lunes, 23 de febrero de 2009

Entrevista en La Voz de Utrera

Entrevista al maestro zen Dokushô Villalba

Jue, Oct 9, 2008

Manuel Moya

-¿Cómo llega un ciudadano natural de Utrera a ser nombrado maestro budista zen en Japón?

- Bueno, es algo asombroso. El mundo actual es realmente una aldea global. Los medios de transportes modernos permiten viajar a todos los rincones del planeta en relativamente poco tiempo y esto hace que las personas y las ideas se expandan por todas partes. Yo tenía claro desde muy joven que quería salir de Utrera. Siempre he tenido inquietudes. Cuando estaba estudiando Magisterio en Sevilla conocí a un monje zen español criado en Francia. Dio una conferencia a la que asistí y comencé a practicar meditación zen en el centro que abrió en Sevilla. La meditación zen me conmocionó interiormente, es una práctica muy poderosa. Así que un año después viajé a París y recibí la ordenación de monje zen del maestro japonés Taisen Deshimaru. Junto a él estuve hasta que murió en el 1982. Dado que mi formación como monje no estaba completa, viajé a Japón buscando un nuevo maestro y lo encontré en la persona de Shuyu Narita, abad del templo Todenji, en el norte de Japón. Durante una década estuve viajando cada año a Japón, donde solía residir dos o tres meses cada vez. Estudié con mi segundo maestro y en los principales monasterios zen japoneses. En 1987, mi maestro consideró que mi formación estaba madura y me reconoció como su sucesor. Años más tarde, la escuela Soto Zen japonesa me reconoció también como maestro zen.

- La regla primordial de un maestro es……

- Un maestro zen vive entregado a la práctica y a la enseñanza del budismo zen. En mi caso fundé el templo zen Luz Serena y la Comunidad Budista Soto Zen española, así como varios centros en distintas ciudades españolas. Esto hace que alrededor de nuestra Comunidad haya unas cinco mil personas practicando meditación zen y mi función es la de enseñarles y orientarles en este camino. El principal voto que hacemos en el zen es el de trabajar por el Bien de todos los seres vivientes.

- ¿Cuál es su experiencia vital más importante?

- La vida de cada día es lo más importante, si no lo único. La maravilla es levantarse por la mañana y recibir la luz del sol, abrir los ojos y ver la belleza que nos rodea, oír, sentir, entrar en contacto con los demás seres humanos y con todos los seres vivos. La vida en sí es la experiencia más importante. Algo muy simple pero que muy a menudo olvidamos.

- ¿Qué es el amor, maestro?

- Amar es querer siempre el bien de la persona amada. A menudo confundimos amor con posesividad, o con apego. Lo contrario del amor no es el odio sino el miedo. El amor nos abre y nos expande, el miedo nos cierra y nos contrae. El miedo nos impulsa a protegernos y a encerrarnos en espacios limitados en los que nos sentimos seguros. El amor por el contrario nos lanza a espacios abiertos en los que nos sentimos vulnerables y frágiles. Hay que ser valiente para amar. Por lo tanto, el amor no es un refugio sino una puerta hacia la libertad.

- ¿Cómo educar a un hijo, qué debemos transmitirle?

- Cada ser humano es distinto y un mismo ser humano atraviesa muchas etapas en su vida. La educación debe tener en cuenta las características individuales de cada persona y sus necesidades concretas en cada momento de su vida. En general, si transmitimos intolerancia y violencia a nuestros hijos, haremos de ellos personas intolerantes y violentas. Si les transmitimos respeto y amor, ellos serán personas amorosas y respetuosas. La educación zen es parecida a la mayéutica socrática: no se trata de atiborrar a nuestros hijos de conocimientos y de normas sino de permitir que ellos mismos desarrollen sus valores y sus cualidades innatas.

- ¿Quiénes son nuestros semejantes, las demás personas?

- Los demás son la otra parte de nosotros mismos. Nadie es nadie por sí mismo. Somos nuestras relaciones. Es decir, que para ser lo que somos necesitamos a los demás y los demás nos necesitan a nosotros. El Buda enseñó que todos los seres vivientes existimos únicamente en el seno de una compleja red de interrelaciones. A esta ley fundamental del universo la llamó interdependencia. Todos somos interdependientes con todo. Nos necesitamos mutuamente. A menudo rechazamos a los demás porque vemos reflejados en ellos cosas que no nos gustan de nosotros mismos y en vez de reconocer lo que no funciona en nosotros mismos lo proyectamos en los demás. El Otro encarna a veces la sombra del yo. El racismo y el chovinismo, la intolerancia hacia lo Otro, lo distinto, se basa en esto. Por ello, para tener una buena relación con los demás es imprescindible que tengamos una buena relación con nosotros mismos.

- ¿Qué es para usted vivir? ¿Lo hacemos de manera adecuada?

- Vivir es vivir: abro los ojos, respiro, camino, trabajo, me canso, descanso, amo, siento alegría o tristeza. La vida no es otra cosa que la vida y el fin último de la vida es vivir en el mayor estado de paz y de felicidad interior posible. Todos aspiramos a la felicidad, sea como sea que cada uno defina este término. Si nuestra forma de vida nos aporta esta paz y esta felicidad entonces es que nuestra manera de vivir es adecuada. De lo contrario, debemos preguntarnos qué es lo que no está funcionando. Por regla general, las causas de nuestra aflicción o de nuestra felicidad se encuentran en nuestra propia mente y no tanto en las circunstancias externas.

- Estaremos encantados y agradecidos de que nos deje una frase, pensamiento o enseñanza suya para finalizar la entrevista…

- Voy a contar una historia zen: “Hace mucho tiempo, en un país lejano, vivía un rey que quiso conocer la esencia y el sentido de la existencia humana. Reunió a todos los sabios de su reino y les pidió que le resumieran la historia del ser humano. Los sabios se reunieron y pusieron en común todos sus conocimientos. Al cabo de seis años pusieron por escrito su sabiduría en seis gruesos tomos y con ellos acudieron al rey.
Este les dijo: “Soy anciano y no tendré tiempo de leer estos libros tan voluminosos. Por favor, hagan una versión más resumida”.
Los sabios volvieron a ponerse manos a la obra y al cabo de tres años resumieron sus conocimientos en tres tomos.
El rey les dijo: “Incluso tres tomos son demasiado porque ya tengo la vista muy cansada y a penas puedo leer. Por favor, hagan una versión más reducida aún”.
Los sabios trabajaron concienzudamente durante un año al cabo del cual se presentaron ante el rey con un solo volumen. Pero el rey era ya muy anciano y se encontraba en su lecho de muerte.
Les dijo: “Ya no puedo leer nada. Mi corazón se entristece al pensar que voy a morir sin conocer la esencia de la vida humana”.
El más anciano y sabio entre los sabios se acercó al rey y le dijo al oído: “No se preocupe su majestad. Le diré en pocas palabras lo que desea saber: el ser humano nace, crece, vive, envejece y muere”
Al oír esto, el rey expiró y murió en paz”.

Nuestro tiempo de vida es precioso. Cada uno de nuestros instantes desaparece para no volver nunca más. Por ello debemos vivir cada instante como si fuera el último, con la misma entrega e intensidad que cuando tratamos de apagar un fuego prendido en nuestros cabellos. Muchas gracias a La Voz de Utrera por esta oportunidad.

Fuente: La Voz de Utrera

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