viernes, 18 de abril de 2008

Cómo encontrar el punto zen

El primer maestro español explica en un libro qué puede aportar esta visión de la vida al mundo occidental

Texto: Regina Sotorrío
Foto: Francis Silva
Publicado por el diario SUR de Málaga, el 18 Abril 2008.
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SUENA el despertador. Son las siete de la mañana. Un desayuno rápido, y a la calle. A paso ligero y, con suerte, se consigue llegar con sólo cinco minutos de retraso a la oficina. Comienzan las reuniones, presentaciones, comidas... y un sinfín de compromisos y actividades que mantendrán la mente ocupada hasta bien avanzada la tarde. «Necesitamos muchísimo una práctica que nos ayude a pararnos del trajín incesante en el que andamos metidos y sentirnos», explica Dokushô Villalba con una sorprendente parsimonia que transmite a quien le escucha. Él ha encontrado la calma en medio de tanta vorágine.

Hace 30 años que en la vida de este sevillano se cruzó el zen, «una visión de la vida, de la realidad, de uno mismo que surge como fruto de la práctica de la meditación». Diez años después, tras una profunda e intensa preparación, fue nombrado maestro zen, el primer español en ostentar ese título. Desde entonces dedica sus días a fundar templos zen, transmitir su sabiduría y, por supuesto, a meditar al menos dos horas diarias. Ayer presentó en Málaga su última publicación, 'Zen en la plaza del mercado', en el que expone qué puede aportar esta rama budista a una sociedad «dominada por la ideología mercantilista, en el que los criterios mercantilistas son dogmas religiosos».

El zen «tiene un espacio en Occidente». No es una filosofía, una ideología, ni una religión. Por eso, defiende Dokushô, puede llegar a todas las clases sociales, a todas las profesiones, sin ser incompatible con la práctica de otra religión. Todo consiste en encontrar un hueco para «el silencio y la quietud».

La meditación es la base. En la postura de loto -en la que aparece Buda en todas sus esculturas- y controlando la respiración. El objetivo «es no tener objetivo», ni siquiera el de dejar de pensar. «Aporta una profunda relajación, no sólo corporal sino emocional y mental, pero también un estado de vigilia y de despertar, con lo cual los sentidos están muchos más agudizados y la conciencia de sí mismo y la realidad se vuelve mucho más clara y aguda», explica. De esta forma, «el fin último que anhelamos todos», la paz interior y una profunda satisfacción, se acercan.

El zen «no es un recetario, ni una técnica de bienestar al uso», pero plantea al individuo preguntas útiles para orientar su vida: cuáles son las verdaderas necesidades y aspiraciones, cuál es lo verdaderamente importante y por qué merece la pena dedicar la vida y el tiempo a algo. «Un dicho zen afirma que nada que no sea capaz de superar la muerte es realmente importante», apunta Dokushô. A partir de esa idea, el zen estimula la conciencia del hombre sobre la muerte y enseña que el tiempo de vida es corto y limitado, por lo que «cada uno de nuestros instantes es precioso, único», afirma.

Paz y felicidad

Y hay más. Según Dokushô, la meditación zen ayuda a comprender que «la paz y la felicidad dependen sobre todo del estado interior». De nada sirve, por tanto, «perseguir metas externas, correr detrás de objetos creyendo que la posesión de los bienes materiales es lo que nos va a dar paz».

Poco o nada tiene que ver esta visión de la vida con los populares jardines zen que se venden en centros comerciales. «Occidente trata de comercializarlo todo y miniaturiza los jardines zen y los convierte en objeto de consumo», señala. Para el maestro son, simplemente, «una pieza de decoración, una especie de 'pret a porter', un elemento de la cultura snob». En su opinión, la ignorancia y el afán mercantilista de occidente han «desnaturalizado» la palabra zen, aplicándola desde a un videojuego, a un iPod, o un gimnasio. «Sirve igual para un roto o un descosido», lamenta.

Fuente: http://www.diariosur.es/20080418/sociedad/como-encontrar-punto-20080418.html

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