lunes, 15 de febrero de 2010

CAMBIO ENTREVISTA POR RADIO INTERNET

La entrevista prevista para el próximo viernes 19 febrero, de 19h. a 21h. a Dokushô Villalba en ABJ Radio por internet HA SIDO POSPUESTA POR RAZONES TÉCNICAS.

Se avisará del día y la fecha de la emisión.
www.abjradio.webs.com

Disculpen la molestia.

viernes, 12 de febrero de 2010

Entrevista a Dokushô Villalba

Emision 49 del programa Mimos para el Alma, Radio Nava FM 108.0 Asturias, España.
Entrevista al maestro zen Dokusho Villalba
Fecha de Emision: 10-02-2010
Conduce: Sinda Miranda
Controles Tecnicos: Sinda Miranda y Diego Rodriguez

jueves, 11 de febrero de 2010

Medianoche es la verdadera luz



 Cada día el sol se levanta por el Este y la luna se oculta por el Oeste.
Los ojos son horizontales y la nariz vertical.
Después de la inspiración viene la espiración. Después de la espiración, viene la inspiración.
Cuando caminamos, el peso del paso de la pierna izquierda depende del paso de la pierna derecha.

Infierno o paraíso es una opción personal que depende del juicio que cada uno hace de sí mismo. Una sensación dolorosa puede ser la puerta de entrada a sufrimientos infernales si así lo decide uno mismo, o bien puede ser la puerta de entrada a la libertad y al paraíso, si uno opta por la desidentificación y el desapego. Infierno o paraíso coexisten aquí y ahora separados por el espesor de un cabello.

En «El samadhi del Espejo Precioso» escrito por el maestro Dongshan Liangjie (Tozan Riokai) se dice:
   
«Media noche es la verdadera luz, el alba no es clara».

A menudo los poemas que contienen enseñanzas de los viejos maestros Zen resultan oscuras, contradictorios. Parecen ir contra el sentido común. El sentido común nos hace ver que la media noche es oscura y que el alba es luminosa.
Sin embargo ¿qué es la verdadera claridad? La claridad de un Buda es distinta de la claridad de un ser ordinario. Los seres ordinarios vemos los objetos y las cosas en su forma y los Budas ven la naturaleza profunda de cada cosa.

La luz del día, la luz de la conciencia discriminativa, nos hace distinguir los objetos de la percepción y decimos; árbol, camino, tierra, mujer, hombre, casa, tuyo, mío, etc. A esto le llamamos claridad. Sin embargo, la mayor parte de las veces, las apariencias de las cosas que vemos bajo esta aparente claridad nos están cegando realmente, nos están impidiendo ver la naturaleza real de las cosas de cada ser o del mundo. Las impresiones sensoriales actúan como un pantalla, creando un mundo de formas, colores, sensaciones, sonidos, que son parecidos a espejismos, como reflejos en la nada. Estos reflejos ilusorios nos hacen perder de vista la naturaleza esencial, el propósito esencial. Para el maestro Tozan, la media noche es la verdadera luz porque en ese punto los sentidos y las conciencias sensoriales no están embotados por los objetos sensoriales y, sin embargo, la conciencia está ahí, la verdadera luz de la conciencia está ahí. Con esta luz de la propia conciencia, que se manifiesta tanto en la claridad como en la oscuridad, es con la que debemos hacernos íntimos. Esta luz de la propia conciencia es el aspecto más real de nuestro SER.

¿Qué significa desarrollar una fuerte conexión, una fuerte intimidad con la propia naturaleza del Buda? No apegarse, ni dejarse engañar por los aspectos más fenomenales de nuestro ser.

Esto es tener una profunda confianza en sí mismo y en la naturaleza de Buda de los demás. Esta confianza es parecida a la que existe entre una madre y un hijo: poco importa lo que haga el hijo, la madre nunca pierde la conexión esencial con él.

En cierta ocasión, en la antigua China, una madre estaba hilando tranquilamente con su rueca en la puerta de su casa. Llegaron los vecinos y le dijeron que su hijo había robado tal y cual cosa. La madre siguió hilando tranquilamente sin prestar atención a las habladurías. Ella conocía íntimamente el corazón de su hijo y sabía que era incapaz de robar. Después se supo que alguien parecido a su hijo era el que había robado. Todos pensaban que había sido su hijo, pero ella sabía que no era así, porque conocía y confiaba en su hijo. Su hijo se fue del pueblo y al cabo del tiempo le llegaron rumores de que su hijo había asesinado a tal o cual persona. La madre continuo hilando con la total seguridad de que su hijo no había matado a nadie. La mala fama de su hijo se fue extendiendo, extendiendo y la madre continuaba hilando sin prestar ninguna atención, sin sentirse perturbada por los comentarios, por las opiniones que sus vecinos le venían a hacer acerca de su hijo. Con el tiempo la policía vino a descubrir los autores de los crímenes y la inocencia de su hijo quedó completamente evidente. El hijo pudo volver al pueblo y encontrarse con su madre. Ella continuaba en la puerta hilando, totalmente conectada con la naturaleza de su hijo.

Ya se sabe que las apariencias engañan. No todo lo que percibimos es real. Muchas veces lo real queda oculto detrás de lo que percibimos. Nuestros órganos sensoriales, la conciencia analítica y discriminativa, nuestro banco de memoria, en la mayor parte de la veces crean un percepción falsa, errónea, limitada. Esta es la razón por la que debemos dar una importancia relativa a lo que perseguimos con los sentidos. La verdadera realidad sólo puede ser percibida con el ojo del corazón, con el ojo de un sentido profundo. El verdadero conocimiento, más que una actividad sensorial, es una experiencia de intimidad entre el sujeto conocedor y el objeto conocido.

Media noche es la verdadera luz. El alba no es clara. Cuando se trata de decidir o de juzgar, no importa tanto la apariencia de la acción, como la intención puesta. La intención del corazón es lo que marca la cualidad de una acción. Por ejemplo podemos hacer zazen aparentemente, adoptar la forma y hacernos creer, hacer creer que estamos haciendo zazen. Lo que verdaderamente cuenta es la acción de corazón, la actitud. Así con cada cosa, con cada circunstancia de la vida cotidiana.

El koan de hoy consiste en penetrar en la naturaleza esencial, en el corazón de los seres, en sus intenciones, penetrar en el corazón de la acción, no dejarse engañar por lo evidente. Este es el significado de «media noche es la verdadera luz, el alba no es clara». Sentir amor por sí mismo y por todos los seres es la condición natural de nuestro ser. Todo lo que se opone al estado de amor es artificio que puede ser desmontado y disuelto. El estado de amor es el estado de gracia, la verdadera luz que ilumina nuestra existencia y cada fenómeno. La verdadera seguridad sólo puede surgir del estado de amor, porque en el estado de amor no hay ofensa ni ofensor. En el estado de amor prevalece la unidad. Seguramente habéis oído muchas veces esta palabra «amor», e incluso habéis identificado algunas de vuestras emociones como amor, pero en realidad, ¿qué es esto del amor? Podríamos decir que es una experiencia energética expansiva, una tendencia integradora de la energía, un movimiento que va desde los límites de lo individual hasta lo universal ilimitado: es un movimiento centrífugo de la energía, un movimiento de disolución opuesto al movimiento centrípeto o de condensación de la energía. En el estado de amor los límites marcados por el propio miedo desaparecen y se produce una experiencia de expansión que nos lleva a fundirnos con el objeto o con los objetos amados. En el Tantra indio la fusión de la energía de Shiva (lo masculino) con Shakti (lo femenino) es la puerta para la fusión de la energía del ego con la energía universal.

Zazen es un acto de amor, es el acto de amor por excelencia. Durante zazen, en la medida en la que profundizamos en samadhi, en la que aquietamos la mente egótica, en la que olvidamos o trascendemos el sujeto que creemos ser, la energía contenida en este cuerpo y en esta mente se va expandiendo, expandiendo. De alguna manera, a través de zazen, la densidad de la materia se diluye y se convierte en luz, la luz de la conciencia. Esta luz de la conciencia toma conciencia de que su propia luz es Vacuidad, lo Innombrable, el Misterio. A este proceso de expansión progresiva le podríamos llamar amor, un proceso de amor, en el cual el hijo perdido vuelve al hogar paterno. Al mismo tiempo zazen es un acto de amor por sí mismo. Amor significa unir, integrar trascender los límites estrechos. Amar es verter la propia energía vital en el ser amado, dejarla verter, sin límites, incondicionalmente. Dentro de nosotros hay muchos personajes. Por ejemplo está el personaje que quiere profundizar en zazen, que quiere ir entrando cada vez más en la inmovilidad hasta el Corazón mismo, hasta el Misterio. Luego está el personaje que se impacienta ya por levantarse, por hacer algo,  por moverse, por tomar el desayuno, por saltar, brincar, etc. Hay muchos personajes en nosotros. ¿Cómo integrar con amor la energía contenida en estos personajes? ¿Cómo generar  amor en nosotros mismos por nosotros mismos? ¿Cómo hacer surgir la comunicación entre estos personajes? ¿Cómo hacer que se traten con amor, con compasión? En cada momento dado uno de estos personajes domina la totalidad y dirige la acción. Después se cansa y aparece otro con más fuerza, con una energía renovada, o bien aparece un oscuro personaje que, apoyándose en las circunstancia del momento,  oprime, violenta y daña a los otros aspectos de nosotros mismos. Cuando cada uno de estos personaje se siente a sí mismo limitado y encerrado dentro de categorías estrechas surge la oposición, el conflicto interno y, si en este momento ponemos conciencia en ello, podremos generar comunicación y entendimiento dentro de nosotros entre los distintos personajes que somos. Podemos generar una fuerza expansiva e integradora. Con perseverancia podemos ir creando un estado de amor cada vez más duradero.

Hoy es un buen día para tomar conciencia de que la vida sólo tiene sentido gracias al amor. Hoy es un buen día para sellar un pacto de amor, una alianza de amor consigo mismo y con todas las existencias.


 






del libro "Vida simple, corazón profundo".
Dokushô Villalba
Ediciones Miraguano, Madrid.

Soltar y mantenerse firme






Kusen (enseñanza oral durante zazen) del maestro Dokushô Villalba, impartido el 23 de Agosto del 2005, durante la sesshin de verano, en el templo Luz Serena.

http://www.dokusho.eu/Podcast/Podcast/Podcast.html

miércoles, 10 de febrero de 2010

Entrevista radio por internet

Esta noche, la poetisa Sinda Miranda me hará una entrevista de 40 minutos en Radio Nava. Hablaremos de Zen, poesía, fotografía y otros temas.

Te espero.
Dokushô Villalba

La entrevista se puede seguir por internet:

- abriendo en tu Winamp, Windows Media o iTunes la siguiente dirección http://80.59.79.207:8000
- entrando en http://www.radionava.org
- entrando en la web http://www.sindamiranda.com/multimedia.html
 
Horario en que emitimos en directo desde España: 21 hs.
Horario en que nos pueden escuchar desde Argentina: 17 hs.
Horario en que nos pueden escuchar desde México: 12 hs.

Resto de países, consultar con su operador.

Igualmente, estaremos online en el Facebook, y en cuanto empecemos a transmitir, lo notificaremos en mi status.

Si querés unirte a nosotros sintonizá Radio Nava en la FM 108.0 de tu dial o ingresá en http://www.sindamiranda.com/multimedia.html y dale play al reproductor.

Si tenés alguna dificultad para escuchar el programa a través de internet, seguí los siguientes pasos...

1. Abrí tu Windows Media Player o Winamp o iTunes
2. Pinchás la ventana ARCHIVO, Seleccioná ABRIR URL o REPRODUCIR URL
3. En ese espacio pegá lo siguiente: http://80.59.79.207:8000
4. Le das enter... y listo!


domingo, 7 de febrero de 2010

La llave de la felicidad


Prólogo del libro 
"Vida simple, corazón profundo"


Cierta noche, un curioso personaje sufí llamado Nasrudin, se encontraba a cuatro patas bajo una farola buscando afanosamente algo. Un conocido vino a pasar por allí y, extrañado de encontrarle en aquella guisa a esas horas de la noche, le preguntó qué le ocurría. 
- He perdido la llave de mi casa y la estoy buscando, respondió Nasrudín.    
Su amigo quiso ayudarle y se puso a buscar la llave junto a él. Al cabo de más de una hora de búsqueda sin resultado, el amigo le preguntó dónde la había perdido exactamente. Nasrudín le respondió distraído: 
- ¡Oh! La perdí en un callejón oscuro, a varias manzanas de aquí.
Su amigo, confundido, le dijo:
- Entonces ¿porqué la estás buscando aquí? 
- ¡Porque aquí hay más luz! fue la respuesta de Nasrudín.

Nosotros somos como Nasrudín. Hemos perdido la llave que abre el reino de la felicidad, la que nos abre las puertas de nuestro hogar original. Y estamos empeñados en buscarla, no donde la hemos perdido, sino allí donde creemos que hay más luz. Todos los seres somos esencialmente idénticos y buscamos exactamente lo mismo: ser felices y vivir en paz con nosotros mismos y con los demás.  Hagamos lo que hagamos, sea cual sea el sistema religioso, filosófico o político que sigamos, seamos conscientes de ello o no, la meta para todos nosotros es la misma: vivir en un estado de felicidad. Lo que todos estamos buscando es la llave que nos abra este reino de felicidad. Todos anhelamos vivir en un hogar feliz y armonioso en el que podamos, por fin, descansar de tanto dolor, de tanta lucha, conflicto y sufrimiento. En esto somos todos iguales porque este anhelo de felicidad es la fuerza esencial que mueve nuestra vida. Si perdemos la esperanza de acceder y de vivir en un estado de felicidad, nuestra vida pierde sencillamente su sentido y nos precipitamos en un abismo de depresión o de locura que, llevado a sus últimas consecuencias, termina por conducirnos a al nihilismo, a la destrucción y a la muerte.

Desde los albores de su historia, la Humanidad está buscando la llave de la felicidad. Toda la historia de la cultura humana  en agricultura, arquitectura, ingeniería, arte, filosofía o religión  es la historia de la búsqueda de la felicidad. Tenemos que reconocer que nuestros antepasados han hecho grandes esfuerzos en este sentido y que han obtenidos importantes logros en muchos aspectos de la vida humana. No obstante, hoy día, después de miles de años de búsqueda, si somos honestos con nosotros mismos, no podemos evitar la intuición de que tal vez hemos estado buscando en una dirección errónea, o al menos parcial. Por ejemplo, cometemos el error de identificar la felicidad con la renta per cápita o con el producto interior bruto, con la cantidad de bienes de consumo a los que podemos acceder, con la cantidad de dinero que poseemos para acceder a esos bienes de consumo, etc. Y aunque la historia nos ha demostrado y nos sigue demostrando una y mil veces que el montante de nuestra cuenta bancaria no es garantía de felicidad personal, seguimos obsesionado con aumentar nuestra riqueza material. Como Nasrudín, buscamos la llave de nuestra felicidad allí donde no está.
Debido a este error de bulto, o de percepción como se dice en el Zen, nuestra vida se vuelve más y más complicada y confusa, hasta el punto de que olvidamos cuál es el Norte de nuestros esfuerzos: se supone que todo lo que hacemos tiene como finalidad el gozar de una felicidad cada vez más auténtica y real y, sin embargo, el mecanismo complicado que seguimos para ellos nos aleja cada vez más de lo que perseguimos. Porque en esta vida todo tiene un precio, aunque muchas veces este precio no pueda ser valorado en términos monetarios o económicos.
Es hora de que reconozcamos que nuestra felicidad interna no depende de la cantidad de bienes que seamos capaces de producir y de consumir, ni de nuestro nivel de vida, ni del reconocimiento social que consigamos. Es hora de que volvamos a la realidad: el estado de felicidad tiene como principal agente a nuestra propia mente, a nuestra propia percepción.
Es nuestra propia mente la que genera felicidad o infelicidad dependiendo de ciertas leyes exactas que rigen su funcionamiento.
La ecuación fundamental planteada por el Buda Sakiamuni es muy simple: una mente  impura genera un mundo impuro; una mente pura genera un mundo puro.
Por mente impura podríamos entender una mente cargada de odio, de cólera, de envidia, de agresividad, de ambición, de desconfianza, de celos. En resumidas cuentas, una mente impura es básicamente aquella que basa toda su cosmovisión en las ilusorias ideas del yo y lo mío.
Por el contrario, una mente pura es aquella imbuida de solidaridad, de respeto hacia los demás, de bondad, de confianza, de alegría por el bien de los demás, de amistad, de compasión, de claridad. En resumidas cuentas, una mente que percibe claramente que ningún ser puede existir individualmente, por sí mismo, separado de todos los demás seres, sino que todas las existencias estamos íntimamente interconectadas en una unidad total. Una mente pura es aquella que reconoce las leyes que rigen esta interacción fundamental y que vive en el respeto a ellas. La llave de la felicidad de los pueblos se haya en la mente de todos y cada uno de los individuos que los forman. Aquí es donde tenemos que buscarla. El responsable último de nuestro estado de infelicidad actual no es el gobierno de la nación, ni nuestro cónyuge, ni nuestros hijos, padres, hermanos, novios. No es nuestro patrón ni nuestros empleados. No es la coyuntura económica ni la sequía ni las lluvias torrenciales. No es Dios ni Alá ni Buda. Es nuestra propia mente. He aquí el lugar donde hemos de buscar la causa del mundo que percibimos, sea cuál sea. Es nuestra mente la que genera el mundo en el que vivimos.  Y lo hace utilizando los materiales de los que dispone: si siente envidia, odio, agresividad y ambición genera un mundo dominado por la envidia, el odio, la agresividad y la ambición; si siente generosidad, confianza, solidaridad y compasión genera un mundo repleto de generosidad, de confianza, de solidaridad y de compasión. He aquí pues que somos nosotros los únicos responsables de lo que percibimos y de cómo lo percibimos.

La llave de la felicidad se encuentra en nuestra propia mente y la responsabilidad de encontrarla es exclusivamente nuestra. En pocas palabras, esta es la esencia de la enseñanza de los maestros Zen, cuyo origen se remonta a la experiencia y al conocimiento alcanzado por el Buda Sakiamuni, hace más de dos mil quinientos años y que ha sido transmitido de generación a generación, como una antorcha cuya luz y conocimiento han sido protegidos y transmitidos celosamente hasta nuestra época. Esta enseñanza no es una teoría filosófica basada en la especulación sino el fruto de una real y profunda experiencia reactualizada generación tras generación por los maestros de la transmisión y por miles de personas que tanto en Asia como en Europa y América han puesto y siguen poniendo en práctica  el principio fundamental según el cual es la propia mente la que genera el mundo que cada uno de nosotros percibe.
Así como las imágenes y las situaciones que vemos en una pantalla de cine no son más que una proyección de los fotogramas que desfilan a toda velocidad por delante del foco de luz del proyector, de la misma forma las imágenes y situaciones que vivimos en nuestra vida cotidiana no son más que una proyección sobre la blanca pantalla del mundo de los contenidos de nuestra propia mente. Si la película que estamos viviendo no nos aporta felicidad verdadera y paz interior, la solución es muy simple: cambiemos de rollo. Cambiemos el rollo que continuamente estamos pasando por nuestra mente, es decir, purifiquemos nuestra mente de todo contenido indeseable. Para poder cambiar de rollo necesitamos alguna cualificación, algunos conocimientos técnicos, de la misma forma que los necesitan los proyectistas de cine. Necesitamos conocer cómo funciona nuestra mente. El Buda Sakiamuni puso a disposición de la Humanidad una técnica espiritual muy valiosa para acceder al conocimiento de la propia mente. Esta técnica espiritual es la meditación zen, llamada zazen.
La práctica de zazen es muy simple y carente de artificios especulativos: se trata de sentarse y sentirse. Sentarse significa parar, al menos por unos minutos, la diabólica carrera de obstáculos en la que hemos convertido nuestra vida. Sentirse significa ser íntimo consigo mismo.  Zazen es así de simple. Sin embargo, su simplicidad va acompañada de una gran profundidad.
Dado el alto grado de sofisticación de nuestras sociedades actuales, hemos perdido el sentido de la sencillez, de lo íntimo y de lo evidente. Creemos ilusoriamente que la felicidad es algo muy difícil de conseguir y que para conseguirla debemos hacer todo tipo de cosas complicadas. O creemos que el progreso tecnológico, con toda su vasta complejidad, es lo que va a conducirnos en el futuro  siempre en el futuro a un cierto estado de felicidad. O lo que es peor, caemos en el nihilismo y pensamos que nunca podremos acceder a la paz interior y al verdadero bienestar. Sin embargo, el estado de felicidad, la paz interna, está muy cerca de nosotros: es la sustancia misma de nuestra mente. Basta con que nos permitamos pararnos, hacer una pausa en nuestro largo y doloroso éxodo y, poco a poco, con paciencia y perseverancia, dejarnos reposar en el fondo estable y pacífico de nuestra propia mente.
   
Las páginas de este libro son una llamada de atención. Recogen las palabras que han ido surgiendo durante los últimos años desde el fondo silencioso de la meditación.  Ahora que estas palabras han sido impresas y publicadas, mi ruego es que las recibas desde donde han sido pronunciadas, de corazón a corazón.

¡Puedan estas palabras ser semillas de felicidad para muchos seres vivientes!

Esta es mi plegaria en este dulce día de otoño en el que una lluvia suave cae como una bendición sobre las montañas del templo Luz Serena.
 
Del libro Vida simple, corazón profundo.
de Dokushô Villalba
Ediciones Miraguano, Madrid.

sábado, 6 de febrero de 2010

Entre el Cielo y la Tierra.

Zazen es sentarse y sentirse. Sentirse no como ego, no como ese personaje que vamos interpretando. Sentirse con la carne, con los hombros, con los huesos, con la mente. La práctica de zazen nos permite desidentificarnos de los aspectos más superficiales de nuestro ser y acceder progresivamente al despertar total de nuestro verdadero Yo, al reconocimiento total de todos los aspectos de nuestro ser.

Durante zazen la columna vertebral es importante. La columna vertebral es el eje de nuestra vida, el canal de transmisión entre la tierra y el cielo, entre el padre y la madre, entre el mundo espiritual invisible y el mundo material visible. La columna vertebral, la médula espinal que contiene, es el eje de nuestro mundo, el árbol de nuestra vida.

Durante zazen tenemos que empujar bien el suelo con las rodillas, estirar bien la columna vertebral de manera que podáis clavar bien la coronilla en el cielo.

Sentarse en zazen es encontrar el eje justo en la postura, situarnos en el centro mismo de nuestro universo. En la práctica de zazen hay un aspecto muy importante de centramiento que solamente se produce cuando tomamos conciencia de qué es lo realmente importante en nuestra vida. Qué es lo que realmente no tiene importancia en nuestra vida y qué es lo que realmente importa.

La vida cotidiana está llena de acontecimientos. Es como una comedia de Almodovar en la que entran y salen continuamente personajes, aparecen situaciones trágicas, cómicas, desagradables o placenteras.

Encontrar el centro en importante. Vivir desde el centro, apoyarnos continuamente en lo que consideramos el fundamento de nuestra existencia. Sabemos que somos seres que hemos nacido aquí, en este mundo, que hemos aparecido como los champiñones que aparece a la mañana en medio del bosque. Sabemos que nuestro tiempo de existencia es limitado, que nuestra energía es limitada ¿Qué hacer?.

¿Cómo emplear el tiempo? ¿Hacia dónde dirigir nuestra energía vital?.
Tarde o temprano, pero mucho antes de lo que imaginamos, todo el mundo perceptible   el que sentimos, vemos y pensamos   desaparecerá. Antes de que nos demos cuenta, nuestra existencia individual  se habrá disuelto. ¿Cómo ser auténticos durante este tiempo de vida?, ¿cómo vivir la forma ? ¿Cómo ser seres humanos auténticos? La toma de conciencia de la columna vertebral es importante. La verticalidad es lo que nos distingue dentro del orden animal o vegetal. El Gran Espíritu o el Orden Cósmico ha querido que nos levantemos sobre nuestra patas traseras, con lo cual el circuito energético de nuestro cuerpo ha sido completamente transformado. Resultado de esta transformación es la inteligencia y también la conciencia.

Cuando caminamos en kinhin (1), o simplemente cuando permanecemos de pie en la sala o fuera, debemos realizar plenamente nuestra condición de cuadrúpedos erguidos sobre nuestras patas traseras. Todas las dificultades que aparecen en zazen son debidas a la obstrucción del fluido energético entre el cielo y la tierra. Cuando nos sentamos en zazen hay que hacerlo sobre la base del sexo, sobre el perineo. Es muy importante tomar conciencia de este punto. A través de él las energías de la tierra penetran en nuestro cuerpo. Si estamos atentos podemos sentir cómo la energía asciende a lo largo de nuestra columna durante la inspiración. Podemos sentir el estado actual en el que nos encontramos. Esta ascensión llega hasta la coronilla. Aquí la energía de la tierra entra en contacto con la del cielo. Desde la coronilla, la energía del cielo desciende por la parte anterior del cuerpo: de la cima al entrecejo, de aquí al paladar superior, de aquí a través de la lengua desciende hasta la garganta, pecho, plexo solar, hasta el bajo vientre, el perineo. Desde aquí el canal principal de energía vuelve a subir por la espalda. De esta manera se completa el circuito. Desde el bajo vientre descienden también dos canales importantes a través de las piernas. Estos sirven como descarga o toma de tierra. Hacer que la energía circule en este sentido es importante.

Cuando la energía va irrigando los centros energéticos importantes los va despertando. Al mismo tiempo va despertando las características propiamente humanas.

Los seres humanos hemos engendrado y trasmitido un karma(2) negativo, un karma de dolor, sufrimientos, de lucha. Al mismo tiempo hemos ido trasmitiendo la vía de Buda, la semilla o la naturaleza de Buda. Nosotros mismos, aquí y ahora, somos frutos de este karma negativo e inconsciente heredado hasta nosotros a través de nuestra familia, padres, colegios y sistema sociocultural y, al mismo tiempo, tenemos la plena potencialidad de despertarnos completamente a nuestra naturaleza de Buda.

Karma negativo es aquel que está impulsado por los bonno. Bonno son percepciones distorsionadas de la realidad debido a la ignorancia, a la oscuridad, a la falta de conocimiento y realización. Nuestros padres y nuestros profesores nos han trasmitido muchos puntos de vista que nosotros consideramos válidos y verdaderos, pero que en realidad son creadores de infelicidad. El karma negativo es el que nos conduce a la infelicidad, a la falta de alegría, a la falta de amor. Es el que hace de nosotros seres encerrados en sí mismos, doloridos o resentido, seres con la mente empañada por emociones tóxicas y, al mismo tiempo..., somos Buda.

Cuando buscamos el camino, buscamos la liberación del karma negativo, la realización de nuestra más íntima naturaleza. Cuando recibimos la ordenación de bodisatva(3) hacemos el voto de cortar todo mal.  Cada uno debe sentir qué es el mal. Cada uno debe sentir en su propio corazón, en su propia mente, en su propio cuerpo qué es el mal. El mal, como los bonno, es aquello que causa perturbación, aquello que bloquea la vitalidad natural de los seres, la capacidad de amar de crecer y expandirnos. El mal es aquello que empaña la bondad natural de los seres, aquello que duele. El resultado de una acción perversa es siempre el dolor, ya sea para uno mismo o para los demás. Mientras que el bien es aquello que expande el corazón, que da alegría, que potencia la vida. El bien hace que los seres vivan confiados, seguros. En definitiva todos los seres vivientes aspiramos a la felicidad, todos queremos vivir en un estado de felicidad, no queremos experimentar dolor ni desgracia, pero pensamos que este estado es algo que nos viene de fuera, como un premio, como un cuponazo de la ONCE. O esperamos que sea otra persona la que nos aporte  felicidad. Hasta cierto punto esto puede ser cierto, pero la verdadera causa de la felicidad se haya en nosotros mismos, en los pensamientos, palabras y acciones que realizamos en cada momento. Cuando nuestros pensamientos palabras y acciones surgen de una mente pura y bondadosa, de una mente que vive claramente para el bien de todos los seres, los resultados serán cada vez más cercanos a la felicidad individual y colectiva. Si por el contrario la mente es impura, está contaminada por reacciones de odio, de envidia, de rivalidad, caemos en la tela de araña de la infelicidad y no podremos más que generar infelicidad en nuestro entorno.

¿Qué es el bien y qué es el mal?. El Bodhisatva del Budismo Mahayana hace el voto de acabar con todo el mal que le ha sido trasmitido, hace el voto de trasformarlo en bien para el presente y para el futuro. A menudo, cuando vivimos en la inconsciencia y nos dejamos llevar por un comportamiento compulsivo, no hacemos más que perpetuar el mal karma que nos ha sido trasmitido por nuestros antecesores. A cada instante tenemos el reto de crear una nueva vida, un karma nuevo, de hacer sampai ante todos aquellos que nos han precedido, todo nuestro agradecimiento por haber perpetuado el fuego sagrado de la vida ante nosotros y a partir de ahí, nosotros nos hacemos responsables de nuestro fuego.

De alguna manera debemos dejar de ser los hijos de nuestros padres. De alguna manera debemos crecer para hacernos responsables de nuestra existencia, para trasmitir a las generaciones futuras un karma más limpio, más depurado del que hemos recibido de nuestros padres. El hecho de que cada generación haya asumido su responsabilidad para con la humanidades lo que ha permitido que la humanidad haya progresado generación tras generación.

Es algo muy bueno el que hayamos dejado la ciudad creada por nuestros antecesores y nosotros mismos hayamos tomado le decisión y la responsabilidad de crear un nuevo mundo. No obstante, cambiar de lugar físico no basta. Es importante que aquí no sean reproducidos los karmas negativos de nuestros padres. Es importante que la transformación sea real y profunda, en lo más profundo de nuestra estructura corporal y mental. Sólo así estaremos dando un paso hacia adelante. Sólo así estaremos creando algo realmente bueno para nosotros y para las futuras generaciones. Este lugar es sobre todo un lugar de transformación interior, un crisol, un horno alquímico en el que poder purificar y quemar los restos del viejo karma y trasformarlo en cristal trasparente, en cuarzo translúcido. No olvidéis esto. Que cada uno asuma su propia responsabilidad, que cada uno asuma su propia transformación.

Esto es lo que más necesitamos desde el fondo de nuestro corazón.
 
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Notas.
 
(1) Kin Hin, meditación caminando.
(2) karma, ley de la causa y del efecto. La causay el resultado de nuestras acciones. 
(3) Bodisatva, en el Budismo Mahayana, aquel y aquella que hace el voto de trabajar por el bien de todos los seres vivientes.

Vida simple, corazón profundo.
Dokushô Villalba
Ediciones Miraguano, Madrid,

martes, 2 de febrero de 2010

CANTOS ZEN




El grupo SAMAYA, formado por monjes y miembros laicos de la Comunidad Budista Soto Zen, hará su primera presentación pública el 30 de Marzo en la ciudad de Córdoba, dentro del evento COSMOPOÉTICA, organizado por el Ayuntamiento.

El Grupo SAMAYA recitará sutras clásico de la tradición Soto Zen, acompañados por instrumentos de percusión, campanas y didgeridoo. 

El maestro Dokushô recitará también algunos poemas SANSHODOEI del maestro Dôgen, en un estilo japonés antiguo que le enseñó su primer maestro Taisen Deshimaru y que recuerdas a veces, algunos matices del cante jondo andaluz.

Dentro de poco se dará información precisa.