viernes, 28 de marzo de 2008

Entrevista PSICOLOGIA PRACTICA

por Ana García-Piñán
para PSICOLOGÍA PRÁCTICA
Fotos de Eloy Lozano

P. En Occidente “estar Zen” es algo así como estar en paz con uno mismo, pero al leer tu libro me he dado cuenta de que utilizamos la palabra con bastante frivolidad y que su significado es infinitamente más rico: ¿qué significa Zen?

R. Como bien dices, el término zen se ha puesto de moda y encontramos todo tipo de objetos de consumo llamados zen: perfume zen, ipod zen, gimnasios zen, restaurantes zen, decoración zen… Se trata de un uso abusivo e irrespetuoso del término. Zen es el nombre de una tradición budista que tiene mas de dos mil quinientos años de antigüedad, una escuela budista que tiene su origen en India pero que se conformó como tal escuela en China entre los siglos VI y VIII. Después fue transmitida a Vietnam, Corea y Japón. Literalmente, la palabra japonesa “zen” significa “recogimiento”, “interiorización” y hace referencia al estado de conciencia que se genera con la práctica de la meditación zen, llamada zazen.

P. En tu libro hablas de budismo Zen, no sé si porque hay varios tipos de budismo o porque lo diferencias del budismo como religión: ¿el budismo Zen es más un camino de crecimiento interior que una religión en el sentido de creencia en una vida después de la muerte, verdad?

R. Todas las formas de budismo tienen su origen en el fundador histórico, el Buda Sakiamuni, que vivió en el norte de India en el siglo V a.C. Con el tiempo, a medida que el budismo se iba extendiendo por distintas regiones y nuevos países fueron apareciendo nuevas interpretaciones de la enseñanza original y aparecieron distintas escuelas budistas. El budismo zen es una de estas escuelas que ha llegado a Europa procedente de Japón. ¿Es el budismo zen una religión? Depende de lo que se entienda por “religión”. Si por religión entendemos “creer en Dios”, el budismo zen no es una religión, ya que en nuestra tradición no trabajamos con la hipótesis de Dios. Pero si atendemos al sentido original del término religión, que procede del latín religare y que quiere decir, “volver a unir”, el budismo zen es una religión en el sentido de que su práctica permite que el ser humano vuelva a sentirse unido con la Totalidad.

P. De hecho, la experiencia personal es más importante que el dogma y por lo que he leído en tu libro, hay “poco” cuerpo dogmático, más bien es una cuestión de práctica, de entrenamiento mental...

R. La tradición budista zen no es una filosofía, ni una ideología ni un conjunto de creencias dogmáticas. Es sobre todo una experiencia personal. La tradición zen transmite un sistema de práctica psicofísica, la meditación, que adecuadamente ejercitado conduce a cada uno a la experiencia personal del despertar de la conciencia. A partir de esta experiencia, renovada en cada sesión de meditación, cada individuo puede crear su propia vida, asumiendo la responsabilidad de sus actos, a la luz de la conciencia despierta. En el zen se dice que todos los seres humanos somos Budas en potencia y que la práctica adecuada despierta y actualiza en la vida cotidiana el Buda que somos.

P. Invita a nuestros lectores no inciados (o sea, a la mayoría) a que prueben sus beneficios, qué les dirías...

R. La meditación zen es muy simple. Se trata sólo de sentarse y sentirse. Sentarse en una postura corporal adecuada -como explico en mi libro-, en un estado de receptividad, de atención, sin pretender conseguir ni alcanzar nada sea lo que sea. No se trata de obtener beneficios, de conseguir algo. Sino más bien, de descansar profundamente en el no-hacer. No se trata de llegar a ser algo que no somos sino de dejarnos ser tal y como somos. La práctica del zen se basa en una profunda confianza en la naturaleza humana. Nada nos falta ni nada nos sobra. Nos dejamos ir con el vaivén de la respiración y cuando la mente se calma por ella misma, el universo entero aparece en su estado de perfección original, más allá de cualquier idea preconcebida de perfección o de imperfección.

Más que a llegar a ser alguien que no somos o a obtener algo que no tenemos, la meditación zen nos ayuda a soltar lo que no somos, lo que no necesitamos.

P. También es interesante que nos cuentes la vida de Buda porque es un gran desconocido en Occidente, aunque su biografía a veces parece más bien una fábula: vive encerrado en palacio rodeado de felicidad... hasta que descubre el dolor (ajeno, por cierto) y decide salir a afrontar la realidad y su carga de enfermedad, vejez y muerte. En realidad, su vida parece un cuento moralizante, casi una metáfora del camino del ser humano: cuando deja atrás la inocencia y la felicidad de la infancia y entra en la vida adulta. ¿O hay que tomárselo como una biografía al pie de la letra?

R. La narración de la vida del Buda Sakiamuni fue puesta por primera vez por escrito varios siglos después de su muerte. Aunque su existencia histórica está fuera de dudas, es muy probable que la historia del Buda que ha llegado hasta nosotros sea una hagiografía creada a lo largo de los siglos. Más allá de los hechos históricos, la vida del Buda es una metáfora del recorrido existencial de cualquier ser humano: su infancia transcurre en un ámbito familiar fuertemente protegido de las miserias del mundo, se divierte y crece como cualquier joven, se casa, tiene un hijo y poco a poco va tomando conciencia de la verdadera naturaleza de la existencia. Entra en contacto con el dolor provocado por la enfermedad, la vejez y la muerte y, cuando ha alcanzado todo lo que un ser humano puede desear en este mundo se pregunta: ¿es esto todo? Se da cuenta que por muy dichosos que seamos, tarde o temprano envejecemos, perdemos las facultades, el cuerpo enferma y, por último, sobreviene la muerte. La muerte es el fin de todos los sueños ilusorios. El Buda se preguntó: ¿cuál es la causa última del dolor y del sufrimiento? Y para responder a esta urgencia existencial abandonó su mundo, su palacio, su esposa, su hijo, y se retiró al bosque para meditar y descubrir la verdadera naturaleza de nuestra existencia y del malestar existencial que padecemos.

P. La dura realidad deprime al Buda en su contacto con el mundo hasta que aprende que renunciar a los placeres y alegrías puede ayudarle a encontrar una paz y una felicidad más duraderas. ¿Por qué crees que todas las culturas –también la cristiana- temen tanto a la alegría y al placer? También Buda, como Cristo, resiste a las tentaciones y tiende a anular su propio yo. Perdona que haga de abogado del diablo, pero no es un poco contranatura negarse los placeres de la vida y anular la propia personalidad? Desde la psicología moderna eso no parece sano...

R. El Buda no negó los placeres ni las alegrías de la vida. Por el contrario, el objetivo último de su búsqueda fue el verdadero gozo y la verdadera alegría. El Buda diferenció entre gozo sensorial, gozo emocional-psicológico y gozo suprasensorial. Los dos primeros tipos de gozo son condicionados, es decir, están sujetos a las circunstancias y su naturaleza es inestable y efímera. Las sensaciones y las emociones pueden ser agradables o desagradables. Muy a menudo lo agradable se vuelve desagradable y viceversa. Es imposible pasar la vida experimentando sólo sensaciones o emociones agradables. El placer es inseparable del dolor. Por ello, nuestras experiencias de gozo sensorial y emocional son siempre fugaces y después del placer nos encontramos con el dolor. Lo que el Buda enseño es que el verdadero gozo y la verdadera alegría no tienen como soportes las sensaciones ni las emociones, sino un estado de conciencia interior que permanece estable y pacífico tanto en medio de las experiencias de placer como de dolor. El Buda no negó ni rechazó el placer sensorial y emocional. La tradición budista no es ascética, pero tampoco es hedonista. El placer sensorial y el gozo emocional forman parte de la naturaleza humana pero no podemos encontrar en ellos un estado de gozo estable y duradero. Y dado que lo que anhelamos todos los seres es un estado de gozo estable y duradero, el Buda nos enseñó el camino para llegar hasta él. No se trata pues de anular la personalidad, sino de trascenderla, ir más allá de ella, incluyéndola.

P. Sin embargo, los tres estados nocivos básicos que plantea el Zen me parece que han resistido maravillosamente el paso de ¡miles! de años: el apego, el odio y la ignorancia. Seguro que todos los lectores entienden que haya que librarse del odio y de la ignorancia, pero ¿por qué es nocivo también el apego?

R. El apego es la otra cara de la moneda del odio. El amor-apego y el odio se recrean mutuamente. Nuestra actividad emocional siempre se manifiesta polarizada entre la atracción y el rechazo. Nos apegamos al “yo” y a “lo mío” y rechazamos lo “Otro”. Esta es la causa del egocentrismo, del etnocentrismo, del nacionalismo excluyente, del integrismo ideológico y religioso, sea cual sea el color que adopte. Apegarse a algo es causa de dolor y sufrimiento porque todo lo que nace, muere tarde o temprano. Todo está en continuo cambio, nada ni nadie permanece idéntico a sí mismo. Si una mujer joven y hermosa se apega a su belleza, tarde o temprano, cuando envejezca y pierda la juventud, sufrirá por ello. Lo mismo puede sucederle a un hombre joven apegado a su físico, a su virilidad o a su inteligencia. Ni la vida ni el cuerpo nos pertenecen. La vida nos atraviesa y nos conduce por un proceso de transformación continuo que termina por desembocar, como un río, en el océano de la muerte, que es la disolución del yo y de lo mío. Aquellas personas fuertemente apegadas al yo y la vida son las que sufren la agonía más dolorosa. El estado de no apego no significa no obstante “indiferencia” emocional. Cuando estamos alegres y somos felices, estamos alegres y somos felices. No tenemos porqué apegarnos a ello. Cuando estamos tristes y somos desgraciados, estamos tristes y somos desgraciados y tampoco tenemos porqué apegarnos a ello. La vida es una sucesión de alegrías y tristezas, de encuentros y de desencuentros, de pérdidas y ganancias. El no apego es la cualidad de fluir en la corriente de la vida.

P. En su largo proceso de “iluminación”, el Buda exploró su inconsciente, “mató” su yo, resistió las tentaciones, disolvió sus estados mentales nocivos... pero, si he entendido bien, eso le llevó muchos años. ¿Convertirse en Buda es sinónimo de haber crecido al máximo como persona?

R. El fin último de la práctica budista es el despertar de la naturaleza de Buda que dormita en el interior de cada ser humano. Convertirse en un Buda plenamente despierto es realizar el fin último de la naturaleza humana: desplegar las capacidades de bondad, compasión, conocimiento y poder interior. El “yo” no existe realmente. Es una autoimagen mental creada por los condicionamientos sociales y culturales. Somos mucho más de lo que creemos ser. Los estados mentales nocivos tienen que ver con el apego terco a esta autoimagen que llamamos “yo”. “Matar” el yo quiere decir darse cuenta de que no hay ningún “yo”, en tanto que entidad diferenciada de los demás seres vivos. Por ejemplo, el aire que respiro, el agua que bebo, el solq ue me caliente y me permite vivir ¿son yo o no? Convencionalmente decimos que esas cosas no son “yo”. Sin embargo, ningún “yo” podría vivir sin las aportaciones que hacen el aire, el agua y el sol. “Yo” no es algo limitado a este cuerpo individual. Nuestra piel no es la frontera entre el “yo” y el “no-yo”. El verdadero Yo es Todo porque el Todo es lo que está sustentando en cada instante la vida de esto que llamamos “yo”. La experiencia última de la vida es vivir la Unidad consciente con el Todo. Esta es la esencia de la verdadera experiencia religiosa.

P. La idea de “psicopatología” que subyace en la filosofía Zen también es muy interesante. Para Buda, la causa profunda de todo enfermedad es el deseo y sus derivadas (la avidez, la ansiedad, la avaricia, la codicia, la ambición, el apego...) y el odio (y su familia: la aversión, el rechazo, la agresividad, la cólera...). Y ambas están, además, originadas por la ignorancia. Así que esa tríada sería el origen de todo dolor, de toda aflicción. Desde este punto de vista, ¿aprender a no-desear nos ayuda a crecer como personas y a mantenernos psicológicamente sanos?

R. El Buda no negó la función del deseo en la vida humana. Para el budismo, el deseo es la manifestación de la fuerza vital misma. ¿Cómo podría ser negado? Ahora bien, lo que el Buda nos dijo fue que debemos aprender a desear con el fin de convertir la energía del deseo en fuente de verdadera paz y felicidad. El deseo es fuego interno. La humanidad dio un paso crucial cuando nuestros antepasados aprendieron a manejar el fuego. Domesticado, el fuego se convirtió en motor de progreso y civilización. No obstante, cuando el fuego campa a sus anchas se convierte en una fuerza destructora. Ahí tenemos los incendios que han destruido ciudades enteras y hectáreas y hectáreas de bosque. Lo mismo sucede con el fuego interno del deseo. Necesitamos una nueva cultura del deseo, necesitamos aprender a usar de buena forma nuestra capacidad de desear. Actualmente, las agencias de publicidad que trabajan para la religión del mercado se concentran en excitar en la gente todo tipo de deseos. El combustible del rito fundamental de nuestro tiempo -la producción-consumo- no es el petróleo sino el deseo convertido en codicia, en avaricia y ambición. La religión del mercado está incendiando el planeta al inflamar el deseo en la gente. Nadie tiene suficiente. Nadie está satisfecho. Se desea más y más y más… pero, finalmente, los recursos del planeta son limitados y no pueden satisfacer nuestros deseos ilimitados. He aquí la crisis del mundo moderno. Lo que el zen enseña es una estilo de vida basado en la simplicidad voluntaria. No es más feliz quien mas tiene sino quien menos desea.

P. Y siguiendo el mismo razonamiento, ¿aprender a amar y conocer, nos ayuda igualmente en el camino del crecimiento personal?

R. No se puede amar lo que no se conoce y no se puede conocer lo que no se ama. El amor no es sólo un sentimiento sino una forma de conocimiento que nos permite darnos cuenta de una realidad inaccesible para la mente racional y para los sentidos. Ya dijo Atoine de St. Exupery que “lo esencial es invisible a los ojos”. Crecer como seres humanos es crecer en amor y en conocimiento. Pero ¿qué significa amar? Básicamente, el amor es entrega, abandono de sí, fusión con el ser amado. La meditación zen es un acto de amor porque meditando aprendemos a entregarnos, a abandonarnos, a olvidarnos de nosotros mismos. Olvidándonos a nosotros mismos podemos hacernos uno con el ser amado. Y de esta experiencia de unidad surge el verdadero conocimiento.


P. Pero, en este contexto, el conocimiento no es saber “cosas”, “materias”, sino conocer-se, explorarse ¿no? Explícaselo un poco a nuestros lectores... O sea, conocer a través del camino de la meditación...

R. Efectivamente, cuando en el zen hablamos de conocimiento no nos estamos refiriendo al conocimiento intelectual ordinario. No se trata de acumular informaciones ni de ejercitar la memoria. El conocimiento zen es no dual. En este sentido, el conocedor y la cosa conocida son no dos. Cuando nos sentamos en meditación nos volvemos íntimas con nosotras mismas, sentimos nuestro cuerpo, el latido del corazón, el ritmo respiratorio, los sentimientos y pensamientos que cruzan nuestro campo de conciencia… Nos sentimos plenamente integrados en nuestra piel, en nuestra carne, en nuestra sangre y en nuestros huesos. Nos fundimos con el ser real que somos, liberándonos así de las falsas imágenes que nos hacemos de nosotros mismos. Aprendemos a dejar de juzgarnos, de valorarnos, de compararnos, de competir con los demás. Nosotros mismos, cada uno de nosotros mismos, somos un universo completo y la meditación zen nos ayuda a vivir en el centro de universo que somos.

P. ¿En la filosofía Zen tiene sentido hablar de crecimiento personal o sólo de estadios de control mental hasta llegar (luego te preguntaré por esto) a la “iluminación” final?

R. En el zen no se habla de crecimiento personal ni de control mental. En el zen no hay nada que tenga que crecer ni nada que haya que controlar. Lo que la meditación zen nos enseña es a ser lo que realmente somos, tal y como realmente ya somos. La meditación zen no es una técnica de control mental ni de crecimiento personal. Más bien al contrario, con la práctica de zazen, las personas se liberan de las falsas representaciones mentales que se han fabricado sobre ellas mismas. Esto es como cuando la niebla se disipa y el paisaje aparece en toda su magnificencia y belleza. El paisaje siempre ha estado ahí. No hacía falta crearlo ni traerlo de ningún sitio. Aparece solo cuando la niebla se disipa. La meditación zen facilita la disolución de esa niebla que llamamos ignorancia.

P. También me ha llamado mucho la atención que lo que consideramos “lo último” en Psicología, la Psicología Cognitiva, resulta que hace tres o cuatro mil años que ya lo descubrieron los maestros Zen... Porque para ellos, la ignorancia como causa última del dolor psicológico no es otra cosa que una serie de “errores cognitivos”, ¿no? (percepción errónea de la realidad, pensamiento dualista, negar la transitoriedad de nuestros males...)

R. Exacto. El término ignorancia la traducción del japonés mumyo, que significa “no claro”, es decir, oscuro. Esta oscuridad perceptiva es un error cognitivo, un error de percepción que nos impide ver las cosas tal y como son. Por ejemplo, un hombre regresa de madrugada a su casa borracho después de haberse divertido en una fiesta. Al cruzar el jardín ve una serpiente enorme. Coge un hacha y la corta en pedazos. Después se va a dormir la mona. A la mañana siguiente decide que es un buen día para regar el jardín. Busca la manguera y … ¡se la encuentra partida en pedazos! En su ebriedad confundió una manguera con una serpiente. También nosotros, en la ebriedad producida por la ignorancia, confundimos las cosas reales con las representaciones mentales que nos hacemos sobre ellas. Esto no sería grave si nuestra manera de vivir y de relacionarnos con el mundo no se viera afectada. Vivimos como si no fuéramos a morir nunca, consumimos como si los recursos naturales fueran ilimitados, contaminamos el aire sin darnos cuenta de que así nos envenenamos a nosotros mismos, derrochamos el agua como si ni tuviera valor… en nuestra forma de vida hay un error de percepción fundamental. A esto es a lo que el budismo llama ignorancia.

P. De hecho, todo el Zen, todo el trabajo de meditación, es un entrenamiento “cognitivo”, no?

R. Sí, el camino budista es una forma de corregir los errores de percepción. La meditación zen es un sistema de seguridad, una especie de control de calidad del proceso cognitivo. Lo primero y más urgente es corregir la percepción errónea que tenemos de nosotros mismos. No somos lo que creemos ser ni lo que nos han dicho que somos. Somos lo que somos. ¿Cómo podemos saber qué somos realmente? A través de la experiencia directa de nosotros mismos, más allá de todas las representaciones. Cuando nos sentamos en zazen estamos solos con nosotros mismos, nos volvemos íntimas con nosotras mismas, estamos sintiéndonos, conociéndonos directamente, explorando nuestros sentimientos y nuestro inconsciente. Para ello utilizamos una herramienta cognitiva esencial: la atención. La vía del zen es un camino en el que se cultiva y se potencia conscientemente la cualidad de la atención. La causa de todo error cognitivo es una atención deficiente. La enseñanza del cultivo de la atención debería ser una asignatura obligatoria en las escuelas. Hoy día, gran parte del fracaso escolar se debe a una insuficiencia de atención por parte de los niños. Tienen tantos estímulos en su entorno que su atención se dispersa en todas las direcciones y no son capaces de concentrarla a voluntad. Bueno, esto no le sucede sólo a los niños, también a los adultos.

P. Y como al psicoanálisis, veo que le interesan más las causas que los síntomas, ir a la raíz de los problemas...

R. En el zen se dice que no hay que preocuparse por las flores ni por las ramas sino que hay que ir directamente a la raíz. La cultura de usar y tirar, la superficialidad y la vanalidad que caracterizan a nuestras sociedades de producción-consumo sólo atiende a lo evidente, a los síntomas. Si sentimos angustia existencial lo que queremos es quitarnos rápidamente la molestia consumiendo ansiolíticos, drogas, alcohol o comprando compulsivamente. La publicidad promete el paraíso en treinta segundos si adquieres el producto anunciado. Incluso se atreven a decir que si no eres feliz te devuelven el dinero. Cuando algo va mal nos resistimos a mirar profundamente en sus causas y tratamos de evadirnos. De ahí la cultura del entretenimiento que nos crea la ilusión de vivir en el mejor de los mundos posibles. Pero tenemos que ser conscientes de que tarde o temprano todos vamos a morir, uno por uno. Tarde o temprano tendremos que enfrentarnos al momento inevitable en el que nuestra existencia individual llega a su fin. Por lo que sabemos, somos los únicos seres vivos con conciencia de nuestra propia muerte. Y esta es la causa fundamental de nuestra angustia existencial, seamos o no conscientes de ello. ¿Qué sentido tienen nuestras experiencias de vida cuando llega el momento de morir? El gran tabú de nuestra cultura ya no es el sexo sino tanatos, la muerte. Pareciera que hemos creado un sistema cultural sólo para negar la realidad de nuestra fragilidad y vulnerabilidad ante la muerte.

P. Y también se adelantó a la Psicología Humanista cuando nos señala la importancia de dotar de sentido a nuestra vida, ¿no? ¿Cuáles son nuestros principales aliados para dotar de sentido a nuestra vida desde el punto de vista de la tradición Zen?

R. Desde la antigüedad, el budismo ha señalado lo que el neurólogo y psiquiatra austríaco Viktor Frankl ha puesto de relieve en los tiempos modernos: que el ser humano es, antes que una mente racional, un animal dotado de conciencia y que esa conciencia le insta a darse cuenta, a buscar y a vivir de acuerdo a un sentido. De una lectura interesada de Darwin se podría extraer la conclusión de que el único sentido es la lucha por la supervivencia y que en esta lucha sólo vencen los más fuertes. Esto ha dado lugar a una especie de darwinismo social como el que profesan los neoconservadores. Otros, como el científico Jacques Monod, han afirmado que el azar y la necesidad son las fuerzas que dirigen la vida. Esta actitud da lugar a un pesimismo existencial que conduce a un callejón sin salida, al suicidio individual y colectivo. Para el budismo, el sentido último de la vida humana no es otro que el estado de gozo, de paz y de felicidad, pero no entendido en un sentido hedonista o materialista. Se trata, como he dicho antes, del verdadero gozo. Si nos observamos, todo lo que hacemos tiene como fin último el sentirnos mejor. La experiencia de la felicidad es definida de forma distinta por los distintos seres vivos pero lo que nos une a todos es precisamente el hecho de tender hacia ese estado de gracia al que llamamos felicidad o gozo vital. Es importante no olvidar que nuestra meta última es ser lo más felices posible. El budismo zen es una economía de la felicidad. Aspiramos a una felicidad global, plena, una felicidad que incluya a todos los seres vivientes, sean cuales sean sus creencias, sus etnias, sus géneros, el color de su piel o la lengua que hablen.

P. ¿Qué actitudes mentales cultiva el Zen?

R. La meditación zen desarrolla dos actitudes básicas: la estabilidad y la lucidez. Estabilidad en el sentido de calma profunda frente a la realidad siempre cambiante. Estabilidad, o ecuanimidad, frente al incesante oleaje emocional. Paciencia en el sentido de no reactividad compulsiva frente a los estímulos. La lucidez es la cualidad más preciada de la conciencia. Hace referencia al hecho de darse cuenta. La meditación zen es una fábrica de darse cuenta, una fabrica de producción de conciencia. La calma emocional nos da libertad para responder adecuadamente a los estímulos. La lucidez nos permite comprender y tomar conciencia de las situaciones.

Teniendo como bases la estabilidad emocional y mental y la lucidez, la meditación zen nos permite abrirnos interior y exteriormente, expandiendo nuestro campo de conciencia más allá de las fijaciones y obsesiones que caracterizan nuestro carácter neurótico. La experiencia de apertura total a la vida nos da confianza, una confianza básica en que, sea lo que sea que nos ocurra, todo está bien y todo es tal y como tiene que ser.

P. Dices que los pilares del sentido de nuestra vida desde este punto de vista Zen son la conducta ética, la meditación y la sabiduría; me gustaría que le explicaras un poco a los lectores qué beneficios pueden obtener con la práctica de la meditación.

R. La conducta ética se refiere a la forma de vivir: en qué y cómo usamos nuestro tiempo y nuestra energía vital, cómo nos vivimos en el cuerpo, qué hace, cómo se comporta el cuerpo; qué palabras pronunciamos y desde qué estado emocional lo hacemos; qué clase de pensamientos alimentamos; cómo nos ganamos el sustento; cómo usamos los bienes, etc. En definitiva, la conducta ética habla de la sabiduría aplicada a la vida: cuál es la mejor forma de vida, la más justa, la más solidaria, la más armoniosa.

La meditación en zazen es el espacio que nos concedemos para hacer las paces con nosotras mismas, para entrar en nuestro reino interior y mantener una relación íntima, real y profunda con el ser que somos. Nos aporta la interiorización necesaria para permanecer en contacto con la profundidad de nuestra experiencia subjetiva, con nuestros verdaderos anhelos, o miedos, o necesidades.

La sabiduría es la visión iluminada que brota de la meditación. Gracias a esta nueva visión más clara y lúcida comprendemos mejor como vivir de la mejor forma posible. Los tres aspectos se retroalimentan.

¿Qué beneficios puede tener esto? Bueno, la pregunta me hace sentir como un vendedor de coches y no tengo la intención de vender las excelencias del Zen. La cosa es muy sencilla. No pretendo convencer a nadie de nada. La cuestión es sentarse y sentirse, aprender a hacerlo. Y después, que cada uno y cada una decida por sí mismo, por sí misma.

P. La meditación es un ejercicio de introspección muy poderoso que requiere entrenamiento y trabajo: para liberarse de las sensaciones, de las emociones y de los pensamientos. Me gustaría que trataras de explicar qué le queda a uno en la cabeza cuando se ha librado aparentemente de sus contenidos habituales. Es difícil de imaginar para los profanos...

R. ¿Cómo le explicarías a un ciego de nacimiento la cualidad del color rojo? ¿Cómo explicarías a alguien que nunca la ha probado que el agua del mar es salada? Hay cosas que sólo se comprenden mediante la propia experiencia. El estado de conciencia habitual es como un cielo siempre nublado y en constante movimiento. Las nubes van y vienen, son densas o sutiles, rosas o grises… pero la mente ordinaria está siempre cubierta de contenidos mentales. Con la meditación aprendemos a situarnos más allá de todos los contenidos mentales, sensoriales y emocionales. Es como cuando volamos en avión. Ascendemos, ascendemos, atravesamos la capa de nubes (a veces con turbulencias) y por último alcanzamos el cielo abierto, limpio y resplandeciente en el que sólo la luz brilla inundándolo todo. A alguien que nunca haya volado en avión esto puede sonarle a ciencia ficción pero aquellos que lo han experimentado saben que es cierto.

P. ¿Esa iluminación es sinónimo de felicidad? ¿En qué consiste la felicidad en el contexto Zen?

R. El budismo distingue distintos niveles de intensidad en la experiencia del gozo-felicidad. En primer lugar está la felicidad sensorial, que tiene como base y condición las sensaciones agradables. En segundo lugar está la felicidad emocional-psicológica, que tiene como base y condición estados mentales y psicológicos agradables y positivos. Estos dos primeros niveles de felicidad con condicionados y efímeros. Al depender de factores transitorios, la felicidad resultante es igualmente transitoria. Aunque los seres humanos aspiramos legítimamente a la felicidad sensorial y emocional-psicológica, no podemos encontrar un verdadero estado de bienestar basándonos exclusivamente en ella, ya que por su propia naturaleza es efímera. El anhelo de felicidad que nos motiva no puede quedar satisfecho exclusivamente con el tipo de felicidad sensorial y emocional-psicológica. La inquietud espiritual es una aspiración a un tipo de felicidad más profunda, estable y duradera. El budismo enseña que podemos acceder a este estado de felicidad, llamado sukkha, en sánscrito. Este estado de gozo que no depende de las circunstancias es una de las características de la experiencia de la iluminación.

P. Me gusta mucho el planteamiento “colectivo” que tiene el Zen de la felicidad, en el sentido de que como todos los seres formamos parte de la misma realidad, la meta de todos nuestros esfuerzos no puede ser otra cosa que el bien común, ¿no?

R. Si somos sensatamente egoístas no tenemos más remedio que trabajar por la felicidad de todos aquellos que nos rodean. Nadie puede ser realmente feliz en medio de un mundo desgraciado. Nadie puede construirse una isla de felicidad personal en medio de un océano de dolor y de sufrimiento. Por ello, desde el punto de vista del budismo zen, trabajar por el bien de los demás significa trabajar por el propio bien y trabajar por el propio bien es trabajar por el bien de los demás. Todos somos uno y todos estamos unidos, más allá de las aparentes diferencias.

P. Ese es un planteamiento elevado por solidario, pero un lector puede decirnos: meditando no se acaba con el hambre en el mundo. ¿Qué le dirías?

R. ¿Cuál es la causa del hambre en el mundo? La estupidez humana. Cada día se arrojan a la basura toneladas de alimentos en buen estado en los países desarrollados. La obesidad es una epidemia en las sociedades opulentas. Nuestro estilo de vida está basado en le derroche, en el consumo irresponsable. Alguien que haga de la meditación zen una constante en su vida comienza a darse cuenta de lo que es realmente necesario y de lo que resulta superfluo. Al no buscar ya la felicidad en la adquisición de bienes externos sino en el cultivo del autocontentamiento interno, los practicantes zen adoptan la sobriedad como estilo de vida. Y el consumo responsable es la mejor muestra de solidaridad que podemos hacer con respecto a aquellos que mueren o enferman por no disponer de lo humanamente necesario.

P. No sé muy bien si el Zen es más una filosofía de vida o una religión, pero me gustaría preguntarte si tiene algún planteamiento para después de la muerte.

R. El Zen no es una filosofía puesto que sus planteamientos no surgen de la especulación intelectual, aunque su manifestación adopta a veces una forma filosófica. Tampoco es una religión al uso, en el sentido de que no está basado en un conjunto de ritos, creencias o dogmas. Pero si atendemos al significado etimológico de la palabra religión - que procede del latín religare: volver a unir- el Zen es una religión en cuanto que es un camino que vuelve a unir al individuo humano con la totalidad de la vida. Es una vía que conduce a la experiencia de la Unidad Fundamental, la cual es la esencia última de todas las religiones. También en Occidente se tiende a asociar la práctica religiosa con la creencia en la vida después de la muerte. Esto es un prejuicio etnocéntrico. Con respecto a la cuestión del más allá de la muerte, el budismo Zen se sitúa en un punto intermedio entre el eternalismo -o creencia en la vida eterna del individuo- y el nihilismo - o creencia en la desaparición total de la vida.

P. En tu libro explicas los “niveles” de meditación y los “lugares psicológicos” con los que se va trabajando (haré un recuadro para completar la entrevista), pero ¿cuáles dirías que son los “síntomas” infalibles que nos hacen ver que hemos culminado la experiencia Zen, la luz que hemos de ver al final del camino...?

R. Las cualidades más importantes de la experiencia de la iluminación o despertar son el Pleno Gozo Interno, la Visión Penetrante que percibe la verdadera naturaleza de la realidad y la Compasión por todas las formas de vida. Estas cualidades se manifiestan necesariamente en la vida cotidiana, de forma que la actitud y el comportamiento cotidiano del practicante de meditación es la prueba más evidente de su despertar interno.

P. El título del libro me llamó mucho la atención al principio porque parece que nada más lejos que la meditación y una plaza del mercado... Después, leyéndolo, he visto que el título tiene sentido porque el fin último de la meditación no es aislarse y disfrutar de un nirvana particular sino reintegrarse y compartir con los demás esa experiencia. Ese es el objetivo final o lo es el hecho de liberarse del dolor, del sufrimiento y de la aflicción...?

R. La liberación del dolor y de la aflicción personal no es más que un paso previo o un medio hábil necesario para alcanzar la liberación del dolor y de la aflicción de todos los seres vivientes. El voto principal que hacemos los budistas al comprometernos con la práctica de meditación es el de trabajar por el bien de todos los seres vivientes. Y puesto que el ser viviente que cada uno tiene más cerca de sí mismo es uno mismo, pues trabajamos por nuestro propio bien, para empezar, y continuamos trabajando para el bien de todos. Esto quiere decir que la meta del budismo zen no es la felicidad personal. Vivimos en el seno de una vasta red de relaciones con los demás seres vivos. Jesucristo volvió a la plaza de los pueblos después de haber pasado cuarenta días retirado en el desierto. No se quedó viviendo como un eremita, absorto en la fusión con Dios o con la Realidad Inefable, sino que regresó allí donde estaban los seres humanos y curó a los enfermos de cuerpo y de alma, y expulsó a los mercaderes del templo. El título de mi libro hace referencia, por una parte, a esta necesidad de vivir la espiritualidad en la vida cotidiana, en el seno de nuestras relaciones. Y, por otra, hace referencia a la urgente necesidad de despertar los más genuinos y profundos valores espirituales en medio de un sistema social que ha convertido el mercantilismo en la razón de ser de la existencia humana. De nuevo, el Cristo que somos cada uno debe arrojar a los mercaderes del templo a fin de que prevalezcan los sentimientos e intuiciones más genuinamente humanos y que podamos recuperar el carácter sagrado de nuestra existencia y de todos los seres vivos.

P. Y una última cuestión, ¿no es un precio demasiado alto librarse de todos los deseos, alegrías, placeres y pensamientos... para poder eliminar los negativos?

R. El budismo zen no niega ni rechaza los deseos, las alegrías y los pensamientos. A lo que nos enseña es a no apegarnos a ellos. Necesitamos una nueva cultura del deseo. Necesitamos aprender a desear a fin de que la tremenda fuerza del deseo sea puesta al servicio de la verdadera felicidad individual y colectiva. La exacerbación de los deseos individuales, sean cuales sean, sea al precio que sea, es la estrategia del marketing y de la publicidad puestas al servicio de un sistema de producción y consumo irresponsable que no sólo no nos está aportando una verdadera felicidad sino que es tremendamente injusto, insolidario y que está destruyendo la naturaleza. O aprendemos a desear o perecemos.

P. Por favor, añade lo que quieras.

R. Un poema zen:

“Después del canto del búho
el silencio de la montaña
es más profundo aún”.

Lo esencial no puede ser expresado con palabras.

lunes, 17 de marzo de 2008

Entrevista en el Faro de Vigo

“La renuncia es generosidad, una forma de sabiduría”

En una zona de colinas sinuosas entre la provincia de Valencia y Albacete está el Templo Zen Luz Serena, sede espiritual de la Comunidad Budista Soto Zen española que él fundó en 1989. Tiene nombre oriental, Dokushô, ganado en muchos años de estudio por los templos, y apellido español por su cuna sevillana.

Texto: Fernando Franco
Foto:
Ricardo Grobas



Así de inesperada es la vida de los hombres que de una familia jornalera y sevillana salió este maestro zen de cráneo compacto y rasurado, curtida
la mirada. Acaba de llegar a las librerías “Zen. En la plaza del mercado” (Editorial Aguilar), pero a este libro en que da las claves zen para comprender y sanar el malestar existencial en la era de la globalización, le han antecedido otros con su firma y pensamiento. Dokushô es distancia y, al tiempo, cercanía, palabra viva y a la vez templada.

Difícil imaginar que de un pueblo como Utrera, sevillano, salga un maestro en cultura tan lejana...

Ese es uno de los síntomas positivos de la globalización. El movimiento de los seres humanos se ha multiplicado y hoy ir a Japón, si antes era una odisea, está al alcance de la mano.

Dokushô es hijo tardío del 68 y de las corrientes orientalistas surgidas en el movimiento hippie, y conectó con la práctica del budismo zen en París, donde recibió la ordenación de monje soto zen de su primer maestro, pasando después estudios en principales monasterios del Japón.

Su vida, que es la de un monje ¿se diferencia mucho de la de un ciudadano medio?

Depende. Mi vida es atípica porque soy fundador de la Comunidad Budista Soto Zen y del templo Luz Serena y me debo por completo a esta tarea. Vivo en el templo, dirijo una comunidad de unas cien personas que se están formando. Otros monjes viven en la ciudad, con su familia y su trabajo normal.

El zen implica sobriedad, supongo, pero ¿también renuncia?

Claro, pero la palabra renuncia tiene hoy muy mala prensa. Se ve como algo negativo, como la frustración de un deseo. Eso no es nuestro punto de vista sino que pensamos que la renuncia es una forma de sabiduría, la máxima expresión de la generosidad.

¿Por qué?

Porque todo eso que renunciamos apropiarnos se lo estamos dando a los demás. Es justo el espíritu contrario al que preside la sociedad moderna, mercantilista y consumista.

Simplificando, aquí estamos los que tenemos fe o no la tenemos en el más allá ¿Y el zen?

Quizás sea esa una simplificación excesiva pero, en todo caso, le diré que Occidente peca de una visión demasiado etnocéntrica cuando se acerca a la religión, que siempre la entiende como una forma de teísmo. Por eso cuesta concebir cómo se puede tener una vida religiosa y espiritual sin trabajar con la hipótesis de Dios.

¿Y así es el budismo?

El budismo es una tradición religiosa y espiritual que ennoblece la vida humana sin contar con la hipótesis de trabajo de Dios. Nosotros decimos que hay que vivir sin esperanzas y sin temor, sin sujeción al deseo y sin miedo al futuro.

Ya en los años 50 Alan Watts empezó a publicar libros sobre el zen. Suzuki hizo lo mismo, como otros muchos, con la intención de dar a conocer el zen en occidente. Pero aún hay quien cree que es una línea de decoración...

Es el problema de la vulgarización a la que nos somete la sociedad de consumo, los publicistas, el marketing, que no duda en utilizar el nombre de una tradición espiritual milenaria para bautizar nuevos productos comerciales, nuevas tendencias de moda... Y eso es lo que llega a la gente llana.

Gary Snyder escribió en “El budismo y la revolución venidera” que la bendición de Occidente ha sido la revolución social y, la de Oriente, la penetración individual en el vacío existencial del yo...

Cierto, y añadió que necesitamos las dos. La gran aportación de Occidente viene, por un lado, del espíritu de los Evangelios pero, por otro, de la Ilustración, a partir de la cual el individuo se convirtió en sujeto de la historia. Esto aceleró una revolución social de la que fue hija el Estado del Bienestar, pero está coja, le falta la dimensión vertical de la profundidad y esa puede dársela el budismo.

El Estado del Bienestar, dice. ¿Tendrá que ver el malestar existencial en las sociedades opulentas con su abandono por parte de los estados?

Tiene que ver pero ese abandono no es más que un síntoma, no una causa. Desde nuestra perspectiva budista zen las causas son mucho más profundas y tienen que ver con la adopción por los humanos de un sistema de vida opuesto a la naturaleza.

¿En qué sentido?

En algún momento de su historia, el ser humano le ha ido dando la espalda a su propia naturaleza biológica, a las profundas relaciones que le unen con todos los seres vivos, con los ecosistemas... para construir una cultura por encima de la naturaleza. La degradación ecológica actual y la degradación social que la alimenta tiene como causa esta separación, que es también la que tiene entre el yo y los demás.

¿Es posible entender el zen con la lógica dualista de Occidente?

Imposible. Precisamente lo que el zen aporta es un nuevo sistema lógico que nada tiene que ver con la cosmovisión occidental. Es una bocanada de aire fresco a nuestra conciencia de realidad que no nos separa “de lo otro” sino que nos une al todo.

Eso me recuerda la experiencia unitiva de nuestros místicos...

Con razón. Y ocurre en todas las místicas, desde la sufí a la occidental: la unión con el Amado. En el zen se habla de “no dos”.

Dijo usted una vez que el zen no sirve para nada. Entonces ¿para qué el zen?

Para nada.

¿Cómo para nada?

Hay una mentalidad utilitarista según la cual todo se hace por algo, en función de algo, de los resultados, del después. El zen es vivir aquí y ahora lo que estás viviendo.

Nos dicen, por ejemplo, que el crecimiento económico es bien para todos...

Eso es un mito, una ilusión. No se puede continuar creciendo continuamente a costa de hipotecar los recursos. Todos los seres humanos necesitamos tener una vida digna que cubra nuestras necesidades básicas. No ocurre. Y es que el problema no está en generar más riqueza sino en repartir la que ya hay.

Publicada en El Faro de Vigo, el domingo 16 de marzo del 2008.

viernes, 14 de marzo de 2008

Una nueva cultura del deseo

"El zen es un excelente antídoto contra el mal de la alienación"

Artículo de Santiago Belausteguigoitia publicado en El País-Andalucía.
Sevilla, 14 de marzo del 2008.

El sevillano Dokushô Villalba publica un libro sobre la meditación zen

Dokushô Villalba ha recorrido un largo camino desde su nacimiento en Utrera (Sevilla). Fue ordenado monje soto zen (forma de budismo) en París. El encargado de su ordenación fue Taisen Deshimaru, su primer maestro, con quien estudió durante varios años el zen. Villalba se formó en los principales monasterios zen de Japón. Ha traducido una treintena de obras de la tradición budista y es autor de varios libros sobre el zen.

Villalba ha publicado Zen en la plaza del mercado en Aguilar. El libro lleva como subtítulo Claves zen para comprender y sanar el malestar existencial en la era de la globalización. Esta obra es una introducción a la historia y la práctica de la meditación zen, considerada como una herramienta que ayuda a las personas a bucear en su intimidad más profunda y a comprenderse mejor. El libro busca también dar claves para desenvolverse en una sociedad dominada por las leyes del mercado y la globalización.

Un utrerano dedicado al zen supone una curiosa combinación. Tras ella hay una historia de militancia política, crisis existencial y renacimiento espiritual. "Estudiaba Magisterio en Sevilla en los años 1975 y 1976. Estaba muy implicado en la lucha antifranquista. Tenía una inquietud social fuerte. Pero sufrí una gran desilusión respecto a la lucha política como sistema de transformación de los individuos. Por ello, dejé la lucha política y atravesé una crisis espiritual. Fui a una conferencia de un monje zen y me convertí en su mano derecha. Me di cuenta de que ahí había un camino para mí", relata. Luego vino un periplo que se inició en París y culminó en Japón.

Zen en la plaza del mercado es su octavo libro. "Llevo 25 años trabajando en el mundo editorial. He traducido unas 40 obras de espiritualidad oriental. Este libro fue una propuesta de Aguilar. Acepté la propuesta como un reto, como una manera de llegar a un público más amplio", comenta Villalba.

El malestar existencial corroe a muchas personas. Para el resto, es una amenaza que pende constante, una bandada de pájaros de mal agüero que dan vueltas en vuelos cada vez más cerrados. "La condición humana está siempre sujeta a un cierto estado de angustia existencial. Somos los únicos animales conscientes de su propia muerte, de su carácter transitorio. Aparte de esto, en nuestro momento histórico, el malestar adopta la forma de una angustia existencial que tiene como base la pérdida de contacto con la propia naturaleza humana. Hemos desarrollado una cultura contraria a nuestras necesidades reales y, por tanto, contraria a las leyes de la naturaleza", explica Villalba.

¿El zen puede servir de alivio o curación de los males generados por un entorno social hostil? "El zen no es un elixir curalotodo. Las causas de la crisis son complejas. El zen puede aportar claves; el zen puede aportar inspiración. En la tradición budista la felicidad se consigue con el autocontentamiento. Una reducción consciente de nuestros deseos innecesarios implicaría una reducción del consumo innecesario. Necesitamos una nueva cultura del deseo; necesitamos aprender a desear sanamente. El deseo es como un fuego. Y la publicidad y el marketing se encargan de estimularlo. Controlar este fuego es fundamental. De lo contrario, nos veremos abocados a un colapso económico y social", asevera.

"Normalmente estamos identificados con una autoimagen producto del condicionamiento social. La práctica del zen no implica un nuevo condicionamiento, sino tomar contacto con uno mismo", dice. "La práctica del zen supone crear la propia vida a partir de lo que uno siente personal, emocional y espiritualmente. Y no a partir de una imagen o idea inducida por el condicionamiento sociocultural. El zen es un excelente antídoto contra el mal de la alienación. Crear deseos es muy fácil. Satisfacer los deseos creados es más difícil. La publicidad estimula deseos que luego no se pueden satisfacer. El resultado es un estado de frustración que genera malestar existencial y violencia", agrega.

Villalba ha visto a lo largo de su vida cómo el zen influía de una forma positiva en la existencia de cientos de personas. "Lo veo continuamente. Llevo 25 años de enseñanza. He visto la transformación de cientos de personas. El zen lo practica todo tipo de gente: personas acomodadas, obreros, mujeres, hombres, jóvenes, maduros, ancianos... Y es tan simple como sentarse y sentirse", concluye.

Fuente: http://www.elpais.com/articulo/andalucia/nueva/cultura/deseo/elpepuespand/20080314elpand_24/Tes

jueves, 13 de marzo de 2008

El deseo es aliento de vida pero también causa de nuestro sufrimiento

Artículo de Fernando Franco publicado en El Faro de Vigo, el jueves 13 de marzo.

Nuestro anhelo de felicidad se manifiesta en forma de deseo. Somos seres anhelantes y el deseo es la energía de la vida, la fuerza, el aliento manifestándose en nosotros. Ahora bien, cuando no sabemos qué función cumple y nos dejamos arrastrar por su fuerza, éste se convierte en nuestra principal causa de dolor y sufrimiento".

Estas fueron algunas de las ideas expuestas ayer por el maestro zen Dokushô Villalba en el Club FARO. Ante un público que llenaba la sala y siguió su charla expectante hasta su último momento, habló este español educado en monasterios orientales y europeos sobre las "Claves zen para comprender y sanar el malestar existencial". Presentado por Saúl Estévez, responsable del Centro Zen de Vigo, el anhelo de felicidad fue el punto de partida de una charla centrada en el aquí y ahora en la que no omitió críticas de raíz al actual sistema económico neoliberal.
"Vivimos -dijo- con un malestar existencial definido por una sensación de carencia en medio de la opulencia. Queremos llenar un vacío y lo hacemos invirtiendo ese deseo sobre personas, objetos... y acabamos convirtiéndonos en zombis que van tras la satisfacción de deseos sucesivos, hasta el punto de que se convierten en fuego destructor que acaba con nosotros. Un deseo incontrolado, caótico, no domado que da lugar a un modo de vivir, a una ética, a una moral generada por unas políticas económicas y sociales que van contra el ser humano".

Para este monje zen se está reforzando el neoliberalismo, el materialismo, una nueva religión universal que tiene como dios al dinero y como principales ritos de salvación la producción y el consumo. "¿Qué es lo que mueve a nuestra sociedad actual? -se preguntó-. Podrían decirme ustedes, por ejemplo, que el petróleo pero, si vamos a la raíz de las cosas, podemos decir que el deseo es la energía de que se alimenta el actual sistema de vida. La producción y el consumo exagerado, desorbitado, brutal e inútil sólo puede existir si hay muchos humanos que desean los objetos que genera. Y, en cualquier caso, si no lo desea para eso está la publicidad".

Para el maestro zen Dokushô, fundador de la Comunidad Budista Soto Zen española y del templo Zen Luz Serena, la publicidad es una adicción sin salida, una trampa que produce frustración colectiva. "Aunque compráramos todo lo que sugiere -explicó- no hallaríamos felicidad, porque ésta depende de nuestro propio estado emocional interno. Sin darnos cuenta nos hemos hecho miembros de una nueva religión según la cual para ser feliz hay que producir y consumir, como si fuéramos expulsados de un nuevo paraíso si no lo hiciéramos. ¿Para qué ese mito de crear más riqueza si, a la postre, sabemos que se concentra en una parte de la sociedad condenando a la otra al hambre o a la muerte en una relación de directa dependencia y poniendo las bases para lo que llaman la sexta extinción de especies a causa de la degradación ecológica que produce?".
El autor explicó que el malestar que el ser humano experimenta en nuestros días procede de "diferentes niveles existenciales", pero en el nivel "más común" proviene de que el individuo "se ha separado de la naturaleza como organismo biológico y espiritual". "Las relaciones vitales que nos unen con otros seres vivos son fundamentales, una cultura separada de la naturaleza es imposible", aseveró.

Dokushô recurrió a un proverbio español con el que dijo que se identificaba el zen: "No es más feliz quien más tiene sino quien menos desea". Y recomendó la meditación como una técnica clave "porque consiste en sentarse y sentirse, pararse y entrar en contacto con el ser real que somos dejando de correr tras una zanahoria que nos mantiene esclavizados. Nos pasamos el 50 por ciento de nuestro tiempo detrás de lo que deseamos y el otro 50 corriendo delante de aquello que tememos, como la muerte".

Hay un dolor existencial que es evitable.

Hablando del zen y respondiendo a si era una religión, comentó Dokushô que "depende de lo que se entienda por religión. Cuando se habla de religión en España se entiende religión católica, un cuerpo dogmático, una jerarquía eclesiástica en que se tiene fe. Pero el término religión es mucho más amplio, la palabra proviene del término latino religare, que significa religar, volver a unir, entendiendo el zen así la experiencia de la unidad, la esencia de toda espiritualidad, el individuo unido a la totalidad".

El maestro zen empezaría su charla hablando de la felicidad como anhelo común pero también del dolor como compañero del ser humano desde que nace, aunque él se refería al mismo en el sentido de malestar, inquietud, insatisfacción... "Aunque tuviéramos una vida fácil y transcurriera sin grandes problemas -dijo- tarde o temprano aparece la vejez, la pérdida de facultades y la muerte, que es lo único seguro que tenemos. Que se nos escape la vida, la lozanía de la juventud, y la consciencia de nuetra propia muerte causa un dolor existencial. Esto debemos aceptarlo y reconocerlo pero hay una gran parte de este malestar que es innecesario y evitable. Buda enseñó que tiene raíz en la ignorancia, que en el budismo se refiere a un estado mental empañado, turbio, opaco".

Según Dokushô esta ignorancia se manfiesta en nuestra vida como un fallo en el proceso cognitivo, un modo erróneo de percibir la naturaleza de la realidad. Y cuando esto pasa desarrollamos comportamientos inadecuados.

Y habló también de la ignorancia respecto a la imagen que uno tiene de sí mismo: "Cuando decimos `yo´ ¿a qué nos estamos refiriendo? El yo que nos separa de los demás es una alienación, una percepción errónea que acaba produciéndonos dolor porque rompe nuestra unidad con el todo".

Fuente: http://www.farodevigo.es/secciones/noticia.jsp?pRef=2008031300_8_207692__SociedadyCultura-Dokush-deseo-aliento-vida-pero-tambien-causa-nuestro-sufrimiento

miércoles, 12 de marzo de 2008

La vida zen busca el equilibrio y el despertar del ser

Entrevista de Marina Díaz-Cabrera publicada en el diario Granada Hoy del 7 de marzo del 2008.

El maestro sevillano aclara el origen y las claves para comprender y sanar el malestar existencial del mundo en su último libro 'Zen. En la Plaza del Mercado'

El maestro zen sevillano Francisco Dokushô Villalba, fundador de la Comunidad Budista SotoLuz Serena en Valencia, denuncia el mal uso de la imagen del zen que hacen las marcas comerciales y propone una visita a sus claves para comprender su origen, esencia y propósitos, como una forma de vivir y afrontar la vida en la era de la globalización. El autor de numerosas obras sobre el zen y uno de los mayores representantes de la comunidad budista de España resume en su último libro Zen. En la Plaza del Mercado lo qué es realmente: una tradición de despertar existencial que se remonta al siglo V.

-Cada vez son más los que conocen el zen a través de las campañas comerciales. ¿Se puede decir que se está perjudicando la esencia de esta filosofía?

-¿Pero qué es lo que se está dando a conocer? Una marca zen de champú, una marca zen de un Ipod, un estilo zen… Al presidente Zapatero se le dice que tiene una sonrisa zen... Es una banalización y vulgarización. Con lo que esto tiene de positivo y de negativo. La palabra empieza a sonarle a la gente pero la verdad es que la mayoría no saben lo que es en realidad. Hay un riesgo de que las marcas comerciales y las tendencias de moda acaben por popularizar una imagen del zen que no tiene nada que ver con la tradición.

-¿Qué haría falta para dar la versión más correcta?

-Hace falta cultura, información, educación y que la gente lea más y se preocupe por el patrimonio espiritual de la humanidad. Pero es verdad que cada vez se dan más conferencias, se publican más libros y aparece regularmente en la prensa algo relacionado con el budismo zen. Poco a poco se va conociendo de primera mano qué es el zen. Espero que el libro contribuya a la información general y que la gente sepa de buena tinta qué es el zen.

-En pocas palabras, ¿cómo definiría la filosofía zen?

-El zen es una tradición budista que tiene su origen en el Buda Sakiamuni, el fundador, que alcanzó su propia característica como escuela en el siglo VII en China y que ha tenido una gran influencia espiritual y cultural en Asia. En el siglo XIII pasó a Japón y en el XX la tradición viva ha llegado a Europa y Estados Unidos. Es una tradición de despertar espiritual basada en práctica de la meditación, una tradición no dogmática y no ritualista en la que la experiencia personal está en el centro de todo. El zen se ha transmitido de maestro a discípulo, no está basada en las escrituras, ni en la fe, o en una adhesión ciega a una ideología.

-Entonces en ningún momento estamos hablando de una religión…

-Depende de lo que se entienda por religión. Cuando se habla de religión en España se entiende religión católica, un cuerpo dogmático, una jerarquía eclesiástica en que se tiene fe. Pero el término religión es mucho más amplio, la palabra proviene del término latino religare, que significa religar, volver a unir, siendo la experiencia de la unidad la esencia de toda espiritualidad. El vuelve a unir al individuo con la totalidad a través de la práctica de la meditación.

-¿En qué consiste la meditación?

-Es algo muy sencillo. Consiste en sentarse y sentirse. Se trata de una postura corporal determinada que produce unos cambios energéticos y fisiológicos que permiten una respiración larga y profunda, una relajación del ritmo cardiaco, lo cual conduce a un estado de conciencia caracterizado por dos cualidades: la lucidez y la serenidad.

-¿Considera que el hombre está entrando en una era espiritual y abandonando el materialismo?

-La historia sigue ciclos. Creo que el materialismo moderno es una reacción al espiritualismo medieval. Ante la represión emocional y sexual del animal humano asistimos a una recuperación que ha desembocado en el materialismo actual. Cada vez son más las personas que se dan cuenta de que el bienestar material no lo es todo y buscan otras formas de vida más respetuosas con la naturaleza. Están buscando un equilibrio y vías de despertar espiritual.

-En el segundo apartado del libro habla de la religión en la Plaza del Mercado...

-La Plaza del Mercado es una metáfora muy antigua que se utiliza en el zen para decir que después de la mayor experiencia espiritual hay que volver a la vida cotidiana, que es la Plaza del Mercado, donde tradicionalmente se reúnen la gente, porque el comercio forma parte de la cultura humana. Actualmente, al volver al mundo normal nos encontramos una sociedad dominada por una ideología mercantilista e individualista que está funcionando como una religión, en el sentido que está prometiendo a la gente una salvación o una felicidad basada en el consumo.

-Se puede decir entonces que con el zen se puede afrontar la vida de una forma mejor…

-Exacto, por eso el subtítulo del libro se llama Española y del Templo Zen
Claves zen para comprender y sanar el malestar existencial en la era de la globalización. La pregunta es, ¿Qué es lo que realmente buscamos, qué es lo que necesitamos, qué es lo que queremos en el fondo? La religión del mercado juega con fuego y de hecho ha incendiado el planeta. Con el fuego de la ambición, de la avaricia y de la codicia. Cuando
se practica la meditación zen uno aprende a reducir sus necesidades y a darse cuenta de que la felicidad consiste en una renuncia consciente.

-En el libro habla de la necesidad de una nueva cultura del deseo…

-Necesitamos una nueva cultura del deseo. La sociedad de consumo está basada en la excitación del deseo de la gente por cosas y objetos inútiles con el concurso y ayuda de la publicidad y el marqueting. Nos están exprimiendo como a limones, ordeñando como a vacas...


El actualmodo de vida no trae paz ni felicidad.

El actual modo de vida no trae paz ni felicidad: hay que cambiarlo

El monje budista sevillano participa hoy en Granada en el Congreso Ecología y Religiones.
Entrevista de Inés Gallastegui publicada en el diario Ideal de Granada el 6 de marzo del 2008.

Francisco Fernández Villalba nació en 1956 en una familia de jornaleros de Utrera (Sevilla) y, tras una crisis existencial, en 1978 'renació' como el monje Dokushó Villalba en París, de la mano del maestro budista zen Taisen Deshimaru. En ese intervalo, coqueteó con el catolicismo, el comunismo y las drogas psicodélicas. Tras su ordenación como maestro, ha completado su formación en París y Japón. En 1989 fundó el Templo Zen Luz Serena, en Valencia, donde reside con una pequeña comunidad y acoge retiros de meditación. Es autor de numerosos libros de difusión del budismo zen y hoy hablará en el marco del I Congreso Internacional Ecología y Religiones (Escuela de Arquitectura Técnica, 12.00 horas).

-¿Qué supuso en su vida el descubrimiento del budismo?

-Supuso una revolución interior total y una transformación de mi forma de vida. Supuso una clarificación mental, emocional y espiritual, una apertura a los demás y a la realidad del mundo. La meditación zen te ayuda a superar la visión egocéntrica.

-¿Qué es el zen: una religión, una filosofía o una forma de vida?

-El budismo zen no es una religión, ni una filosofía, ni una ideología, aunque es un poco de todo eso. Es un estilo de vida basado en la simplicidad y en la práctica de la meditación como una forma de permanecer en contacto con uno mismo, con las propias necesidades y emociones.

-El budismo se basa en la figura del maestro, pero es menos jerárquico que otras religiones...

-En el budismo zen no hay un aparato que dicte a los seguidores qué deben hacer y qué no. No es una institución de poder, sino una tradición espiritual que se basa en la transmisión entre maestro y discípulo, a través de una relación personal, de corazón a corazón. Lo más importante es que cada practicante experimente el estado de despertar, el buda.

-Entonces, ¿no es posible ser un budista autodidacta?

-Uno no tiene por qué ser budista para practicar meditación zen, pero tiene que aprender a meditar y necesita un maestro que le enseñe. He escrito libros de introducción a la práctica del zen, pero siempre remarco que el libro nunca sustituye al maestro. La meditación zen no es sólo una técnica; se transmiten también una actitud y un espíritu, y eso sólo puede hacerse de persona a persona.

-¿Con qué obstáculos culturales se encuentra el budismo para su difusión en occidente?

-El primero es la ignorancia que existe en Occidente de las religiones orientales en general y del budismo zen en concreto. En Occidente se intenta catalogar todo, y el zen no puede ser catalogado según las categorías habituales. Tiene un aspecto filosófico, pero no es una filosofía surgida del pensamiento discursivo. Es una religión en el sentido original del término: viene de 'religare', algo que une al individuo con la totalidad. Pero no es una religión teísta, ritualista ni dogmática. Una de mis principales funciones es explicar, a través de libros, conferencias y seminarios, qué es el zen. Cada vez son más las personas que encuentran en la vía del zen una bocanada de aire fresco.

-También hay una moda 'zen'. ¿Es algo superficial?

-'Zen' significa meditación, estado de introspección profunda. Pero se está utilizando como marca comercial: hay un iPod 'zen', una línea de cocina 'zen', un gel de baño 'zen' y gimnasios 'zen'... Es un abuso del término. Los creadores de tendencias siempre buscan nuevos estímulos para excitar al público a comprar, aunque sea utilizando el término zen, que es una filosofía del no consumo, de la simplicidad y la sobriedad.

-Asegura
que la meditación es muy útil en el mundo actual. ¿Es compatible con nuestro estilo de vida estresado, en el que apenas da tiempo de pensar?

-Yo creo que en nuestro modo de vida estresado se piensa demasiado, aunque sea en tonterías. No se trata de llevar una vida estresada y después hacer un poco de meditación para contrarrestar el estrés. A través de la práctica de la meditación nos damos cuenta de que este modelo de vida es absurdo, no lleva a ningún lugar, no conduce a la paz ni a la felicidad, y por tanto necesitamos cambiarlo.

-¿Qué tipo de personas se acercan a usted, a sus centros y sus retiros?

-Hay de todo. Hay igual número de hombres y mujeres, tienen entre 35 y 55 años y un nivel cultural medio-alto. Lo que impulsa a casi todo el mundo es una crisis existencial. Sobre todo a partir de los 45 ó 50 años, cuando uno ha conseguido lo que anhelaba a nivel social o material, los hijos están en la universidad y uno comienza a preguntarse: '¿Esto es todo? ¿En esto consistía la vida?'. Algunas personas encuentran en el zen una manera de responder a las preguntas.

-¿Hay maestras zen?

-Sí, por supuesto. En Japón hay menos porque es una sociedad más machista. Pero en Europa y, sobre todo, en Estados Unidos, hay maestras zen, y también lesbianas y gays que son maestros zen.

-Parece que el budismo no interviene tanto en la vida moral, social y política como lo hacen, por ejemplo, el catolicismo o el islam...

-No. En el budismo la libertad de conciencia es muy importante. Los maestros budistas raramente imponen comportamientos éticos a sus seguidores o discípulos. Inspiran, orientan, pero siempre es el individuo el que asume su responsabilidad y es fiel a su propia conciencia. El budismo está basado en una profunda confianza en el ser humano.

-Participa en el I Congreso Ecología y Religiones. ¿Por qué el budismo es ecologista?

-No sé si el budismo es ecologista: yo no represento al budismo. Estoy en el congreso porque llevo muchos años haciendo ver la profunda relación que hay entre la degradación ecológica actual y una determinada cosmovisión. Hace ya 2.500 años que el Buda enseñó el principio de interdependencia: ningún ser vivo existe por sí mismo; su vida sólo tiene lugar gracias a las relaciones que mantiene con todos los demás seres vivos. Y es el principio fundamental que ha descubierto la ecología moderna. En el sistema religioso y filosófico que ha marcado a Occidente, el ser humano fue puesto por Dios sobre todas las criaturas para que se sirviera de ellas, las usara y les causara temor, pavor y terror, tal y como se recoge en el Génesis. No sé cuál es el sentido original de esta enseñanza del Génesis, pero el hecho es que en la cultura occidental se ha interpretado que el hombre tiene carta blanca para hacer lo que le dé la gana en el medio ambiente, considerándose más como hijo de un Dios abstracto que como un hilo dentro de una trama de vida concreta.

-Su último libro se titula 'Zen en la plaza del mercado' (Ed. Aguilar). ¿Qué significa eso?

-En la tradición zen volver a la plaza del mercado significa volver, después de una experiencia espiritual profunda, a la vida cotidiana, a la relación con los demás. Pero en el libro la plaza del mercado representa el mercantilismo actual. El culto al mercado es el heredero de los monoteísmos tradicionales: se ha dejado de creer en Dios, pero se cree en el dios dinero. Es una forma de monoteísmo totalitario que se está imponiendo en todo el planeta y que es el principal causante de la degradación social y ecológica.

www.dokusho.eu
igallastegui@ideal.es

La clave de la felicidad

La clave de la felicidad es el aquí y el ahora.

Entrevista de Marta Conde publicada en 20 minutos de Sevilla el 11 de marzo del 2008.

Dokushô Villalba es maestro budista.
Nació en Utrera y se formó en París y Japón.

Contra el estrés, una ducha de agua fría. Lo recomienda Dokuskô Villalba, autor de ZEN En la plaza del mercado, un libro que ayuda a reflexionar y que presentó ayer en Sevilla.


- La plaza del mercado es...
Cuando los budistas alcanzan la iluminación vuelven a ella, a la vida real. Hoy todo está mediatizado por el dios mercado, la nueva religión.

- ¿Dónde vive usted?
En el templo Zen Luz Serena. En un parque natural de Valencia, sin vecinos. Somos 15. Meditamos en Zen.

- ¿En qué consiste?
En sentarse, sentirse y tomar conciencia de la maravilla que es el hecho de respirar.

- Nos olvidamos de eso ¿no?
Sí. En ella está la fuerza. Podemos pasar días sin comer, años sin sexo pero ni 30 segundos sin respirar.

- ¿Cómo se debe hacer?
Siéntate derecha y toma conciencia de la respiración como si tu atención fuera un corcho que flota en ella.

- ¿Qué aprendió en Japón?
A simplificar la vida.

- ¿Cómo se logra lo esencial?
Siendo feliz y protegiendo la felicidad interior. Estando atento al aquí y al ahora.

- ¿En qué fallamos?
Buscamos para después. Si tuviera esto sería más feliz...

- ¿La sociedad está enferma?
Sí. La ignorancia es la causa del dolor. Lo tenemos todo pero no nos damos cuenta.

- ¿Tres consejos para ser feliz?
Sigue a tu corazón; no hagas lo que no te gustaría que te hicieran y piensa que no eres el centro del universo sino un elemento más.