martes, 8 de abril de 2008

Entrevista a Dokushô Villalba, maestro soto zen.

La angustia por el dolor y el sufrimiento de los demás le llevaron a las comunidades cristianas de base. Después, le tentaron el marxismo y el comunismo libertario, pero acabó por ver la luz en el budismo. Francisco Dokushô Villalba, utrerano que ahora dirige en Valencia el Templo Zen Luz Serena (www.dokusho.eu), ha publicado recientemente «Zen en la plaza del mercado» (Ed.Aguilar), libro con el que este miembro del Consejo de Sabios de la Organización de Tradiciones Unidas quiere acercarnos a este sistema de creencias y conocimiento milenarios. Leamos (y vivamos, sobre todo vivamos) en paz

Entrevista de MANUEL DE LA FUENTE para ABC Domingos, publicada el 6 de marzo del 2008.

-¿Qué alforjas se necesitan para viajar al planeta zen?

-Este viaje puede hacerlo cualquiera que tenga una salud normal, física y emocionalmente.

-¿Qué lleva a la gente a acercarse al universo zen?

-Suele ser gente madura que se ha realizado profesional y humanamente y que, llegada a la estabilidad, se pregunta: ¿Hay algo mas? Esa inquietud existencial es lo que atrae a la mayoría a practicar la meditación zen.

-Pero usted fue ordenado con veintidós años.

-Siempre tuve mucha sensibilidad al sufrimiento. Fui educado en una escuela salesiana y luego empecé a trabajar en Acción Católica, de donde pasé a las HOAC (Hermandades Obreras de Acción Católica, germen de Comisiones Obreras), de ahí al PCE y acabé terminando en el grupo Liberación en torno a la editorial ZYX, que en los albores de la Transición publicaba a pensadores de izquierda no estalinistas, como Bakunin y Proudhom.

-De las barricadas al zen. No sé si religiosa, pero es toda una experiencia.

-A los veinte años tuve una gran crisis ideológica. Me di cuenta de una cosa muy tonta y muy sencilla, pero muy real: los ricos también lloran y sufren. Algo muy importante, porque para mí en esa época el mundo se dividía entre ricos y pobres. Los pobres eran los buenos y las víctimas, y los ricos eran los malos y los verdugos. Tenía amigos burgueses y veía su dolor. Y me dije, la clave no está solo en el poder adquisitivo o la riqueza, hay causas más profundas del sufrimiento.

-Cayó del caballo y se dio de bruces con Buda.

-Más o menos. Empecé a leer libros de budismo y, sobre todo, asistí a la conferencia de un monje zen español formado en Francia, al que ayudé a abrir un centro de meditación. Al año tuve una especie de revelación, una apertura como lo llamamos nosotros. Vi claro que mi vocación era el zen, fui ordenado, y al zen he dedicado mi vida.

-¿Qué puntos de unión hay entre el zen y otras religiones?

-La experiencia religiosa es una, es la misma en esencia para todos; después viene cómo cada tradición explique esa experiencia que, por naturaleza, es inefable, está más allá de las palabras y de los credos. La experiencia religiosa pura es un estado de unidad con la totalidad, la completa inserción del ser humano en el orden cósmico, llámesele Dios, Buda... es la comunión de los santos.

-Los místicos cristianos tampoco andarán lejos.

-A partir de mi experiencia en el zen descubrí la profundidad mística de Santa Teresa, San Juan de la Cruz, el maestro Eckhart... El zen me dio las claves para comprender la «Subida al monte Carmelo», de San Juan.

-¿Dónde arranca la práctica humana de la religión?

-Todas las prácticas religiosas tienen su origen en el chamanismo, que según Mircea Eliade es un conjunto de técnicas arcaicas para alcanzar el éxtasis místico entendido como un estado ampliado de conciencia expandido, en el que se percibe la realidad de una forma completamente distinta al estado ordinario.

-¿Cuál es el medio zen para llegar a la meditación? Los giróvagos bailan y bailan, otras religiones cantan, otros pasan las cuentas del rosario.

-Las técnicas chamánicas están basadas en enfocar la atención en el ritmo y en el sonido, por eso los instrumentos básicos son el tambor (pum, pum, pum) y el canto del chamán. Se trata de generar un ritmo respiratorio que induce el trance. Nosotros nos sentamos en meditación, y acompasamos el ritmo respiratorio y el cardiaco, en un proceso en el que el corazón es el tambor que lleva el ritmo básico de la vida.

-Tenemos en la retina a los monjes budistas en las revueltas de Birmania y Tíbet...

-En Oriente las órdenes budistas permanecen en el ámbito monástico, salvo en situaciones extremas, como en Vietnam con los monjes que se quemaban a lo bonzo. En Birmania y Tíbet han vuelto a darse esas situaciones extremas y los monjes se han solidarizado con el pueblo. Si no hubieran estado presentes, la matanza habría sido mayor.

Fuente: http://www.abc.es/20080406/domingos-domingos/maestro-dokusho-maestro-soto_200804060311.html
mdelafuente@abc.es

1 comentario:

  1. Usted ha escrito que:

    -La experiencia religiosa es una, es la misma en esencia para todos; después viene cómo cada tradición explique esa experiencia que, por naturaleza, es inefable, está más allá de las palabras y de los credos. La experiencia religiosa pura es un estado de unidad con la totalidad, la completa inserción del ser humano en el orden cósmico, llámesele Dios, Buda... es la comunión de los santos.

    Muy interesante y muy acertado. Yo tambien creo que la experiencia espiritual es la misma para budistas y catolicos, y por ende para cualquiera. Es el despues el que establece las diferencias, como usted bien dice. Cada tradicion tiene su explicacion, en efecto, pero creo que no solo cada tradicion, sino cada persona tiene la suya propia.

    Cuando sucedió en mi esa experiencia, por primera vez, hubo lagrimas y risas. No podia creerlo. Pensé que a partir de ese momento era un buda. Pero estaba equivocado. Segun pude ver despues, siempre habia sido un buda, sin saberlo.

    Lo que me sacó de aquel extraoridinario vacío, fue el canto de los pajaros. Desde entonces, los pajaros son mis amigos, entiendo su lenguaje. Una vez leí que un maestro japones dijo que él entendía el lenguaje de los pájaros y que se lo enseñaba a otros. ¡Extraordinario! No hay nada comparable a ese canto. Quien los ha oido una vez, nunca lo olvida.

    Durante un tiempo lo llamé Dios. Mas tarde lo llamé Buda. Pero hoy no sabría como llamarlo. Veo que usted señor Dokusho, entiende tambien la lengua de los pajaros, y me da mucha alegria. Seguramente la ha enseñado a otros como ese maestro japones.

    Seguiré leyendo.

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