miércoles, 14 de octubre de 2009

Reconocimiento




«Estudiar la vía del Buda, estudiar la vía del Zen, significa estudiarse a sí mismo.
Estudiarse a sí mismo requiere el olvido de sí mismo.
Olvidarse a sí mismo significa ser naturalmente reconocido por todas las existencias del universo».

En estas palabras de Dogen Zenji podemos encontrar la esencia de la práctica de meditación Zen. Para poder sentir lo que realmente somos, tenemos que olvidar lo que hemos creído ser hasta ahora. Olvidarse a si mismo quiere decir olvidar la imagen que tenemos de nosotros mismos, olvidar la identificación, olvidar esa imagen mental con la que nos identificamos.
 Nuestra existencia como seres perceptivos y cognitivos es profunda y compleja. Creemos que el yo es una entidad encerrada dentro de este cuerpo que llamamos mío. Nos identificamos con un nombre, con un lugar de nacimiento y unos determinados valores culturales, educativos, religiosos.
 Nos identificamos con las emociones de atracción y rechazo que experimentamos, pero nuestra mente es mucho más profunda y compleja. Lo que llamamos nuestra mente sólo puede existir en la interacción con otras mentes. Nuestra mente es simplemente un nudo dentro de una infinita red formada por decenas de millones de nudos.
Para encontrar el sí mismo, el verdadero sí mismo, es necesario disolver las identificaciones, es decir, esos aspectos parciales y limitados de nuestro ser. Zazen es la práctica de la desidentificación. Si aparece un pensamiento, déjalo pasar. Si aparece una sensación corporal, déjala pasar. Si aparece una emoción, un recuerdo, una tensión, un proyecto … déjalos pasar como si fueran trozos de madera que flotan a la deriva en la corriente de un río.
Cuando uno se olvida a sí mismo, cuando uno se funde en la acción, cuando objeto y sujeto se juntan y desaparecen, cuando en la vida cotidiana cada uno de los gestos es realizado más allá del cálculo egocéntrico, cuando no hay una preocupación excesiva del yo y de lo mío, cuando eres lo que eres y estás totalmente en lo que estás haciendo entonces … todas las existencias del universo -los árboles, el cielo, la tierra, los pájaros, las montañas así como los seres humanos- certifican naturalmente que eres lo que eres.
A veces, en nuestras relaciones con los seres humanos, los conflictos surgen de la necesidad que tenemos de ser reconocidos por los otros. A veces sentimos una necesidad compulsiva de reconocimiento. La frustración subsiguiente es inevitable cuando este reconocimiento no se da, no se obtiene o no se da en la medida o la intensidad con la que a nosotros nos gustaría que se diera. Buscamos el reconocimiento de los demás pero, al mismo tiempo, no estamos muy predispuestos a reconocer a los demás. Al identificarnos con una existencia individual buscamos desesperadamente ser reconocido en nuestra inteligencia, eficacia, belleza, arte o en lo que sea. Esta necesidad compulsiva de reconocimiento puede darse en muchos grados e intensidad. En los más extremos nos encontramos con un narcisista rodeado de admiradores. En el mundo espiritual encontramos muchos «maestros» así.
Tenemos que entender que buscar el reconocimiento externo es la manifestación de nuestra propia incapacidad de reconocernos a nosotros mismos. Puesto que no somos íntimos con nuestro ser buscamos desesperadamente que alguien nos reconozca y nos haga sentir que somos algo o alguien. La vía del Zen es la vía del auto-reconocimiento. Tenemos que reconocernos a nosotros mismos en lo que somos, tal y como somos. Pero para poder reconocernos en lo que realmente somos, necesitamos olvidar lo que hemos creído ser hasta ahora.
De esta manera cuando uno lo olvida todo acerca de sí mismo, cuando uno olvida todas las imágenes mentales y emocionales a través de las cuales uno se concibe a sí mismo, cuando uno borra su propia personalidad, cuando uno vacía de alguna forma la mente, cuando uno lo olvida todo y sencillamente es lo que es tal y como es, instante tras instante, aquí y ahora tras aquí y ahora, entonces… no necesitamos reconocimiento de ningún tipo, ni exterior ni interior. La propia calidad de nuestra experiencia aquí y ahora borra nuestra necesidad de reconocimiento.
Paradójicamente, cuando somos reales aquí y ahora, aunque no busquemos el reconocimiento, el reconocimiento llega. Las diez mil existencias del universo saben reconocer la autenticidad del que es lo que es. Los animales saben cuando somos auténticos con ellos.
Para estudiarnos a nosotros mismos tenemos que olvidar todo lo que creemos saber de nosotros mismos. Cuando lo olvidamos todo acerca de nosotros mismos, todas las existencias del universo están ahí reconociendo que eres lo que eres.

Del libro "Fluyendo en el presente eterno"
Dokushô Villalba
Miraguano Ediciones, Madrid.

viernes, 9 de octubre de 2009

Montaña y río




El río de la actividad mental fluye y fluye durante zazen. Es importante permitir que la actividad mental fluya libremente. En el río de la actividad mental fluyen muchos contenidos diversos, pensamientos, encadenamientos lógicos, ideación, imágenes, recuerdos, sensaciones, proyectos, emociones. Nuestra función como meditadores es la de permanecer en un estado de observación ecuánime. A veces puede resultarnos difícil. Puede que aparezca el apego a ciertos contenidos, por un lado, y el rechazo hacia otros, por otro lado.

Debemos considerar que, cuando permanecemos en un estado de observación ecuánime, somos como un observador  sentado a la orilla de un río contemplando su fluir. El río fluye a veces rápido, a veces lento, a veces tumultuoso, a veces apacible. Si perdemos la observación ecuánime terminaremos por identificarnos con uno u otro contenido. Esto es como si hubiéramos caído a la corriente y fuéramos arrastrado por ella. 

Si en algún momento, debido al apego inconsciente o al rechazo ciego, nos vemos arrastrados por la corriente del río de la mente, entonces, en ese momento, también podemos desarrollar la observación ecuánime. Lo más importante es evitar el pánico. Una persona que no sabe nadar y cae en un río de corrientes rápidas se esfuerza desesperadamente por salir. El pánico es muchas veces la causa por la que estas personas terminan ahogándose. Por el contrario, si en ese momento puedes mirar la situación con un poco de sangre fría, de ecuanimidad, de distancia,  entonces puedes hacerte dueño de la situación y poco a poco dejarte fluir dentro del río hasta ir poco a poco alcanzando una orilla. Una vez fuera de la corriente puedes sentarte de nuevo y continuar tu contemplación.
La actividad mental nunca debe de ser reprimida o contenida. Es inútil tratar de crear un dique. El río de la mente debe fluir continuamente a fin de que su creatividad y su vitalidad se manifiesten. Es un error pensar que sentarse en zazen significa tratar de dejar la mente en blanco. ¡Ni siquiera la mente de los muertos está en blanco, tanto menos la nuestra que estamos aún vivos! El secreto de la práctica de zazen no es detener la actividad mental. Esto sería como querer detener el latido del corazón, el ritmo respiratorio o la secreción hormonal. La actividad mental forma parte de nuestra naturaleza como seres humanos. Ahora bien no debemos tampoco ser prisioneros de la actividad mental.
La actitud justa de la mente durante zazen es expresada por Dogen Zenji con el término  japonés sansui. “Sui” significa río, agua que fluye. “San” es  montaña. La montaña permanece quieta e inmóvil. El paisaje es así: Una majestuosa montaña permanece quieta e inmóvil mientras que por sus laderas un río fluye, siguiendo curvas y meandros sinuosos. Este es el paisaje de la actitud justa de la mente durante zazen.
La observación ecuánime es como una montaña que permanece siempre, como la superficie pulida de un espejo. Es la conciencia testigo, a-temporal, fuera del tiempo, del espacio y de las circunstancias. En el mismo paisaje está el río que fluye. Es la actividad mental, emocional, sensorial continuamente cambiante, completamente impermanente. Este es el estado que debemos generar tanto durante zazen como durante nuestra vida cotidiana.
Zazen  es sansui, montaña y río.  Durante zazen la mente debe fluir como un río sin obstáculos. La actividad de la mente es la manifestación de la energía creativa de la vida. De ninguna manera debemos construir diques de contención durante zazen. Debemos permitir que la mente fluya siguiendo su propia naturaleza.
Cuando el agua se estanca, se pudre, huele mal, puede ser causa de enfermedad. También cuando la mente se estanca aparece la obsesión, la fijación, la ofuscación, la obcecación. Todo esto causa trastornos y, en última instancia, dolor. La naturaleza del agua es fluir. El río fluye. La mente también fluye naturalmente cuando no creamos obstáculos. Continuamente aparecen contenidos, pensamientos, recuerdos, sensaciones, como remolinos en la corriente del agua que se forman para desaparecer acto seguido, siguiendo la propia corriente del río de la mente. No queráis detener, ni fijar, ni estancar el movimiento de la mente. Este movimiento es la fuente de la creatividad. 
Necesitamos este movimiento para crear nuestra vida cotidiana día a día.

Por otra parte zazen es como una montaña. La conciencia testigo que observa desde la ecuanimidad tiene la imperturbabilidad, la solidez, la estabilidad, la majestuosidad y la generosidad de una gran montaña. Ecuanimidad significa no tomar partido ni por ni contra. Significa no juzgar ni clasificar en tanto que bien o mal los contenidos que aparecen en la conciencia durante zazen.
Cuando olvidamos nuestras preferencias personales o dejamos de elegir, la conciencia testigo deja de estar vinculada al ego y se convierte en la conciencia de las montañas, de las nubes, de los árboles y de todos los seres vivientes. Las montañas, las nubes, los árboles, se ven a sí mismos a través de esta conciencia testigo. Esta conciencia testigo se convierte en la conciencia de las montañas, de las nubes y de los árboles, por ello se la llama cósmica y se la compara a una montaña generosa en cuyo seno viven y se alimentan muchos seres vivientes.
Durante zazen, tanto la libertad interior como la estabilidad o la paz profunda, surgen del no aferramiento, es decir, de la realización del principio fukatoku, imposible de aferrar. Cuando no generamos aferramientos, la vida fluye como un río. Cuando no nos aferramos a ninguno de los dos extremos de cualquier contradicción, podemos encontrar el equilibrio justo, la estabilidad, la inmovilidad, la paz interior.
Este es el sentido profundo de la expresión sansui que Dogen Zenji emplea en el  Shôbôgenzô. 
Sansui, estable como la montaña, fluido como el río.

Del libro "Fluyendo en el presente eterno".
Dokushô Villalba
Miraguano Ediciones, Madrid.

Retiro Zen de Otoño

Hoy comenzamos el tradicional retiro zen de otoño. Las plazas disponibles en Luz Serena están completas desde hace semanas. Hasta el lunes 12 nos dedicaremos a la práctica intensiva del Zen un grupo de 55 personas venidas de todos los puntos de España y de otros países, tan lejanos como El Salvador.

La próxima sesshin de profundización (rohatsu sesshin) tendrá lugar desde el  2 al 8 de Diciembre.



Y el próximo retiro de introducción será durante los días 28, 29 y 30 de diciembre.

Seminario Genzo-e en Zaragoza


SHOBOGENZO BUSSHO
"La naturaleza de Buda"


GENZO-E
Seminario de estudio sobre el Shôbôgenzô
impartido por Dokushô Villalba


Zaragoza, 23-25 Octubre


El Shôbôgenzô es la obra mayor del maestro zen Eihei Dôgen (1200-1254), que fue quien introdujo la tradición budista soto zen en Japón en el siglo XIII.
Compuesto por 95 capítulos, recoge las enseñanzas impartidas por el maestro Dôgen a sus discípulos a lo largo de treinta años. El Shôbôgenzô está considerado como la obra maestra de la filosofía budista zen japonesa, fiel heredera de la tradición Chan de China.
El presente seminario de estudio versará sobre el capítulo titulado "Busshô" (Naturaleza de Buda).

 "El Buda Sakiamuni dijo:

“Todos los seres vivientes poseen totalmente la naturaleza de Buda.
El Tathagata mora constantemente en ellos, sin ningún cambio”.

¿Cuál es el significado de “todos los seres vivientes poseen totalmente la naturaleza de Buda?” Son las palabras: “esto es algo inefable” las que hacen girar la Rueda del Dharma. Algunas veces se dice “seres vivientes”, otras “seres animados”, otras “todas las formas vivas”, o bien “todas las criaturas”. Esta expresión se refiere a todos los seres vivientes y a todas las formas de existencia. Es decir, la existencia total es la naturaleza de Buda y a la perfecta totalidad de todas las existencias se la llama “seres vivientes”. En este preciso momento, el interior y el exterior de todos los seres vivientes son la existencia total de la naturaleza de Buda".


Shôbôgenzô Busshô
Eihei Dôgen

Información e inscripción:

Asociación Zen de Zaragoza
Nai Niwa Zen Dojo
Calle Cuarte, n.º 83-bajo
50007 Zaragoza
667 998 381 
607 260 274
607 817 382

azz@luzserena.net
http://www.azz.luzserena.net/portada_zgz.htm

Seminario sobre el SHobogenzo en Galicia


Shobogenzo Shinjin Gakudô
“El estudio de la Vía con el cuerpo y con la mente”

El Shôbôgenzô es la obra mayor del maestro zen Eihei Dôgen (1200-1254), que fue quien introdujo la tradición budista soto zen en Japón en el siglo XIII.
Compuesto por 95 capítulos, recoge las enseñanzas impartidas por el maestro Dôgen a sus discípulos a lo largo de treinta años. El Shôbôgenzô está considerado como la obra maestra de la filosofía budista zen japonesa, fiel heredera de la tradición Chan de China.
El presente seminario de estudio tiene como eje el capítulo Shinjin Gakudô, (El estudio de la Vía con el cuerpo y con la mente), impartido a la comunidad monástica el 9 de Septiembre de 1243, en el templo zen Koshohorinji.

En este capítulo Dôgen Zenji nos estimula a prácticar y a estudiar con el cuerpo y con la mente la Realidad que se manifiesta ante nosotros.

En palabras de Dôgen:

“Si realmente fundimos “el que ve” con el “lo visto”, cada cosa será comprendida según su propia perspectiva. Usualmente consideramos los objetos naturales tierra, ríos, luna sol, estrellas como cosas exteriores a nuestra mente. Pero, de hecho, esas cosas son nuestra mente misma. No penséis, sin embargo, que esas cosas están dentro de nuestra mente. Abandonad las nociones de interior y de exterior, de entrar y de salir. La mente unificada no está fuera ni dentro, no viene ni va.

“Montaña, agua, tierra” es un pensamiento aquí y ahora. Es un instante, un momento, una secuencia del pensamiento de nuestra mente. Un nuevo pensamiento en un nuevo instante es “nueva montaña, nueva agua, nueva tierra.”. Cada pensamiento es independiente, instantáneo, autogenerado”.


El maestro zen Dokushô Villalba recibió la ordenación de monje zen en 1978 del venerable maestro Taisen Deshimaru roshi y en 1987 la Transmisión del Dharma de su segundo maestro, el venerable Shuyu Narita roshi. Es el fundador y presidente de la Comunidad Budista Soto Zen española y fundador y director espiritual del Templo Luz Serena.


Lugar:     Casa de retiro de las Apostólicas.
               A Ramallosa, Nigrán (Pontevedra)

Llegada:    Viernes 16 de octubre, a las 18h.
Partida:      Domingo 18 de Octubre, trás la comida.
Importe:     170 €, seminario y pensión completa.
Organiza:   Grupo Zen de Tui
                   c/ A Guarda 4, interior,
                   Tui
                   630 747 188
                   saul@luzserena.net
                   www.gzt.budismozen.es

miércoles, 7 de octubre de 2009

Subjetivo versus objetivo.


Durante zazen debemos cuidar de no caer en el subjetivismo, esto es, en la absolutización de nuestros propios estados mentales o emocionales. Por el contrario, a través de la observación o contemplación, debemos objetivar nuestra subjetividad, esto es, tomar conciencia de nuestras percepciones subjetivas.  
El zen es la práctica de la pura toma de conciencia. El entrenamiento zen es una pura toma de conciencia. Por ello, durante zazen, debemos permitir que el río de nuestra mente subjetiva fluya y fluya naturalmente. Zazen no es una negación de nuestro mundo subjetivo. Debemos permitir que las percepciones, los recuerdos, las sensaciones, los sentimientos, las emociones, los anhelos fluyan libremente. No hacemos nada para reprimir ninguna parte de nosotros mismos. No juzgamos.  No nos juzgamos diciendo: «Esta parte mía está bien, esta parte mía está mal» sino que permitimos que nuestra mente se manifieste y fluya tal y como es, tal y como se presenta. Esta actitud, cuando la comprendemos y la practicamos, nos permite una gran libertad interior, nos permite manifestar cualquier aspecto de nuestra propia existencia subjetiva, sin miedo a los juicios, sin juicios. 

Ahora bien, esta plena libertad en la propia subjetividad debe estar necesariamente equilibrada con una cierta objetividad, esto es, con una observación desapasionada, ecuánime. Debemos ser capaces de desidentificarnos de nuestro mundo subjetivo. Es sólo cuando nos desidentificamos de nuestro mundo subjetivo que podemos obtener una cierta visión objetiva sobre nosotros mismos. Esta desidentificación es un trabajo eminentemente emocional. Este sutilísimo trabajo emocional se produce a través del cultivo sistemático de la ecuanimidad. Ecuanimidad quiere decir no identificarse con el apego y no identificarse con el rechazo, sea a lo que sea.
Por ejemplo, puede que durante zazen se os venga algún recuerdo de la actividad onírica nocturna, algún tipo de sueño. Tal vez un sueño sexual en el que habéis mantenido una relación con vuestro partenaire ideal (el hombre o la mujer que se encaja perfectamente con vuestros deseos subjetivos). Os puede venir el recuerdo del placer experimentado y un fuerte apego a ello, como si no quisierais experimentar durante zazen otra cosa que no sea esa sensación placentera. Os gustaría conservar la memoria, el recuerdo, la reverberación de esas sensaciones placenteras de manera que permanezcan el mayor tiempo posible en vuestro campo de conciencia. Podéis esforzaros en ello, impulsados por el apego. Sin embargo, la naturaleza de todas nuestras percepciones o sensaciones subjetivas es impermanente. Las impregnaciones, recuerdos, sensaciones aparecen para desaparecer después. Vuestra felicidad inicial se puede convertir en frustración y la fustración en cólera. La cólera se convierte en agresividad, en malestar y, de pronto, os encontráis en un estado de conciencia infernal. Este proceso se produce cuando hay una falta de visión objetiva, de contemplación, cuando hay ausencia de auto-observación. 
Ciertamente lo mismo puede suceder con la emoción contraria, el rechazo. Durante zazen puede surgir el recuerdo de una pesadilla nocturna. Podemos experimentar alguna de nuestras muchas e intensas paranoias, percepciones a través de la cuales creemos que el mundo o algunos personajes en concreto sólo tienen el propósito de destruirnos o hacernos daño. Podemos encontrar alguno de esos personajes en nuestra imaginación subjetiva durante zazen. Podemos generar un profundo odio o rechazo hacia ese personaje imaginado. Aunque ese personaje sea real o tenga presencia objetiva, nosotros siempre lo imaginamos desde nuestra propia subjetividad, teñiéndolo con nuestras apreciaciones subjetivas. Puede que un gran odio o fobia se despierte en nuestro interior y nos lleve desear asesinar a nuestro personaje imaginario. Puede que de pronto nos veamos intensamente comprometidos en un ritual de sangre y destrucción, devorados por un fuego interno, por la cólera o el odio. Supongamos que, en ese momento, tenemos un atisbo de objetividad y tomamos conciencia de lo que está pasando dentro de nuestra mente. Entonces podemos sentir tal vergüenza, tal miedo de nosotros mismos, tal rechazo que tratemos de negar o reprimir justo eso que está surgiendo en ese momento en nuestra mente. (Y es que, en el fondo, todos queremos ser buenos chicos y buenas chicas tal y como nos han enseñado).  Puede que en el momento en el que nos descubrimos sintiendo emociones tan destructivas nos juzguemos y nos condenemos a nosotros mismos. Entonces, toda la energía destructiva que antes habíamos dirigido hacia nuestros enemigo imaginario, la volvemos contra nosotros mismos.  
Nuestra actividad emocional está prácticamente todo el tiempo pasando del extremo del apego al extremo del rechazo, desde la empatía a la antipatía. Esto conforma un mundo subjetivo alimentado por una actividad emocional inconsciente e incontrolada. 

El primer paso para generar un estado de libertad interior que le permita a la mente fluir y liberarse de todas sus cargas inconscientes es la ecuanimidad. La ecuanimidad equilibra la balanza formada por los dos extremos del apego y rechazo. La ecuanimidad genera automáticamente la capacidad de desidentificación de los contenidos de la propia mente. Esta desidentificación es la que nos conduce a la visión objetiva sobre nosotros mismos.

De esta forma, gracias a la meditación zazen, podemos establecer una armonía íntima entre lo subjetivo y lo objetivo. Cuando nos sentamos en zazen y simplemente nos entregamos a un estado de ensoñación sin auto-observación, estamos cayendo en el extremo del subjetivismo. Por el contrario, cuando nos sentamos en zazen y queremos controlar completamente nuestra mente no permitiendo que se manifieste nada que pueda perturbarla, entonces estamos cayendo en el extremo del objetivismo.  
La práctica de zazen es hishiryo, más allá de lo objetivo y de lo subjetivo. Espero que podáis entender esto.

"Fluyendo en el presente eterno"
Dokushô Villalba
Miraguano Ediciones, Madrid.


lunes, 5 de octubre de 2009

Sonriendo



Durante la meditación zazen, procura no mantener rigideces en el cuerpo ni en la mente. Toma conciencia de tus ideas obsesivas, de esos pensamientos en los que queda atrapada la atención y que aparecen una y otra vez como si tuvieras en la mente un disco rallado. Pon especial atención en el rostro durante zazen. Relaja toda tensión innecesaria en el rostro, especialmente alrededor de la boca. Permite que tu rostro se serene. En la medida de lo posible, trata de generar una sonrisa delicada desde el fondo de tus vísceras, de tu corazón y de tu mente. 
Tener la capacidad de generar una suave sonrisa interior es enormemente importante. Si aparece alguna dificultad interior, algún apego terco, algún obstáculo, no alimentes la cólera, el resentimiento, el abatimiento o la depresión sino más bien sonríe conscientemente. Observa lo que sucede.  La sonrisa interior relativiza nuestras experiencias subjetivas. La sonrisa interior hace que todo se vuelva mucho más ligero, una brisa cálida en invierno, fresca en verano, mientras que la gravedad, o un exceso de gravedad, nos anquilosa, nos vuelve rígidos, nos cosifica. Un exceso de gravedad puede esconder fácilmente un exceso de importancia de sí mismo. A veces creemos que somos muy importantes. Creemos que lo que nos sucede es absolutamente importante. La sonrisa relativiza, quita hierro al asunto, nos permite fluir mucho más en el río de la mente, en el río de la vida, en el río de las relaciones.
En la práctica de zazen hay un aspecto que no debemos olvidar. A pesar de la firmeza que se requiere para la practica de zazen, a pesar de la determinación necesaria, a pesar de la solemnidad de zazen, la postura debe ser  interior y exteriormente la expresión de esta sonrisa interna. 
Relaja el cuerpo. No alimentes tensiones. Deja pasar. Nada es tan importante. Nosotros mismos no somos tan importantes. Antes de que cante un gallo no quedará de nosotros más que polvo.

Del libro "Fluyendo en el presente eterno". 
Dokushô Villalba
Ediciones Miraguano, Madrid.
Foto: Dokushô Villalba




Fluyendo


El sexto patriarca Hui-neng alcanzó un súbito despertar al oír la frase del Sutra del Diamante según la cual “cuando la mente no se detiene sobre nada, la verdadera naturaleza de la mente aparece”. En el lenguaje moderno a esto se le llama «fluir».
Fluir es una manera de ser en el tiempo, de ser tiempo. Aquí y ahora nuestras sensaciones, percepciones, ideas, imágenes, emociones, recuerdos, anhelos, rechazos, etc. forman el río de la actividad de la mente. Este río fluye instante tras instante. Nunca está quieto. A esto se le llama impermanencia.

Cuando sentimos que nuestro propio ser es un río que se desliza y se transforma continuamente, puede que surja el miedo. El miedo genera resistencias. A veces tenemos la sensación de que el río de la vida fluye demasiado rápido. Por lo tanto queremos poner diques de contención para controlarlo, pero ya Lao-tsé, en el Tao Te King, dijo que “el mundo es una vasta corriente de energía imposible de controlar”. Es importante que comprendamos y aceptemos este «imposible de controlar». En el Zen se dice fukatoku, «imposible de aferrar», imposible de detener. Es inútil pues resistirse.

Además debemos comprender que no existimos solos. Nuestra mente existe en interdependencia con la mente de todos los seres humanos, de todos los seres vivientes. Nuestra mente sólo existe en interdependencias con el movimiento del sol, de la luna y de las estrellas. Nuestra mente es como una gota de agua dentro de una corriente de agua inmensa, enorme, y no podemos oponernos al curso de los acontecimientos aplicando nuestros miedos y resistencias a voluntad.

Fluir es no resistirse, aceptar, entregarse al río de la vida. Esta es la razón por la que durante zazen debemos evitar el estancamiento, la fijación. El estancamiento se produce cuando aparece el apego o el rechazo a cualquiera de los contenidos que atraviesan, instante tras instante, nuestro campo de experiencia. El cansancio, por ejemplo, no debe ser considerado como obstáculo. Simplemente es una percepción más que surge en el curso del río de la mente. El miedo tampoco es un obstáculo cuando podemos observarlo con ecuanimidad.

Según la teoría científica nada puede alcanzar ni superar la velocidad de la luz pero, según la enseñanza de los Budas y Patriarcas, la conciencia - cuando no se detiene en nada, cuando no es frenada por nada- es mucho más rápida que la luz.

Del libro "Fluyendo en el presente eterno"
Dokushô Villalba
Ediciones Miraguano, Madrid.
Foto: Dokushô Villalba.