miércoles, 7 de octubre de 2009

Subjetivo versus objetivo.


Durante zazen debemos cuidar de no caer en el subjetivismo, esto es, en la absolutización de nuestros propios estados mentales o emocionales. Por el contrario, a través de la observación o contemplación, debemos objetivar nuestra subjetividad, esto es, tomar conciencia de nuestras percepciones subjetivas.  
El zen es la práctica de la pura toma de conciencia. El entrenamiento zen es una pura toma de conciencia. Por ello, durante zazen, debemos permitir que el río de nuestra mente subjetiva fluya y fluya naturalmente. Zazen no es una negación de nuestro mundo subjetivo. Debemos permitir que las percepciones, los recuerdos, las sensaciones, los sentimientos, las emociones, los anhelos fluyan libremente. No hacemos nada para reprimir ninguna parte de nosotros mismos. No juzgamos.  No nos juzgamos diciendo: «Esta parte mía está bien, esta parte mía está mal» sino que permitimos que nuestra mente se manifieste y fluya tal y como es, tal y como se presenta. Esta actitud, cuando la comprendemos y la practicamos, nos permite una gran libertad interior, nos permite manifestar cualquier aspecto de nuestra propia existencia subjetiva, sin miedo a los juicios, sin juicios. 

Ahora bien, esta plena libertad en la propia subjetividad debe estar necesariamente equilibrada con una cierta objetividad, esto es, con una observación desapasionada, ecuánime. Debemos ser capaces de desidentificarnos de nuestro mundo subjetivo. Es sólo cuando nos desidentificamos de nuestro mundo subjetivo que podemos obtener una cierta visión objetiva sobre nosotros mismos. Esta desidentificación es un trabajo eminentemente emocional. Este sutilísimo trabajo emocional se produce a través del cultivo sistemático de la ecuanimidad. Ecuanimidad quiere decir no identificarse con el apego y no identificarse con el rechazo, sea a lo que sea.
Por ejemplo, puede que durante zazen se os venga algún recuerdo de la actividad onírica nocturna, algún tipo de sueño. Tal vez un sueño sexual en el que habéis mantenido una relación con vuestro partenaire ideal (el hombre o la mujer que se encaja perfectamente con vuestros deseos subjetivos). Os puede venir el recuerdo del placer experimentado y un fuerte apego a ello, como si no quisierais experimentar durante zazen otra cosa que no sea esa sensación placentera. Os gustaría conservar la memoria, el recuerdo, la reverberación de esas sensaciones placenteras de manera que permanezcan el mayor tiempo posible en vuestro campo de conciencia. Podéis esforzaros en ello, impulsados por el apego. Sin embargo, la naturaleza de todas nuestras percepciones o sensaciones subjetivas es impermanente. Las impregnaciones, recuerdos, sensaciones aparecen para desaparecer después. Vuestra felicidad inicial se puede convertir en frustración y la fustración en cólera. La cólera se convierte en agresividad, en malestar y, de pronto, os encontráis en un estado de conciencia infernal. Este proceso se produce cuando hay una falta de visión objetiva, de contemplación, cuando hay ausencia de auto-observación. 
Ciertamente lo mismo puede suceder con la emoción contraria, el rechazo. Durante zazen puede surgir el recuerdo de una pesadilla nocturna. Podemos experimentar alguna de nuestras muchas e intensas paranoias, percepciones a través de la cuales creemos que el mundo o algunos personajes en concreto sólo tienen el propósito de destruirnos o hacernos daño. Podemos encontrar alguno de esos personajes en nuestra imaginación subjetiva durante zazen. Podemos generar un profundo odio o rechazo hacia ese personaje imaginado. Aunque ese personaje sea real o tenga presencia objetiva, nosotros siempre lo imaginamos desde nuestra propia subjetividad, teñiéndolo con nuestras apreciaciones subjetivas. Puede que un gran odio o fobia se despierte en nuestro interior y nos lleve desear asesinar a nuestro personaje imaginario. Puede que de pronto nos veamos intensamente comprometidos en un ritual de sangre y destrucción, devorados por un fuego interno, por la cólera o el odio. Supongamos que, en ese momento, tenemos un atisbo de objetividad y tomamos conciencia de lo que está pasando dentro de nuestra mente. Entonces podemos sentir tal vergüenza, tal miedo de nosotros mismos, tal rechazo que tratemos de negar o reprimir justo eso que está surgiendo en ese momento en nuestra mente. (Y es que, en el fondo, todos queremos ser buenos chicos y buenas chicas tal y como nos han enseñado).  Puede que en el momento en el que nos descubrimos sintiendo emociones tan destructivas nos juzguemos y nos condenemos a nosotros mismos. Entonces, toda la energía destructiva que antes habíamos dirigido hacia nuestros enemigo imaginario, la volvemos contra nosotros mismos.  
Nuestra actividad emocional está prácticamente todo el tiempo pasando del extremo del apego al extremo del rechazo, desde la empatía a la antipatía. Esto conforma un mundo subjetivo alimentado por una actividad emocional inconsciente e incontrolada. 

El primer paso para generar un estado de libertad interior que le permita a la mente fluir y liberarse de todas sus cargas inconscientes es la ecuanimidad. La ecuanimidad equilibra la balanza formada por los dos extremos del apego y rechazo. La ecuanimidad genera automáticamente la capacidad de desidentificación de los contenidos de la propia mente. Esta desidentificación es la que nos conduce a la visión objetiva sobre nosotros mismos.

De esta forma, gracias a la meditación zazen, podemos establecer una armonía íntima entre lo subjetivo y lo objetivo. Cuando nos sentamos en zazen y simplemente nos entregamos a un estado de ensoñación sin auto-observación, estamos cayendo en el extremo del subjetivismo. Por el contrario, cuando nos sentamos en zazen y queremos controlar completamente nuestra mente no permitiendo que se manifieste nada que pueda perturbarla, entonces estamos cayendo en el extremo del objetivismo.  
La práctica de zazen es hishiryo, más allá de lo objetivo y de lo subjetivo. Espero que podáis entender esto.

"Fluyendo en el presente eterno"
Dokushô Villalba
Miraguano Ediciones, Madrid.


1 comentario:

  1. ¿Buscar tanto la objetividad como la subjetividad serían cosas del ego?
    ...
    Es decir... el sólo hecho de pensarlo, ya es cosa del ego, ¿no?

    Me gustaría que nos entrenara so un pocobre el ego -sólo si le apetece, claro- ese "ente" tan de moda en estos tiempos... :D A ver si nos deleita con un post sobre ello.
    Un saludo, con mi admiración ya lo sabe.

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