jueves, 8 de abril de 2010

¿QUÉ ES ESTO?








La cuestión fundamental sigue siendo ¿qué es ESTO? ¿Qué diantres es ESTO?

Han habido y hay muchas maneras de expresarlo. Cada maestro, en cada época, en cada tradición, lo ha expresado según sus medios. Yo lo digo así: el Camino de los seres humanos, el único Camino que podemos seguir es el que nos conduce de retorno a nuestro Verdadero Ser. La Vía del Zen es llamada a veces la Vía Abrupta o el Camino sin Rodeos porque zazen nos introduce directa e inmediatamente en el ser que somos ahora.

¿Qué es ser? Ser es una palabra, un fonema, un sonido, una grafía. Los franceses dicen être; los ingleses being; los japoneses dicen desu;  los italianos essere...Las palabras son distintas pero la esencia del SER italiano, francés, inglés, japonés o español es exactamente la misma. Es cierto que cada uno de nosotros tiene una manera distinta de percibirse a sí mismo. No obstante, todos compartimos la sensación de SER.

Lo real ahora es que yo soy lo que soy, tal y como soy. Esto quiere decir que no estoy en ningún proceso de cambio ni de perfeccionamiento. No estoy intentando llegar a ser. La Vía del Zen no es un camino de perfeccionamiento. No se trata de llegar a ser. Se trata de ser lo que se es, aquí y ahora, tal y como se es. Este es el dharma nyoho, el dharma de la talidad, el Ojo que observa cada cosa tal y como es en este preciso momento. Ahora bien, ¿qué es lo que tenemos que hacer para ser lo que somos? La respuesta es: nada, no tenemos que hacer absolutamente nada. Sólo ser. Esta es la esencia del Zen, la médula del zazen transmitido por los Budas de la Transmisión.

Obviamente sois libres de no estar de acuerdo. Podéis discrepar, analizar, razonar, juzgar. Por ejemplo, podéis juzgaros a vosotros mismos. Podéis catagorizar y conceptualizar vuestro ser actual y calificarlo como insuficiente. Podéis poner nota a vuestro ser actual. Podéis suspender, desaprobar vuestra calidad de ser en este instante y pensar que sois imperfectos, que debéis hacer un gran esfuerzo, un enorme esfuerzo, día tras día, para llegar a la perfección el año que viene, dentro de veinte o treinta años o en la próxima vida. De hecho, esto es lo que continuamente estamos haciendo. De esta manera, las circunstancias de nuestra vida responden a nuestras propias creaciones mentales. Las circunstancias de nuestra vida son siempre un reflejo de lo que nosotros mismos generamos en nuestra propia conciencia.


La Vía del Zen nos enseña a ser lo que somos. Dejamos que nuestro ser se manifieste sin necesidad de ponerle nombre, sin catalogarlo, sin pretender encerrar la vasta experiencia de ser en una noción, en un concepto, en una palabra.
 
Bajo el Cielo y sobre la Tierra no hay nadie con el poder suficiente para emitir un juicio acerca del ser que somos, ni siquiera nosotros mismos podemos hacerlo. El maestro Yoka Daishi escribió en el Shodoka:
 
¿Quién va por el buen camino y quién a contracorriente?
Ni Buda, ni la Tierra ni el Cielo ni los dioses lo saben.

Con respecto a la relación maestro/discípulo, es un error de base buscar en el maestro la confirmación de nuestro ser. Si esta búsqueda de confirmación se produce, es que en algún lugar de nosotros mismos nos estamos juzgando como insuficientes, nos estamos condenando. Estamos condenando el ser real que somos. Debido a esto necesitamos algún tipo de autoridad externa que nos reconozca, que nos confirme, que nos declare inocentes y nos confirme la dignidad y la legitimidad de nuestro ser.

Esta dinámica conduce a un callejón sin salida, a una situación de conflicto porque, a pesar de que buscamos confirmación exterior, en el fondo de nosotros sabemos que tal confirmación, para que sea válida, sólo puede surgir de nosotros mismos. Al buscar la confirmación de nuestro ser en un sujeto exterior a nosotros estamos generando una relación de dependencia con ese objeto. Esta dependencia genera a su vez resentimiento hacia ese mismo objeto del que pretendemos obtener el reconocimiento, porque lo que necesita de hecho nuestro ser es ser él mismo, validarse a sí mismo. La verdadera confirmación de nuestro ser es siempre autoconfirmación. Y, paradójicamente, la comunicación de ser a ser con el maestro sólo puede surgir de esta autoconfirmación. El Dharma del Buda no puede ser transmitido de un ser que es lo que es a otro que está luchando por llegar a ser. La Transmisión del Darma se produce de un ser que es Buda y lo sabe a otro ser que también es Buda y lo sabe. Esta es la razón por la cual en la Transmisión del Darma no se transmite en realidad nada. La Transmisión del Darma es un juego de espejos en el que el Buda ve al Buda, en el que el Buda se ve a sí mismo reflejado en el otro.

Aún así, transmitir el Dharma no es fácil. Esto es debido a que casi todos nosotros hemos sido dañados en la médula de nuestra percepción de ser. Hasta tal punto hemos sido tronchados que ahora nos resulta inalcanzable la aceptación de que somos lo que somos, tal y como somos. Debido a ello nos adentramos y nos comprometemos en vías espirituales que nos prometen la perfección, el nirvana, el pleno reconocimiento del Padre Celestial...

De alguna manera, nuestros padres no han sabido reconocernos. No han podido ver en nosotros el ser de luz y amor que somos. No han podido reconocer con sus ojos el Buda que nació como fruto de su pasión y de su amor. Y ahora estamos sedientos de reconocimiento. Necesitamos que alguien, alguna autoridad del tipo que sea, nos declare inocentes, nos haga sentirnos dignos de amor y nos aligere del pesado fardo de la culpa de ser tal y como somos. Es muy importante que pongamos conciencia en esta dinámica porque muchas veces está ahí oscureciendo y enrareciendo la relación maestro/discípulos, y también cualquier tipo de relación que desarrollemos.

Debemos darnos claramente cuenta de que el reconocimiento o la declaración de nuestra inocencia por parte de los demás no nos sirve. La confirmación exterior es sólo un bálsamo pasajero y el dolor que aparece cuando sus efectos de diluyen es aún más intenso que al principio. El verdadero reconocimiento de nuestro ser sólo puede surgir de nuestro ser mismo. Este ser es una perla preciosa que brilla con su propia luz, sin depender de ningún objeto ni sujeto externo.

No habéis venido hasta aquí para huir de vosotros mismos. No estáis aquí para llegar a ser de otra manera distinta a la que sois ahora. No practicáis zazen para ser otra cosa distinta de lo que ya sois. Estáis aquí porque vuestro ser más profundo os ha traído para dejarse ser lo que es. En el momento en el que dejéis de darle importancia a vuestros juicios y categorías sobre vosotros mismos, en el momento en el que ya no os penséis a vosotros mismos en términos tales como bueno/malo, correcto/incorrecto, podréis oír la voz y sentir la presencia del ser que ya sois.

Todo lo que acabo de decir no son más que palabras. Si os quedáis en su contenido intelectual, os extraviaréis. Si tratáis de comprenderlas a través de las categorías de vuestra mente condicionada, os extraviaréis. Cuando no hagáis ningún esfuerzo por comprender, cuando no os apeguéis a ellas ni las rechacéis, entonces os daréis cuenta de que estas palabras están surgiendo desde el corazón de mi ser y de que os están transmitiendo una energía invisible, de mi corazón a vuestro corazón. Entonces comprenderéis cómo ha sido transmitido este Darma, desde el Buda Shakyamuni a Mahakashiapa. Desde Mahakashiapa hasta vosotros a través de un linaje vivo de seres que son lo que son.

Respirad amplia y profundamente. Dejad partir todo tipo de tensiones. No hay nada que aferrar. Lo que sois ya lo sois y no necesitáis realizar ningún esfuerzo para serlo.

En lo que a mí respecta, siento una gran felicidad de sentirme aquí con vosotros en esta tarde de finales de otoño. En instantes sagrados como éste siento que lo que estamos haciendo merece la pena. En estados de conciencia como el que estamos viviendo en este momento, el sonido de la lluvia sobre el bosque, las gotas de agua que caen del tejado de la sala de meditación es una música celestial.

Siento que esta es la Tierra Pura del Buda. Esta Tierra Pura que está aquí continuamente delante de nuestros ojos, pero que sólo podemos percibir cuando el corazón está impregnado de inocencia, cuando la mente cesa su confusa y agitada actividad, cuando las emociones se serenan.
Esta es la Tierra Pura del Buda, el Nirvana Viviente. Cuando siento esto, sé que el objetivo de nuestra práctica se está realizando, aquí y ahora, día tras día.

¿Cuál es exactamente el objetivo de nuestra práctica? No pretendemos crear un movimiento de masa formado por miles de acólitos. Lo que estamos tratando es ser lo que somos. Por lo tanto, la calidad de la experiencia de ser es lo que cuenta.
En estos momentos no nos estamos esforzando en llegar a ser Budas. Simplemente nos estamos dando la autorización para ser como somos. Estamos permitiendo que se manifieste nuestra naturaleza de Buda.
¿Qué es exactamente la naturaleza de Buda? ¿Qué color, qué forma tiene?

En cierta ocasión, un discípulo preguntó a su maestro:
- ¿Qué es la naturaleza de Buda?
El maestro respondió:
- Una valla, un montón de piedras, unas cuantas tejas rotas.

Cuando los lectores occidentales encasquillados en la percepción intelectual del misterio de la vida leen historias como estas dicen: «¡Qué divertido! ¡Qué originalidad la de estos maestros Zen!» Y se esfuerzan en comprender el significado intelectual de sus palabras.
No obstante, el verdadero significado de esas palabras no puede ser comprendido por la actividad mental sino por la totalidad del ser, a través de la experiencia. Cuando veamos la naturaleza de Buda en una valla, en un montón de piedras, en unas cuantas tejas rotas, experimentaremos con todo el cuerpo y con todo el espíritu lo que este maestro quiso decir.
La naturaleza de Buda no tiene color ni forma. No es grande ni pequeña, ni blanca, ni negra, ni reluce como el sol ni tampoco es oscura. La naturaleza de Buda es justo lo que somos. Lo que somos no puede ser catalogado ni conceptualizado ni encerrado en ninguna etiqueta ni categoría mental. La naturaleza de Buda es la que nos está permitiendo darnos cuenta de todo esto. Para mí es una gran felicidad el sentirme uno con vosotros en esta naturaleza de Buda que somos.

Esta tarde, viniendo hacia el dojo, he visto los almendros, el nogal, la morera, los olivos y los pinos adornados con miles de gotas brillantes de las últimas lluvias que relucían al contacto con los rayos de sol que atravesaban las nubes. Era muy bello, muy hermoso. La Tierra Pura del Buda es así de bella. Es belleza. Vivir en la belleza es una de las más grandes aspiraciones del alma humana. La verdadera belleza siempre acompaña a la Verdad. Cuando aprendemos a ver las cosas tal y como son tomamos conciencia de la belleza inherente a cada ser. No tratamos de imponer nuestros criterios de belleza. La verdadera belleza es la que emanan los seres cuando se manifiestan tal y como son. Aquí no hay lugar para el artificio. Cuando nos permitimos ser tal y como somos conectamos con la fuente de nuestra propia belleza interior. Y esta belleza interior se expresa a través de la belleza exterior. De hecho, la belleza no radica en los objetos en sí sino en los ojos que la perciben. Cuando encontramos belleza a nuestro alrededor es porque hemos conectado con nuestra propia belleza interior. Lo contrario también es cierto.

Estamos viviendo un atardecer de un día de un otoño tardío. Ya se siente el invierno. Es una tarde cargada de belleza y de misterio Esta lluvia es una bendición del cielo que nos está purificando por dentro y por fuera.
 
Esto es lo que en estos momentos siento en el corazón.


Extraído del libro Fluyendo en el presente eterno.
Dokushô Villalba
Ediciones Miraguano, Madrid.

6 comentarios:

  1. Sé que lo que dices es cierto.
    Sin embargo, no escogemos el camino. El camino nos escoge a nosotros. Aunque no haya camino, ni nosotros.
    Somos en el corazón de la paradoja.

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  2. Otoño? Tratando de ser lo que somos? Verdadera belleza? Instantes sagrados?
    Creo que me equivoqué...

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  3. HAYYYYYYYY.....SOLO HAY QUE SER CONSCIENTE DE ELLO NADA MAS.....SOMOS TAN COMPLICADOS QUE ALGO TAN SENCILLO PARECE QUE NO LO ENTIENDEN...SOLO SEAN ....

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  4. Todo el mundo habla de "caminos" y yo no siento ninguno,no lo reconozco en ninguna parte,lo más parecido a lo que siento es la filisofía Zen,pero tampoco tengo el sufuciente conocimiento para confirmarlo.Cómo puedo reconocer un camino,cuando no sé que va a pasar dentro de una hora,un minuto, un segundo,si estoy en el presente no veo ni puedo proyectar un camino.....no lo se hacer.
    Al leer estos escritos,reconozco en ellos palabras muy familiares que me acogen y tranquilizan.
    Un saludo.

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  5. _ Maestro
    _ Dime
    _ ¿Como puedo saber si soy iluminado?
    _ Con esa mente no puedes saberlo, solo despertando.
    _ ¿Como sabré maestro que he llegado al despertar?
    _ Solo despertando.
    _ Entonces ¿un iluminado sabe de otro iluminado?
    _ El que ha despertado no distingue iluminado de no iluminado.
    _ No comprendo maestro ayudeme por favor.
    _ Yo solo te acompañaré a la orilla de las grandes aguas y más alla encontrarás tu verdadero ser, el ser esencial.
    _ Pero ¿como podré cruzar maestro?.
    _ No te preocupes ahora, una vez des el primer paso lla estarás pisando la otra orilla. Asi es como se camina sobre las aguas.
    Y si vuelves como un Gran Bodhisattva no me preguntes más porque ¡pobre de mi! nose distinguir a un iluminado de alguien que no lo es.
    Yo seguire en este lado en zazen sentado y caminando en zazen.
    De todas formas, cuando estés cruzando no esperes que yo te espere...

    ¡Vamos pon atención!, mueve bien la sopa que la comida no se hace sola.



    Se que no tengo ni idea, pero creo que está bonito.
    Humildes gracias siempre maestro.

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