El río de la actividad
mental fluye y fluye durante zazen. Es importante permitir que la actividad
mental fluya libremente. En el río de la actividad mental fluyen muchos
contenidos diversos, pensamientos, encadenamientos lógicos, ideación, imágenes,
recuerdos, sensaciones, proyectos, emociones. Nuestra función como meditadores
es la de permanecer en un estado de observación ecuánime. A veces puede resultarnos
difícil. Puede que aparezca el apego a ciertos contenidos, por un lado, y el
rechazo hacia otros, por otro lado.
Debemos considerar que,
cuando permanecemos en un estado de observación ecuánime, somos como un
observador sentado a la orilla de
un río contemplando su fluir. El río fluye a veces rápido, a veces lento, a
veces tumultuoso, a veces apacible. Si perdemos la observación ecuánime
terminaremos por identificarnos con uno u otro contenido. Esto es como si
hubiéramos caído a la corriente y fuéramos arrastrado por ella.
Si en algún momento, debido
al apego inconsciente o al rechazo ciego, nos vemos arrastrados por la
corriente del río de la mente, entonces, en ese momento, también podemos
desarrollar la observación ecuánime. Lo más importante es evitar el pánico. Una
persona que no sabe nadar y cae en un río de corrientes rápidas se esfuerza
desesperadamente por salir. El pánico es muchas veces la causa por la que estas
personas terminan ahogándose. Por el contrario, si en ese momento puedes mirar la
situación con un poco de sangre fría, de ecuanimidad, de distancia, entonces puedes hacerte dueño de la
situación y poco a poco dejarte fluir dentro del río hasta ir poco a poco
alcanzando una orilla. Una vez fuera de la corriente puedes sentarte de nuevo y
continuar tu contemplación.
La actividad mental nunca
debe de ser reprimida o contenida. Es inútil tratar de crear un dique. El río
de la mente debe fluir continuamente a fin de que su creatividad y su vitalidad
se manifiesten. Es un error pensar que sentarse en zazen significa tratar de
dejar la mente en blanco. ¡Ni siquiera la mente de los muertos está en blanco,
tanto menos la nuestra que estamos aún vivos! El secreto de la práctica de
zazen no es detener la actividad mental. Esto sería como querer detener el
latido del corazón, el ritmo respiratorio o la secreción hormonal. La actividad
mental forma parte de nuestra naturaleza como seres humanos. Ahora bien no
debemos tampoco ser prisioneros de la actividad mental.
La actitud justa de la
mente durante zazen es expresada por Dogen Zenji con el término japonés sansui. “Sui”
significa río, agua que fluye. “San” es montaña. La montaña permanece quieta e inmóvil. El paisaje
es así: Una majestuosa montaña permanece quieta e inmóvil mientras que por sus
laderas un río fluye, siguiendo curvas y meandros sinuosos. Este es el paisaje
de la actitud justa de la mente durante zazen.
La observación ecuánime es
como una montaña que permanece siempre, como la superficie pulida de un espejo.
Es la conciencia testigo, a-temporal, fuera del tiempo, del espacio y de las
circunstancias. En el mismo paisaje está el río que fluye. Es la actividad
mental, emocional, sensorial continuamente cambiante, completamente
impermanente. Este es el estado que debemos generar tanto durante zazen como
durante nuestra vida cotidiana.
Zazen es sansui, montaña y río. Durante zazen la mente debe fluir como
un río sin obstáculos. La actividad de la mente es la manifestación de la
energía creativa de la vida. De ninguna manera debemos construir diques de
contención durante zazen. Debemos permitir que la mente fluya siguiendo su
propia naturaleza.
Cuando el agua se estanca,
se pudre, huele mal, puede ser causa de enfermedad. También cuando la mente se
estanca aparece la obsesión, la fijación, la ofuscación, la obcecación. Todo
esto causa trastornos y, en última instancia, dolor. La naturaleza del agua es
fluir. El río fluye. La mente también fluye naturalmente cuando no creamos
obstáculos. Continuamente aparecen contenidos, pensamientos, recuerdos,
sensaciones, como remolinos en la corriente del agua que se forman para
desaparecer acto seguido, siguiendo la propia corriente del río de la mente. No
queráis detener, ni fijar, ni estancar el movimiento de la mente. Este
movimiento es la fuente de la creatividad.
Necesitamos este movimiento para
crear nuestra vida cotidiana día a día.
Por otra parte zazen es
como una montaña. La conciencia testigo que observa desde la ecuanimidad tiene
la imperturbabilidad, la solidez, la estabilidad, la majestuosidad y la
generosidad de una gran montaña. Ecuanimidad significa no tomar partido ni por
ni contra. Significa no juzgar ni clasificar en tanto que bien o mal los
contenidos que aparecen en la conciencia durante zazen.
Cuando olvidamos nuestras
preferencias personales o dejamos de elegir, la conciencia testigo deja de
estar vinculada al ego y se convierte en la conciencia de las montañas, de las
nubes, de los árboles y de todos los seres vivientes. Las montañas, las nubes,
los árboles, se ven a sí mismos a través de esta conciencia testigo. Esta
conciencia testigo se convierte en la conciencia de las montañas, de las nubes
y de los árboles, por ello se la llama cósmica y se la compara a una montaña
generosa en cuyo seno viven y se alimentan muchos seres vivientes.
Durante zazen, tanto la
libertad interior como la estabilidad o la paz profunda, surgen del no
aferramiento, es decir, de la realización del principio fukatoku,
imposible de aferrar. Cuando no generamos aferramientos, la vida fluye como un río.
Cuando no nos aferramos a ninguno de los dos extremos de cualquier
contradicción, podemos encontrar el equilibrio justo, la estabilidad, la
inmovilidad, la paz interior.
Este es el sentido profundo
de la expresión sansui que Dogen Zenji emplea en el Shôbôgenzô.
Sansui, estable como la montaña, fluido como el río.
Del libro "Fluyendo en el presente eterno".
Dokushô Villalba
Miraguano Ediciones, Madrid.
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