lunes, 21 de abril de 2008

Dokushô Villalba en El Tintero

“Siéntate y siéntete”, este es el mensaje que quiere transmitir Dokushô Villalba con su libro Zen en la plaza del mercado (Aguilar). Ahora que está tan de moda el Zen, este maestro de Dharma y fundador de la Comunidad Budista Soto Zen Española habla desde dentro. Al margen de la superficialidad, Dokushô explica en este libro como se puede alcanzar una vida más serena, más verdadera, más feliz; y cómo podemos buscar el equilibrio con el planeta que habitamos. Comercio justo, consumo justo, producción justa. Todas estas ideas están plasmadas en su libro que puede ser el inicio del camino que conduce a una vida Zen y en esta entrevista que ahora comienza con sus palabras.

Como apunte, la paz también se puede encontrar en las bellísimas fotografías de las que también es autor Dokushô Villalba (www.dokusho.eu).

¿Con que objetivo escribiste Zen en la plaza del mercado?

Con el objetivo de dar a conocer la tradición Zen y la proyección que esta práctica milenaria puede tener a la hora de arrojar luz sobre las causas de la crisis del mundo moderno y sobre las posibles salidas

¿Cómo se lleva la práctica el Zen o la vida Zen con otras teorías de la psicología actual como la gestión de las emociones o el autocontrol?

Se llevan bien. De hecho uno de los seminarios que imparto se llama Psicoterapia y espiritualidad. Hay publicado un DVD que recoge este seminario, donde expongo y estudio las relaciones entre la salud emocional y la salud espiritual. Por ejemplo, en el psicoanálisis tradicional, Freud consideraba que el espíritu religioso o el instinto religioso era una patología debida a un problema de carácter. Por eso la religión fue anatemizada en el psicoanálisis. Por otra parte, en las tradiciones espirituales se ha negado el trabajo de la psicología porque parece que irrumpía en el alma, que era coto privado de las religiones. Estos dos puntos de vista están muy superados actualmente y se ve que hay vasos comunicantes entre la salud emocional y la salud espiritual. No se puede tener una salud espiritual si no se tiene un cierto equilibrio emocional, por lo cual hay que trabajar a los dos niveles: a nivel de la estructura de carácter, de personalidad, de las emociones y a nivel espiritual. Hay que trabajar el ego, en el lenguaje psicoanalítico, y hay que trabajar más allá del ego, en el lenguaje Zen.

En el libro explicas como se puede meditar, las posturas, la respiración, la concentración en los sentidos, luego en las emociones… pero cuando paso de las emociones me pierdo, ¿cómo se hace después para conseguirlo?

La práctica de la meditación Zen es un entrenamiento que debe ser supervisado por una persona conocedora. No he escrito este libro para que la gente pueda meditar sólo con su lectura. Además de la lectura, se necesita instrucciones precisas para conseguirlo y supervisión continua. La práctica con el maestro para ir perfeccionándose es imprescindible. Es como si cojo un manual de F1 y pienso que, con su sola lectura, puedo conducir ya un coche de esas características.

Pero en este caso, como el instrumento es tu propio cuerpo, se piensa que es más fácil..

No hay nada más desconocido para nosotros mismos que nuestro propio cuerpo y nuestra mente, a pesar de tenerlos tan cerca.

Según planteas en tu libro es muy importante conocer la realidad para situarnos dentro de ella, pero es muy difícil conocerla porque está llena de subjetividades, ¿cómo lo hacemos?

Si cuando bajas una escalera no calculas bien la distancia de los peldaños, te caes. Eso quiere decir que esa percepción que tenías de la realidad no era adecuada. Igual sucede con todo. Vivimos a veces imbuidos en nuestra ignorancia y somos como elefantes en una cacharrería. Vamos dando golpes, haciendo daño sin querer. A veces creamos situaciones de confusión, de molestia, de aflicción y el resultado es que nosotros mismos estamos en un estado de aflicción, de falta de sentido, de frustración. Esta es la señal de que no nos estamos dando cuenta de qué va esto. Es la señal de nuestra torpeza. El mandato fundamental que lleva nuestro ADN no es sólo vivir, no es sólo instinto de vida. Su mensaje es vive y sé feliz. No sabemos cual es la meta última de la vida, pero podemos decir que todos estamos de acuerdo en que, en definitiva, queremos ser felices, sea como sea que cada uno defina esa felicidad. Si no lo conseguimos es que algo no está funcionando en nosotros.

¿Eso significa que la felicidad está en nosotros, no en el exterior?

Efectivamente.

Según este libro, nuestra vida debe estar en armonía con las tendencias de nuestro ser natural. ¿Cómo podemos hacer para saber cuáles son nuestras tendencias naturales?

No crear más confusión de la que hay. Por eso en la práctica zen es tan importante sentarse, sentirse y no hacer nada. Es difícil. El agua, cuando está agitada, se vuelve turbia pero cuando está quieta es transparente. Lo mismo sucede con nosotros. Estamos tan inquietos, tan angustiados, corriendo de un lado al otro, que este estado genera más agitación interior, emocional y mental, que no vemos. Así es como alimentamos la confusión. Sin embargo, cuando nos sentamos y nos tranquilizamos, sentimos nuestro propio corazón, nuestro ritmo respiratorio, la circulación de la sangre en el cuerpo. Cuando nos hacemos íntimos con nosotros, naturalmente sentimos lo que tenemos que hacer porque tenemos ese instinto animal que muchas veces está reprimido u oculto en medio de la confusión.

En el mundo en el que nos encontramos, el de la religión del mercado, ¿cómo podemos poner cada uno un granito de arena para salir de esta situación?

La responsabilidad individual es fundamental y, básicamente, la acción consiste en practicar un consumo responsable, es decir, no consumir innecesariamente. En las revoluciones del siglo XIX el poder estaba en el proletariado. Los proletarios eran los agentes para provocar el cambio de la historia. En el siglo XXI el poder de transformación se encuentra en el consumidor. El consumo responsable y el comercio justo son las claves. Esto significa no consumir más energía de la necesaria; no basar la felicidad en la adquisición de objetos materiales sino en el cultivo de un estado interior adecuado, en el trabajo con las propias emociones, con los propios deseos. Necesitamos una nueva cultura del deseo. Necesitamos aprender a desear, esto es, aprender a tener deseos que sean realmente sanos, que sean fuente de felicidad y de gozo, y no de destrucción y aflicción.

La sociedad de consumo actual excita el deseo hasta el paroxismo. El deseo es un fuego que está incendiando el planeta entero. El consumo está basado en desear más, siempre más. Esta huída hacia delante no tiene salida. Nos conducirá hacia el colapso porque no podemos desear ilimitadamente en un planeta cuyos recursos son limitados. En este planeta muy pronto seremos 9.000 millones de personas. Si 9.000 millones de personas, o 6.500 que somos actualmente, deseáramos y consumiéramos al ritmo que lo hacemos aquí, en España, no habría planeta suficiente para todos. Esta forma de entender la vida no tiene salida. La única solución es el decrecimiento económico, enfriar la economía, y aprender a vivir en una mayor sobriedad y en una mayor solidaridad.

Lo que nosotros consumimos de más es lo que otros consumen de menos. El equilibrio y la justicia son necesarios. No debemos olvidar que nuestro nivel de bienestar y de consumo tiene como resultado la miseria y la hambruna en otras partes del planeta, porque nuestra riqueza está basada en la depredación y en la injusticia. La riqueza de los países desarrollados y la pobreza de los países del tercer mundo están relacionadas.

La religión del mercado nos hace correr detrás de una zanahoria ilusoria, pero la verdadera paz y la verdadera felicidad no tienen nada que ver con el coche que usamos, ni con la cantidad de bienes que tenemos: comida, ropa, zapatos… no tiene que ver con eso. Tenemos que despertarnos del sueño de la quimera del oro y actuar en consecuencia. Esta será la auténtica revolución porque el consumo consciente hará que este el engranaje infernal se pare.
Si no nos paramos nosotros por las buenas, la naturaleza nos va a parar por la fuerza

¿También hablas de dejar de producir?

Debemos dejar de producir lo que no sea realmente necesario. Necesitamos una producción sensata y justa. Cuando entras en cualquier hogar occidental encuentras una gran cantidad de objetos inútiles. Vas a cualquier centro comercial y los objetos inútiles se cuentan por miles. La mayor parte de estos objetos sólo proporcionar un placer momentáneo cuando los compras. Después se convierten en un estorbo y pasan a formar parte de las toneladas de basura que producimos. Manipulamos una cantidad ingente de recursos naturales sólo para obtener instantes fugaces de falsa felicidad. A esto me refiero cuando hablo de la producción injusta e innecesaria. Para qué sirve tanta producción si ni siquiera somos capaces de aliviar el hambre en el mundo. Nuestra famosa productividad es estúpida. No tiene una utilidad real salvo el enriquecimiento material de unos pocos.

Mensaje último que quieres transmitir

Siéntate y siéntete. Es suficiente.

Entrevista de Yolanda Barambio para El Tintero
Fuente: http://lacomunidad.elpais.com/barambioes

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