Entrevista a Dokushô Villalba
por José Manuel Moreno
03/Marzo
Aunque el nombre que le pusieron sus padres era Francisco, Dokusho es el que recibió con la ordenación de sacerdote budista zen. Nacido en Utrera, ha vivido en Sevilla, en Paris, en Madrid, en Valencia, en Japón... hoy nos relata sus experiencias y explica su filosofía de vida.
- ¿Qué supone para usted recibir el Mostachón de Oro? ¿Le ha sorprendido?
– El Mostachón de Oro es una distinción que concede la Orden del mismo nombre, que es una institución formada por personalidades destacadas de la sociedad y de la cultura utrerana. Para mí es un honor que tales personas hayan decidido distinguirme con su reconocimiento y su aprecio. Sé que hace unos años unos amigos utreranos me propusieron para el galardón, pero entonces no era el momento. Y ahora sí, me ha sorprendido. No me lo esperaba, la verdad.
- ¿De qué manera cree usted que ha contribuido al conocimiento y engrandecimiento de Utrera? Razón por la cual ha recibido el galardón.
– La verdad que yo no sé si he contribuído al conocimiento y al engrandecimiento de Utrera. Tal vez Usun Yoon lo esté haciendo más que yo. Lo que sí es cierto es que viajo mucho y participo en muchos encuentros y acontecimientos culturales y religiosos y siempre, en mi biografía, aparece que Utrera es la ciudad en la que nací. Pero siempre he dicho, y los que me conocen lo saben, que no tengo muy desarrollado el sentimiento patriótico, ni hacia la nación ni hacia la llamada patria chica.
- ¿En qué circunstancias y por qué decidió seguir el camino de la filosofía Zen?
– En el año 1977 yo era estudiante de Magisterio en Sevilla. Después de haber pasado por la lucha política contra la dictadura tuve una especie de crisis existencial y en ese momento asistí a una conferencia sobre Budismo Zen, que impartía un monje budista zen en la Facultad de Filosofía. Después comencé a practicar meditación zen con él y al cabo de un año ví claramente que ese era el camino de vida que quería seguir. Y hasta ahora.
- ¿En qué punto de su propio camino se encuentra ahora mismo?
– Tengo 52 años. Comencé a practicar la meditación zen con 20 años. Ahora hace pues 32 años que sigo la Vía del Zen y me sigo sintiendo como un principiante. Durante estos últimos 32 años ha pasado mucha agua bajo el puente. Comencé siendo un muchacho desorientado y ahora dirijo un templo budista zen y una comunidad con miles de personas que me tienen como referencia en su práctica espiritual. Pero como dijo un viejo maestro zen coreano antes de morir: Esto era yo hace ochenta años. Ochenta años después sigo siendo lo mismo.
- En dicho camino ha recorrido medio mundo ¿Con qué se queda de todos esos lugares que ha visitado a lo largo de su vida?
– Sería difícil decirlo. ¡Hay tanta belleza en este mundo! La vista del Teide nevado después de salir del mar de nubes es inolvidable, así como es impresionante el Monte Fuji en Japón. La bahía de Río de Janeiro desde el Concorvado me dejó sin aliento pero nunca olvido las puestas de sol que contemplaba cuando era joven desde la Cuesta del Merendero.
- Usted es fundador y reside en el Templo Zen Luz serena. ¿Qué le motivó a llamarlo así?
– La Luz Serena no es sólo el nombre de un lugar físico sino un estado de espíritu. Hace referencia a la lucidez de la conciencia y a la serenidad del corazón. Es el estado propio que se alcanza con la meditación zen cuando se ha practicado durante muchos años, un estado de serenidad luminosa.
- Por último ¿Es posible alcanzar la felicidad? ¿Por dónde empezar y hacia dónde dirigirse?
– La felicidad está siempre muy cerca, al alcance de nuestra mano. La felicidad es el estado innato del ser humano. ¿Has visto un recién nacido? Su luz, su bondad, su confianza básica en la vida… Pero algo sucede después que lo estropea todo: nos volvemos avariciosos, rencorosos, complicados… Inventamos dioses y religiones, adoramos ídolos con la esperanza de recuperar lo que hemos perdido, el paraíso original del que nos dicen que fuimos desterrados. Pero para el Budismo ese paraiso original sigue existiendo en la inocencia de nuestro propio corazón y puede ser recuperado cuando nos liberamos del sentimiento de culpa y de las demás emociones dañinas que nos afligen innecesariamente. No es necesario dirigirse a nadie ni a ningún sitio ya que la llave de nuestra felicidad se encuentra en nuestra propia mente.
Fuente: http://www.andaluciainformacion.es/portada/?a=33632&i=1
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