lunes, 5 de octubre de 2009

Sonriendo



Durante la meditación zazen, procura no mantener rigideces en el cuerpo ni en la mente. Toma conciencia de tus ideas obsesivas, de esos pensamientos en los que queda atrapada la atención y que aparecen una y otra vez como si tuvieras en la mente un disco rallado. Pon especial atención en el rostro durante zazen. Relaja toda tensión innecesaria en el rostro, especialmente alrededor de la boca. Permite que tu rostro se serene. En la medida de lo posible, trata de generar una sonrisa delicada desde el fondo de tus vísceras, de tu corazón y de tu mente. 
Tener la capacidad de generar una suave sonrisa interior es enormemente importante. Si aparece alguna dificultad interior, algún apego terco, algún obstáculo, no alimentes la cólera, el resentimiento, el abatimiento o la depresión sino más bien sonríe conscientemente. Observa lo que sucede.  La sonrisa interior relativiza nuestras experiencias subjetivas. La sonrisa interior hace que todo se vuelva mucho más ligero, una brisa cálida en invierno, fresca en verano, mientras que la gravedad, o un exceso de gravedad, nos anquilosa, nos vuelve rígidos, nos cosifica. Un exceso de gravedad puede esconder fácilmente un exceso de importancia de sí mismo. A veces creemos que somos muy importantes. Creemos que lo que nos sucede es absolutamente importante. La sonrisa relativiza, quita hierro al asunto, nos permite fluir mucho más en el río de la mente, en el río de la vida, en el río de las relaciones.
En la práctica de zazen hay un aspecto que no debemos olvidar. A pesar de la firmeza que se requiere para la practica de zazen, a pesar de la determinación necesaria, a pesar de la solemnidad de zazen, la postura debe ser  interior y exteriormente la expresión de esta sonrisa interna. 
Relaja el cuerpo. No alimentes tensiones. Deja pasar. Nada es tan importante. Nosotros mismos no somos tan importantes. Antes de que cante un gallo no quedará de nosotros más que polvo.

Del libro "Fluyendo en el presente eterno". 
Dokushô Villalba
Ediciones Miraguano, Madrid.
Foto: Dokushô Villalba




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