo zen una religión? Depende de lo que se entienda por “religión”. Si por religión entendemos “creer en Dios”, el budismo zen no es una religión, ya que en nuestra tradición no trabajamos con la hipótesis de Dios. Pero si atendemos al sentido original del término religión, que procede del latín religare y que quiere decir, “volver a unir”, el budismo zen es una religión en el sentido de que su práctica permite que el ser humano vuelva a sentirse unido con la Totalidad.

P. De hecho, la experiencia personal es más importante que el dogma y por lo que he leído en tu libro, hay “poco” cuerpo dogmático, más bien es una cuestión de práctica, de entrenamiento mental...

R. La tradición budista zen no es una filosofía, ni una ideología ni un conjunto de creencias dogmáticas. Es sobre todo una experiencia personal. La tradición zen transmite un sistema de práctica psicofísica, la meditación, que adecuadamente ejercitado conduce a cada uno a la experiencia personal del despertar de la conciencia. A partir de esta experiencia, renovada en cada sesión de meditación, cada individuo puede crear su propia vida, asumiendo la responsabilidad de sus actos, a la luz de la conciencia despierta. En el zen se dice que todos los seres humanos somos Budas en potencia y que la práctica adecuada despierta y actualiza en la vida cotidiana el Buda que somos.

P. Invita a nuestros lectores no inciados (o sea, a la mayoría) a que prueben sus beneficios, qué les dirías...

R. La meditación zen es muy simple. Se trata sólo de sentarse y sentirse. Sentarse en una postura corporal adecuada -como explico en mi libro-, en un estado de receptividad, de atención, sin pretender conseguir ni alcanzar nada sea lo que sea. No se trata de obtener beneficios, de conseguir algo. Sino más bien, de descansar profundamente en el no-hacer. No se trata de llegar a ser algo que no somos sino de dejarnos ser tal y como somos. La práctica del zen se basa en una profunda confianza en la naturaleza humana. Nada nos falta ni nada nos sobra. Nos dejamos ir con el vaivén de la respiración y cuando la mente se calma por ella misma, el universo entero aparece en su estado de perfección original, más allá de cualquier idea preconcebida de perfección o de imperfección.

Más que a llegar a ser alguien que no somos o a obtener algo que no tenemos, la meditación zen nos ayuda a soltar lo que no somos, lo que no necesitamos.

P. También es interesante que nos cuentes la vida de Buda porque es un gran desconocido en Occidente, aunque su biografía a veces parece más bien una fábula: vive encerrado en palacio rodeado de felicidad... hasta que descubre el dolor (ajeno, por cierto) y decide salir a afrontar la realidad y su carga de enfermedad, vejez y muerte. En realidad, su vida parece un cuento moralizante, casi una metáfora del camino del ser humano: cuando deja atrás la inocencia y la felicidad de la infancia y entra en la vida adulta. ¿O hay que tomárselo como una biografía al pie de la letra?

R. La narración de la vida del Buda Sakiamuni fue puesta por primera vez por escrito varios siglos después de su muerte. Aunque su existencia histórica está fuera de dudas, es muy probable que la historia del Buda que ha llegado hasta nosotros sea una hagiografía creada a lo largo de los siglos. Más allá de los hechos históricos, la vida del Buda es una metáfora del recorrido existencial de cualquier ser humano: su infancia transcurre en un ámbito familiar fuertemente protegido de las miserias del mundo, se divierte y crece como cualquier joven, se casa, tiene un hijo y poco a poco va tomando conciencia de la verdadera naturaleza de la existencia. Entra en contacto con el dolor provocado por la enfermedad, la vejez y la muerte y, cuando ha alcanzado todo lo que un ser humano puede desear en este mundo se pregunta: ¿es esto todo? Se da cuenta que por muy dichosos que seamos, tarde o temprano envejecemos, perdemos las facultades, el cuerpo enferma y, por último, sobreviene la muerte. La muerte es el fin de todos los sueños ilusorios. El Buda se preguntó: ¿cuál es la causa última del dolor y del sufrimiento? Y para responder a esta urgencia existencial abandonó su mundo, su palacio, su esposa, su hijo, y se retiró al bosque para meditar y descubrir la verdadera naturaleza de nuestra existencia y del malestar existencial que padecemos.

P. La dura realidad deprime al Buda en su contacto con el mundo hasta que aprende que renunciar a los placeres y alegrías puede ayudarle a encontrar una paz y una felicidad más duraderas. ¿Por qué crees que todas las culturas –también la cristiana- temen tanto a la alegría y al placer? También Buda, como Cristo, resiste a las tentaciones y tiende a anular su propio yo. Perdona que haga de abogado del diablo, pero no es un poco contranatura negarse los placeres de la vida y anular la propia personalidad? Desde la psicología moderna eso no parece sano...

R. El Buda no negó los placeres ni las alegrías de la vida. Por el contrario, el objetivo último de su búsqueda fue el verdadero gozo y la verdadera alegría. El Buda diferenció entre gozo sensorial, gozo emocional-psicológico y gozo suprasensorial. Los dos primeros tipos de gozo son condicionados, es decir, están sujetos a las circunstancias y su naturaleza es inestable y efímera. Las sensaciones y las emociones pueden ser agradables o desagradables. Muy a menudo lo agradable se vuelve desagradable y viceversa. Es imposible pasar la vida experimentando sólo sensaciones o emociones agradables. El placer es inseparable del dolor. Por ello, nuestras experiencias de gozo sensorial y emocional son siempre fugaces y después del placer nos encontramos con el dolor. Lo que el Buda enseño es que el verdadero gozo y la verdadera alegría no tienen como soportes las sensaciones ni las emociones, sino un estado de conciencia interior que permanece estable y pacífico tanto en medio de las experiencias de placer como de dolor. El Buda no negó ni rechazó el placer sensorial y emocional. La tradición budista no es ascética, pero tampoco es hedonista. El placer sensorial y el gozo emocional forman parte de la naturaleza humana pero no podemos encontrar en ellos un estado de gozo estable y duradero. Y dado que lo que anhelamos todos los seres es un estado de gozo estable y duradero, el Buda nos enseñó el camino para llegar hasta él. No se trata pues de anular la personalidad, sino de trascenderla, ir más allá de ella, incluyéndola.

P. Sin embargo, los tres estados nocivos básicos que plantea el Zen me parece que han resistido maravillosamente el paso de ¡miles! de años: el apego, el odio y la ignorancia. Seguro que todos los lectores entienden que haya que librarse del odio y de la ignorancia, pero ¿por qué es nocivo también el apego?

R. El apego es la otra cara de la moneda del odio. El amor-apego y el odio se recrean mutuamente. Nuestra actividad emocional siempre se manifiesta polarizada entre la atracción y el rechazo. Nos apegamos al “yo” y a “lo mío” y rechazamos lo “Otro”. Esta es la causa del egocentrismo, del etnocentrismo, del nacionalismo excluyente, del integrismo ideológico y religioso, sea cual sea el color que adopte. Apegarse a algo es causa de dolor y sufrimiento porque todo lo que nace, muere tarde o temprano. Todo está en continuo cambio, nada ni nadie permanece idéntico a sí mismo. Si una mujer joven y hermosa se apega a su belleza, tarde o temprano, cuando envejezca y pierda la juventud, sufrirá por ello. Lo mismo puede sucederle a un hombre joven apegado a su físico, a su virilidad o a su inteligencia. Ni la vida ni el cuerpo nos pertenecen. La vida nos atraviesa y nos conduce por un proceso de transformación continuo que termina por desembocar, como un río, en el océano de la muerte, que es la disolución del yo y de lo mío. Aquellas personas fuertemente apegadas al yo y la vida son las que sufren la agonía más dolorosa. El estado de no apego no significa no obstante “indiferencia” emocional. Cuando estamos alegres y somos felices, estamos alegres y somos felices. No tenemos porqué apegarnos a ello. Cuando estamos tristes y somos desgraciados, estamos tristes y somos desgraciados y tampoco tenemos porqué apegarnos a ello. La vida es una sucesión de alegrías y tristezas, de encuentros y de desencuentros, de pérdidas y ganancias. El no apego es la cualidad de fluir en la corriente de la vida.

P. En su largo proceso de “iluminación”, el Buda exploró su inconsciente, “mató” su yo, resistió las tentaciones, disolvió sus estados mentales nocivos... pero, si he entendido bien, eso le llevó muchos años. ¿Convertirse en Buda es sinónimo de haber crecido al máximo como persona?

R. El fin último de la práctica budista es el despertar de la naturaleza de Buda que dormita en el interior de cada ser humano. Convertirse en un Buda plenamente despierto es realizar el fin último de la naturaleza humana: desplegar las capacidades de bondad, compasión, conocimiento y poder interior. El “yo” no existe realmente. Es una autoimagen mental creada por los condicionamientos sociales y culturales. Somos mucho más de lo que creemos ser. Los estados mentales nocivos tienen que ver con el apego terco a esta autoimagen que llamamos “yo”. “Matar” el yo quiere decir darse cuenta de que no hay ningún “yo”, en tanto que entidad diferenciada de los demás seres vivos. Por ejemplo, el aire que respiro, el agua que bebo, el solq ue me caliente y me permite vivir ¿son yo o no? Convencionalmente decimos que esas cosas no son “yo”. Sin embargo, ningún “yo” podría vivir sin las aportaciones que hacen el aire, el agua y el sol. “Yo” no es algo limitado a este cuerpo individual. Nuestra piel no es la frontera entre el “yo” y el “no-yo”. El verdadero Yo es Todo porque el Todo es lo que está sustentando en cada instante la vida de esto que llamamos “yo”. La experiencia última de la vida es vivir la Unidad consciente con el Todo. Esta es la esencia de la verdadera experiencia religiosa.

P. La idea de “psicopatología” que subyace en la filosofía Zen también es muy interesante. Para Buda, la causa profunda de todo enfermedad es el deseo y sus derivadas (la avidez, la ansiedad, la avaricia, la codicia, la ambición, el apego...) y el odio (y su familia: la aversión, el rechazo, la agresividad, la cólera...). Y ambas están, además, originadas por la ignorancia. Así que esa tríada sería el origen de todo dolor, de toda aflicción. Desde este punto de vista, ¿aprender a no-desear nos ayuda a crecer como personas y a mantenernos psicológicamente sanos?

R. El Buda no negó la función del deseo en la vida humana. Para el budismo, el deseo es la manifestación de la fuerza vital misma. ¿Cómo podría ser negado? Ahora bien, lo que el Buda nos dijo fue que debemos aprender a desear con el fin de convertir la energía del deseo en fuente de verdadera paz y felicidad. El deseo es fuego interno. La humanidad dio un paso crucial cuando nuestros antepasados aprendieron a manejar el fuego. Domesticado, el fuego se convirtió en motor de progreso y civilización. No obstante, cuando el fuego campa a sus anchas se convierte en una fuerza destructora. Ahí tenemos los incendios que han destruido ciudades enteras y hectáreas y hectáreas de bosque. Lo mismo sucede con el fuego interno del deseo. Necesitamos una nueva cultura del deseo, necesitamos aprender a usar de buena forma nuestra capacidad de desear. Actualmente, las agencias de publicidad que trabajan para la religión del mercado se concentran en excitar en la gente todo tipo de deseos. El combustible del rito fundamental de nuestro tiempo -la producción-consumo- no es el petróleo sino el deseo convertido en codicia, en avaricia y ambición. La religión del mercado está incendiando el planeta al inflamar el deseo en la gente. Nadie tiene suficiente. Nadie está satisfecho. Se desea más y más y más… pero, finalmente, los recursos del planeta son limitados y no pueden satisfacer nuestros deseos ilimitados. He aquí la crisis del mundo moderno. Lo que el zen enseña es una estilo de vida basado en la simplicidad voluntaria. No es más feliz quien mas tiene sino quien menos desea.

P. Y siguiendo el mismo razonamiento, ¿aprender a amar y conocer, nos ayuda igualmente en el camino del crecimiento personal?

R. No se puede amar lo que no se conoce y no se puede conocer lo que no se ama. El amor no es sólo un sentimiento sino una forma de conocimiento que nos permite darnos cuenta de una realidad inaccesible para la mente racional y para los sentidos. Ya dijo Atoine de St. Exupery que “lo esencial es invisible a los ojos”. Crecer como seres humanos es crecer en amor y en conocimiento. Pero ¿qué significa amar? Básicamente, el amor es entrega, abandono de sí, fusión con el ser amado. La meditación zen es un acto de amor porque meditando aprendemos a entregarnos, a abandonarnos, a olvidarnos de nosotros mismos. Olvidándonos a nosotros mismos podemos hacernos uno con el ser amado. Y de esta experiencia de unidad surge el verdadero conocimiento.


P. Pero, en este contexto, el conocimiento no es saber “cosas”, “materias”, sino conocer-se, explorarse ¿no? Explícaselo un poco a nuestros lectores... O sea, conocer a través del camino de la meditación...

R. Efectivamente, cuando en el zen hablamos de conocimiento no nos estamos refiriendo al conocimiento intelectual ordinario. No se trata de acumular informaciones ni de ejercitar la memoria. El conocimiento zen es no dual. En este sentido, el conocedor y la cosa conocida son no dos. Cuando nos sentamos en meditación nos volvemos íntimas con nosotras mismas, sentimos nuestro cuerpo, el latido del corazón, el ritmo respiratorio, los sentimientos y pensamientos que cruzan nuestro campo de conciencia… Nos sentimos plenamente integrados en nuestra piel, en nuestra carne, en nuestra sangre y en nuestros huesos. Nos fundimos con el ser real que somos, liberándonos así de las falsas imágenes que nos hacemos de nosotros mismos. Aprendemos a dejar de juzgarnos, de valorarnos, de compararnos, de competir con los demás. Nosotros mismos, cada uno de nosotros mismos, somos un universo completo y la meditación zen nos ayuda a vivir en el centro de universo que somos.

P. ¿En la filosofía Zen tiene sentido hablar de crecimiento personal o sólo de estadios de control mental hasta llegar (luego te preguntaré por esto) a la “iluminación” final?

R. En el zen no se habla de crecimiento personal ni de control mental. En el zen no hay nada que tenga que crecer ni nada que haya que controlar. Lo que la meditación zen nos enseña es a ser lo que realmente somos, tal y como realmente ya somos. La meditación zen no es una técnica de control mental ni de crecimiento personal. Más bien al contrario, con la práctica de zazen, las personas se liberan de las falsas representaciones mentales que se han fabricado sobre ellas mismas. Esto es como cuando la niebla se disipa y el paisaje aparece en toda su magnificencia y belleza. El paisaje siempre ha estado ahí. No hacía falta crearlo ni traerlo de ningún sitio. Aparece solo cuando la niebla se disipa. La meditación zen facilita la disolución de esa niebla que llamamos ignorancia.

P. También me ha llamado mucho la atención que lo que consideramos “lo último” en Psicología, la Psicología Cognitiva, resulta que hace tres o cuatro mil años que ya lo descubrieron los maestros Zen... Porque para ellos, la ignorancia como causa última del dolor psicológico no es otra cosa que una serie de “errores cognitivos”, ¿no? (percepción errónea de la realidad, pensamiento dualista, negar la transitoriedad de nuestros males...)

R. Exacto. El término ignorancia la traducción del japonés mumyo, que significa “no claro”, es decir, oscuro. Esta oscuridad perceptiva es un error cognitivo, un error de percepción que nos impide ver las cosas tal y como son. Por ejemplo, un hombre regresa de madrugada a su casa borracho después de haberse divertido en una fiesta. Al cruzar el jardín ve una serpiente enorme. Coge un hacha y la corta en pedazos. Después se va a dormir la mona. A la mañana siguiente decide que es un buen día para regar el jardín. Busca la manguera y … ¡se la encuentra partida en pedazos! En su ebriedad confundió una manguera con una serpiente. También nosotros, en la ebriedad producida por la ignorancia, confundimos las cosas reales con las representaciones mentales que nos hacemos sobre ellas. Esto no sería grave si nuestra manera de vivir y de relacionarnos con el mundo no se viera afectada. Vivimos como si no fuéramos a morir nunca, consumimos como si los recursos naturales fueran ilimitados, contaminamos el aire sin darnos cuenta de que así nos envenenamos a nosotros mismos, derrochamos el agua como si ni tuviera valor… en nuestra forma de vida hay un error de percepción fundamental. A esto es a lo que el budismo llama ignorancia.

P. De hecho, todo el Zen, todo el trabajo de meditación, es un entrenamiento “cognitivo”, no?

R. Sí, el camino budista es una forma de corregir los errores de percepción. La meditación zen es un sistema de seguridad, una especie de control de calidad del proceso cognitivo. Lo primero y más urgente es corregir la percepción errónea que tenemos de nosotros mismos. No somos lo que creemos ser ni lo que nos han dicho que somos. Somos lo que somos. ¿Cómo podemos saber qué somos realmente? A través de la experiencia directa de nosotros mismos, más allá de todas las representaciones. Cuando nos sentamos en zazen estamos solos con nosotros mismos, nos volvemos íntimas con nosotras mismas, estamos sintiéndonos, conociéndonos directamente, explorando nuestros sentimientos y nuestro inconsciente. Para ello utilizamos una herramienta cognitiva esencial: la atención. La vía del zen es un camino en el que se cultiva y se potencia conscientemente la cualidad de la atención. La causa de todo error cognitivo es una atención deficiente. La enseñanza del cultivo de la atención debería ser una asignatura obligatoria en las escuelas. Hoy día, gran parte del fracaso escolar se debe a una insuficiencia de atención por parte de los niños. Tienen tantos estímulos en su entorno que su atención se dispersa en todas las direcciones y no son capaces de concentrarla a voluntad. Bueno, esto no le sucede sólo a los niños, también a los adultos.

P. Y como al psicoanálisis, veo que le interesan más las causas que los síntomas, ir a la raíz de los problemas...

R. En el zen se dice que no hay que preocuparse por las flores ni por las ramas sino que hay que ir directamente a la raíz. La cultura de usar y tirar, la superficialidad y la vanalidad que caracterizan a nuestras sociedades de producción-consumo sólo atiende a lo evidente, a los síntomas. Si sentimos angustia existencial lo que queremos es quitarnos rápidamente la molestia consumiendo ansiolíticos, drogas, alcohol o comprando compulsivamente. La publicidad promete el paraíso en treinta segundos si adquieres el producto anunciado. Incluso se atreven a decir que si no eres feliz te devuelven el dinero. Cuando algo va mal nos resistimos a mirar profundamente en sus causas y tratamos de evadirnos. De ahí la cultura del entretenimiento que nos crea la ilusión de vivir en el mejor de los mundos posibles. Pero tenemos que ser conscientes de que tarde o temprano todos vamos a morir, uno por uno. Tarde o temprano tendremos que enfrentarnos al momento inevitable en el que nuestra existencia individual llega a su fin. Por lo que sabemos, somos los únicos seres vivos con conciencia de nuestra propia muerte. Y esta es la causa fundamental de nuestra angustia existencial, seamos o no conscientes de ello. ¿Qué sentido tienen nuestras experiencias de vida cuando llega el momento de morir? El gran tabú de nuestra cultura ya no es el sexo sino tanatos, la muerte. Pareciera que hemos creado un sistema cultural sólo para negar la realidad de nuestra fragilidad y vulnerabilidad ante la muerte.

P. Y también se adelantó a la Psicología Humanista cuando nos señala la importancia de dotar de sentido a nuestra vida, ¿no? ¿Cuáles son nuestros principales aliados para dotar de sentido a nuestra vida desde el punto de vista de la tradición Zen?

R. Desde la antigüedad, el budismo ha señalado lo que el neurólogo y psiquiatra austríaco Viktor Frankl ha puesto de relieve en los tiempos modernos: que el ser humano es, antes que una mente racional, un animal dotado de conciencia y que esa conciencia le insta a darse cuenta, a buscar y a vivir de acuerdo a un sentido. De una lectura interesada de Darwin se podría extraer la conclusión de que el único sentido es la lucha por la supervivencia y que en esta lucha sólo vencen los más fuertes. Esto ha dado lugar a una especie de darwinismo social como el que profesan los neoconservadores. Otros, como el científico Jacques Monod, han afirmado que el azar y la necesidad son las fuerzas que dirigen la vida. Esta actitud da lugar a un pesimismo existencial que conduce a un callejón sin salida, al suicidio individual y colectivo. Para el budismo, el sentido último de la vida humana no es otro que el estado de gozo, de paz y de felicidad, pero no entendido en un sentido hedonista o materialista. Se trata, como he dicho antes, del verdadero gozo. Si nos observamos, todo lo que hacemos tiene como fin último el sentirnos mejor. La experiencia de la felicidad es definida de forma distinta por los distintos seres vivos pero lo que nos une a todos es precisamente el hecho de tender hacia ese estado de gracia al que llamamos felicidad o gozo vital. Es importante no olvidar que nuestra meta última es ser lo más felices posible. El budismo zen es una economía de la felicidad. Aspiramos a una felicidad global, plena, una felicidad que incluya a todos los seres vivientes, sean cuales sean sus creencias, sus etnias, sus géneros, el color de su piel o la lengua que hablen.

P. ¿Qué actitudes mentales cultiva el Zen?

R. La meditación zen desarrolla dos actitudes básicas: la estabilidad y la lucidez. Estabilidad en el sentido de calma profunda frente a la realidad siempre cambiante. Estabilidad, o ecuanimidad, frente al incesante oleaje emocional. Paciencia en el sentido de no reactividad compulsiva frente a los estímulos. La lucidez es la cualidad más preciada de la conciencia. Hace referencia al hecho de darse cuenta. La meditación zen es una fábrica de darse cuenta, una fabrica de producción de conciencia. La calma emocional nos da libertad para responder adecuadamente a los estímulos. La lucidez nos permite comprender y tomar conciencia de las situaciones.

Teniendo como bases la estabilidad emocional y mental y la lucidez, la meditación zen nos permite abrirnos interior y exteriormente, expandiendo nuestro campo de conciencia más allá de las fijaciones y obsesiones que caracterizan nuestro carácter neurótico. La experiencia de apertura total a la vida nos da confianza, una confianza básica en que, sea lo que sea que nos ocurra, todo está bien y todo es tal y como tiene que ser.

P. Dices que los pilares del sentido de nuestra vida desde este punto de vista Zen son la conducta ética, la meditación y la sabiduría; me gustaría que le explicaras un poco a los lectores qué beneficios pueden obtener con la práctica de la meditación.

R. La conducta ética se refiere a la forma de vivir: en qué y cómo usamos nuestro tiempo y nuestra energía vital, cómo nos vivimos en el cuerpo, qué hace, cómo se comporta el cuerpo; qué palabras pronunciamos y desde qué estado emocional lo hacemos; qué clase de pensamientos alimentamos; cómo nos ganamos el sustento; cómo usamos los bienes, etc. En definitiva, la conducta ética habla de la sabiduría aplicada a la vida: cuál es la mejor forma de vida, la más justa, la más solidaria, la más armoniosa.

La meditación en zazen es el espacio que nos concedemos para hacer las paces con nosotras mismas, para entrar en nuestro reino interior y mantener una relación íntima, real y profunda con el ser que somos. Nos aporta la interiorización necesaria para permanecer en contacto con la profundidad de nuestra experiencia subjetiva, con nuestros verdaderos anhelos, o miedos, o necesidades.

La sabiduría es la visión iluminada que brota de la meditación. Gracias a esta nueva visión más clara y lúcida comprendemos mejor como vivir de la mejor forma posible. Los tres aspectos se retroalimentan.

¿Qué beneficios puede tener esto? Bueno, la pregunta me hace sentir como un vendedor de coches y no tengo la intención de vender las excelencias del Zen. La cosa es muy sencilla. No pretendo convencer a nadie de nada. La cuestión es sentarse y sentirse, aprender a hacerlo. Y después, que cada uno y cada una decida por sí mismo, por sí misma.

P. La meditación es un ejercicio de introspección muy poderoso que requiere entrenamiento y trabajo: para liberarse de las sensaciones, de las emociones y de los pensamientos. Me gustaría que trataras de explicar qué le queda a uno en la cabeza cuando se ha librado aparentemente de sus contenidos habituales. Es difícil de imaginar para los profanos...

R. ¿Cómo le explicarías a un ciego de nacimiento la cualidad del color rojo? ¿Cómo explicarías a alguien que nunca la ha probado que el agua del mar es salada? Hay cosas que sólo se comprenden mediante la propia experiencia. El estado de conciencia habitual es como un cielo siempre nublado y en constante movimiento. Las nubes van y vienen, son densas o sutiles, rosas o grises… pero la mente ordinaria está siempre cubierta de contenidos mentales. Con la meditación aprendemos a situarnos más allá de todos los contenidos mentales, sensoriales y emocionales. Es como cuando volamos en avión. Ascendemos, ascendemos, atravesamos la capa de nubes (a veces con turbulencias) y por último alcanzamos el cielo abierto, limpio y resplandeciente en el que sólo la luz brilla inundándolo todo. A alguien que nunca haya volado en avión esto puede sonarle a ciencia ficción pero aquellos que lo han experimentado saben que es cierto.

P. ¿Esa iluminación es sinónimo de felicidad? ¿En qué consiste la felicidad en el contexto Zen?

R. El budismo distingue distintos niveles de intensidad en la experiencia del gozo-felicidad. En primer lugar está la felicidad sensorial, que tiene como base y condición las sensaciones agradables. En segundo lugar está la felicidad emocional-psicológica, que tiene como base y condición estados mentales y psicológicos agradables y positivos. Estos dos primeros niveles de felicidad con condicionados y efímeros. Al depender de factores transitorios, la felicidad resultante es igualmente transitoria. Aunque los seres humanos aspiramos legítimamente a la felicidad sensorial y emocional-psicológica, no podemos encontrar un verdadero estado de bienestar basándonos exclusivamente en ella, ya que por su propia naturaleza es efímera. El anhelo de felicidad que nos motiva no puede quedar satisfecho exclusivamente con el tipo de felicidad sensorial y emocional-psicológica. La inquietud espiritual es una aspiración a un tipo de felicidad más profunda, estable y duradera. El budismo enseña que podemos acceder a este estado de felicidad, llamado sukkha, en sánscrito. Este estado de gozo que no depende de las circunstancias es una de las características de la experiencia de la iluminación.

P. Me gusta mucho el planteamiento “colectivo” que tiene el Zen de la felicidad, en el sentido de que como todos los seres formamos parte de la misma realidad, la meta de todos nuestros esfuerzos no puede ser otra cosa que el bien común, ¿no?

R. Si somos sensatamente egoístas no tenemos más remedio que trabajar por la felicidad de todos aquellos que nos rodean. Nadie puede ser realmente feliz en medio de un mundo desgraciado. Nadie puede construirse una isla de felicidad personal en medio de un océano de dolor y de sufrimiento. Por ello, desde el punto de vista del budismo zen, trabajar por el bien de los demás significa trabajar por el propio bien y trabajar por el propio bien es trabajar por el bien de los demás. Todos somos uno y todos estamos unidos, más allá de las aparentes diferencias.

P. Ese es un planteamiento elevado por solidario, pero un lector puede decirnos: meditando no se acaba con el hambre en el mundo. ¿Qué le dirías?

R. ¿Cuál es la causa del hambre en el mundo? La estupidez humana. Cada día se arrojan a la basura toneladas de alimentos en buen estado en los países desarrollados. La obesidad es una epidemia en las sociedades opulentas. Nuestro estilo de vida está basado en le derroche, en el consumo irresponsable. Alguien que haga de la meditación zen una constante en su vida comienza a darse cuenta de lo que es realmente necesario y de lo que resulta superfluo. Al no buscar ya la felicidad en la adquisición de bienes externos sino en el cultivo del autocontentamiento interno, los practicantes zen adoptan la sobriedad como estilo de vida. Y el consumo responsable es la mejor muestra de solidaridad que podemos hacer con respecto a aquellos que mueren o enferman por no disponer de lo humanamente necesario.

P. No sé muy bien si el Zen es más una filosofía de vida o una religión, pero me gustaría preguntarte si tiene algún planteamiento para después de la muerte.

R. El Zen no es una filosofía puesto que sus planteamientos no surgen de la especulación intelectual, aunque su manifestación adopta a veces una forma filosófica. Tampoco es una religión al uso, en el sentido de que no está basado en un conjunto de ritos, creencias o dogmas. Pero si atendemos al significado etimológico de la palabra religión - que procede del latín religare: volver a unir- el Zen es una religión en cuanto que es un camino que vuelve a unir al individuo humano con la totalidad de la vida. Es una vía que conduce a la experiencia de la Unidad Fundamental, la cual es la esencia última de todas las religiones. También en Occidente se tiende a asociar la práctica religiosa con la creencia en la vida después de la muerte. Esto es un prejuicio etnocéntrico. Con respecto a la cuestión del más allá de la muerte, el budismo Zen se sitúa en un punto intermedio entre el eternalismo -o creencia en la vida eterna del individuo- y el nihilismo - o creencia en la desaparición total de la vida.

P. En tu libro explicas los “niveles” de meditación y los “lugares psicológicos” con los que se va trabajando (haré un recuadro para completar la entrevista), pero ¿cuáles dirías que son los “síntomas” infalibles que nos hacen ver que hemos culminado la experiencia Zen, la luz que hemos de ver al final del camino...?

R. Las cualidades más importantes de la experiencia de la iluminación o despertar son el Pleno Gozo Interno, la Visión Penetrante que percibe la verdadera naturaleza de la realidad y la Compasión por todas las formas de vida. Estas cualidades se manifiestan necesariamente en la vida cotidiana, de forma que la actitud y el comportamiento cotidiano del practicante de meditación es la prueba más evidente de su despertar interno.

P. El título del libro me llamó mucho la atención al principio porque parece que nada más lejos que la meditación y una plaza del mercado... Después, leyéndolo, he visto que el título tiene sentido porque el fin último de la meditación no es aislarse y disfrutar de un nirvana particular sino reintegrarse y compartir con los demás esa experiencia. Ese es el objetivo final o lo es el hecho de liberarse del dolor, del sufrimiento y de la aflicción...?

R. La liberación del dolor y de la aflicción personal no es más que un paso previo o un medio hábil necesario para alcanzar la liberación del dolor y de la aflicción de todos los seres vivientes. El voto principal que hacemos los budistas al comprometernos con la práctica de meditación es el de trabajar por el bien de todos los seres vivientes. Y puesto que el ser viviente que cada uno tiene más cerca de sí mismo es uno mismo, pues trabajamos por nuestro propio bien, para empezar, y continuamos trabajando para el bien de todos. Esto quiere decir que la meta del budismo zen no es la felicidad personal. Vivimos en el seno de una vasta red de relaciones con los demás seres vivos. Jesucristo volvió a la plaza de los pueblos después de haber pasado cuarenta días retirado en el desierto. No se quedó viviendo como un eremita, absorto en la fusión con Dios o con la Realidad Inefable, sino que regresó allí donde estaban los seres humanos y curó a los enfermos de cuerpo y de alma, y expulsó a los mercaderes del templo. El título de mi libro hace referencia, por una parte, a esta necesidad de vivir la espiritualidad en la vida cotidiana, en el seno de nuestras relaciones. Y, por otra, hace referencia a la urgente necesidad de despertar los más genuinos y profundos valores espirituales en medio de un sistema social que ha convertido el mercantilismo en la razón de ser de la existencia humana. De nuevo, el Cristo que somos cada uno debe arrojar a los mercaderes del templo a fin de que prevalezcan los sentimientos e intuiciones más genuinamente humanos y que podamos recuperar el carácter sagrado de nuestra existencia y de todos los seres vivos.

P. Y una última cuestión, ¿no es un precio demasiado alto librarse de todos los deseos, alegrías, placeres y pensamientos... para poder eliminar los negativos?

R. El budismo zen no niega ni rechaza los deseos, las alegrías y los pensamientos. A lo que nos enseña es a no apegarnos a ellos. Necesitamos una nueva cultura del deseo. Necesitamos aprender a desear a fin de que la tremenda fuerza del deseo sea puesta al servicio de la verdadera felicidad individual y colectiva. La exacerbación de los deseos individuales, sean cuales sean, sea al precio que sea, es la estrategia del marketing y de la publicidad puestas al servicio de un sistema de producción y consumo irresponsable que no sólo no nos está aportando una verdadera felicidad sino que es tremendamente injusto, insolidario y que está destruyendo la naturaleza. O aprendemos a desear o perecemos.

P. Por favor, añade lo que quieras.

R. Un poema zen:

“Después del canto del búho
el silencio de la montaña
es más profundo aún”.

Lo esencial no puede ser expresado con palabras.